JORGE ANDREU | De un tiempo a esta parte, la autoficción se ha puesto muy de moda en la literatura española. Florecen como caracoles bajo la lluvia las narrativas que parten directamente de la experiencia del autor, y no hablo de memorias ni de biografías, sino de obras literarias que pretenden ser una novela y llenan las páginas de datos fehacientes de la vida pasada y fingen tener un filtro en la ficción. Nada más fehaciente que la vida propia de un autor y nada más filtrado que la propia experiencia a través de una voz narrativa.
Ahora bien, cuando la propia voz es una primera persona, cuando levanta una narración que dice la vida personal de uno mismo, nos encontramos en una frontera difusa entre la memoria, la biografía y la narración literaria. Es lo que le pasa a la última ¿novela?, ¿memorias?, de Ignacio Martínez de Pisón. Uno afronta esta lectura como novela, acostumbrado a la trayectoria literaria de uno de los autores de mayor prestigio de este país que ha escrito monumentos narrativos como Castillos de fuego (2023) o La buena reputación (2014). Entra en un universo que, para el lector, es de ficción, aunque el propio narrador insiste en la veracidad de los acontecimientos. Entonces se abre la incógnita.
¿Y cuál es esa incógnita? Por un lado, que el lector medio, el que antes de empezar la obra echa un ojo a la sinopsis, se asoma a una descripción del libro como un «apasionante relato de formación» y confía en una novela, pero a continuación descubre las «memorias literarias» que contiene en su interior. No está de más decir que Ropa de casa (Seix Barral, 2024) es ambas cosas a un tiempo: es una autobiografía en la que Martínez de Pisón rescata algunos de los acontecimientos más importantes de su vida que lo han llevado a ser quien es en la actualidad, pasando por el Logroño de su niñez, la Zaragoza de su adolescencia y juventud y su salto a Barcelona hasta la madurez, entre los años sesenta y ochenta de la Historia de España. Sí. Es eso, el retrato de una época desde una perspectiva personal, la del novelista en formación que perdió a su padre muy joven y parte de un proceso de introspección para sacar a la luz sus años de infancia. Pero es, también, una novela que se hace conforme el autor evoca en cuadros completos el proceso que lo llevó a convertirse en un español de la democracia y en el escritor que es ahora. Me inclino por esta segunda opción porque el autor, por momentos, recrea ciertas secuencias de su vida con un lenguaje, un foco y una precisión que convierten una anécdota en una trama narrativa, haciendo literatura de los trazos biográficos. He aquí la mayor virtud del libro.
No obstante, uno no puede dejar atrás el hecho de que se trate de autoficción, de que la última novela de Ignacio Martínez de Pisón salió hace un año y que ya está aquí un nuevo título. Memorias literarias que parecen escritas de un tirón y, para su desgracia, adquieren la apariencia de una reunión de amigos, de amigos escritores, en la que el autor recuerda algunas vivencias comunes sólo conocidas por ellos mismos. He aquí, creo, el mayor defecto. Uno puede leer con interés, con admiración, con deleite las páginas de un escritor de cabecera, pero en Ropa de casa, a pesar de esa pretensión de reflejar un episodio de nuestra historia reciente, no para de observar que se trata de un libro escrito para los lectores de. La historia que va a gustar a los hinchas de un nombre, aunque por el camino uno acabe con la impresión de que el personaje –el escritor– no lo ha tenido especialmente difícil durante su ascenso en la profesión.
Escrita con su prosa transparente –de eso no hay duda–, la pieza se lee de un tirón y se disfruta por el placer de saborearla, pero deja un regusto de observador excluido de la cháchara. Como quien pone el oído en una conversación en la que le hubiese gustado participar.
Ropa de casa (Seix Barral, 2024) | Ignacio Martínez de Pisón | 298 páginas| 20,90 euros