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¿Monstro?

 

Así es como la pierdes

Junot Díaz

Mondadori, 2013

ISBN: 978-84-3972-679-1

208 páginas

16,90 €

Traducción de Achy Obejas

 

 

 

Fran G. Matute

Junot Díaz siempre ha tenido que soportar ser un ‘hype’. Desde que debutara allá por 1996 con su primera colección de relatos, Los boys, hasta la obtención, en 2012, de la beca MacArthur, la llamada “beca de los genios”, pasando por la concesión del Premio Pulitzer con su primera y hasta la fecha única novela, La maravillosa vida breve de Óscar Wao (2008), y dejando atrás sus estudios en la prestigiosa Universidad de Cornell, el nombre de Junot Díaz está ya inexorablemente asociado a la precocidad y a la genialidad. No sé muy bien cómo podrá levantarse el bueno de Junot todas las mañanas sabiendo que medio mundo está pendiente de lo que dice y hace. Quizás sea por eso que el amigo lleva más de cinco años pergeñando su ‘next big thing’, una novela que lleva de título provisional Monstro y que, según he podido leer por ahí, será una locura importante.

Me van a permitir que divague un poco antes de entrar en materia, pero uno ha tenido siempre la sensación de que el ‘boom’ de Junot Díaz no se sostiene únicamente en su talento -innegable, por otro lado- ya que la criatura presenta también una serie de características accesorias que lo hacen muy goloso para los defensores del “correctismo” político y la foto publicitaria. Díaz es de origen dominicano y de él hace bandera en su mundo literario. Díaz tiene pinta de ser un ‘nerd’ de tomo y lomo y esto se ve reflejado en sus personajes que viven sus desestructuradas vidas de clase media-baja sumergidos en la cultura de consumo más ‘freak’. Y, lo más importante de todo, el que probablemente sea el hecho más relevante dentro de toda su literatura, es que el chiquillo escribe «distinto» (luego intentaré explicar en qué consiste esto, por si alguien no lo sabe). Así que si conjugamos el elemento “latino” (que resulta populista) con el elemento “pop” (que promete ventas) y añadimos al talento que tiene como narrador ese toque “experimental” (que da prestigio) derivado de su escritura, aparentemente única, pues tenemos a un escritor imbatible en su campo.

No es que pretenda, con lo anterior, poner en tela de juicio la calidad literaria de la obra de Junot Díaz pero sí la expectación que sus textos generan. Porque reconocimientos y loas al margen, la realidad es que Junot Díaz, hasta hace muy poco, solo había publicado una colección de relatos -que no me pareció gran cosa, todo sea dicho- y una novela -que me encantó-. Y me parece a mí que se han echado las campanas al vuelo demasiado pronto. Ahora nos llega su segundo libro de relatos, Así es como la pierdes (2012), que no deja de parecerme un entretenimiento que se ha sacado el autor de la manga para que, desde la editorial, lo dejen trabajar en paz en su próxima novela, la citada Monstro, que sí que está llamada a ser su consagración definitiva, donde verdaderamente se juega su reputación como artista definitorio de su generación (y etnia).

Así es como la pierdes se presenta como un conjunto de relatos que comparten cierto hilo conductor: las vicisitudes de la vida en pareja y, en concreto, las rupturas motivadas por las infidelidades. Para mi gusto, el escritor que mejor ha tratado, al menos desde el punto de vista masculino, la tortuosidad de las relaciones sentimentales contemporáneas es Nick Hornby y alguna que otra reminiscencia o paralelismo hemos encontrado entre esta nueva entrega de Junot Díaz y aquel famoso Top 5 de “rupturas más memorables” sobre el que Hornby construía su celebérrima Alta fidelidad (1995). De hecho, visto desde esa perspectiva, se podría decir que Así es como la pierdes viene a representar algo así como el Top 9 de las rupturas de Junot Díaz. Una por cada relato que se incluye en el volumen. Aunque la anterior afirmación será desmentida a continuación.

En Así es como la pierdes volvemos a reencontrarnos con Yunior, ese domo nerdo de Nueva Jersey que trata de casar sus orígenes latinos con la mísera vida americana que lleva, y que funciona como perfecto ‘alter ego’ de Junot Díaz. Pero ha de advertirse que no es siempre Yunior el protagonista de los relatos. Del mismo modo que se hace necesario apuntar que no todas las historias se mueven bajo las mismas coordenadas temáticas, lo que provoca algunos altibajos en la coherencia interna de la colección. Por ejemplo, “La doctrina pura”, que es uno de los textos más potentes del libro, no trata realmente de una ruptura sentimental sino más bien de una pérdida anunciada, la del hermano de Yunior, diagnosticado con cáncer, que se convertirá en un secundario necesario en otros relatos. Por otro lado, la lectura de “Otra vida, otra vez” descoloca ligeramente no solo porque rompe con la uniformidad del punto de vista imperante en la colección (al ser el único relato narrado por una mujer) sino porque es, a mi juicio, el texto más flojo de todos. Por último, el relato que cierra el libro, y cuyo título, “Guía de amor para infieles”, parece querer condensar la esencia de todo el conjunto, termina resultando un decálogo más jocoso que “práctico”. Que nadie busque en estas páginas respuesta a sus noches sin dormir, a sus dolores del alma, a sus pellizcos en el estómago porque aquí Junot solo hace literatura, casi siempre de la buena y, a veces, de la sublime. Y si no me creen lean “Alma”, una genialidad de cuatro páginas, que es lo mejor de Así es como la pierdes.

A pesar del pejiguerismo que pueda desprenderse de mis palabras, no dudo en afirmar que Así es como la pierdas es una magnífica colección de relatos, aunque quizás no tan importante como pretende el New York Times. Pero, con independencia de lo anterior, creo que es justo resaltar que el verdadero atractivo de estos cuentos sigue recayendo, bajo mi punto de vista, en el lenguaje que gasta Junot Díaz y cuya traducción sigue generándome numerosas dudas acerca de las posibilidades de fidelidad de ésta. Junot Díaz escribe en inglés pero es ya marca de la casa deslizar en sus textos expresiones más propias del espanglish, en un recurso efectista y efectivo con el que hacer valer la herencia, tanto latina como popular, de los personajes que pueblan el imaginario literario del autor. Ocurre que, en castellano, el lenguaje de Díaz se percibe con una personalidad y una musicalidad tan arrolladora que nos hace olvidar que estamos ante un texto traducido. Visto así, pues no nos quedaría otra que aplaudir a la traductora, Achy Obejas, pero lleva uno siempre a cuestas la sensación de que gran parte del juego lingüístico que propone Junot Díaz no puede sostenerse con la misma expresividad en ambos idiomas. O, mejor dicho, que la castellanización de la prosa de Díaz no puede derivarse de una mera traducción del inglés. Por medio debe haber una importante labor de ‘tuning’. Y entonces surge la gran pregunta: ¿captamos los hispanolectores la misma grandeza lingüística en Junot Díaz que los anglolectores? Mucho me temo que no… y por eso me he tomado la molestia de leer algunos relatos en ambos idiomas y realizar el siguiente ejercicio comparativo.

Por ejemplo, una frase como “The thing is, that particular bit of stupidity had been over for months. Me and Magda were on an upswing. We weren’t as distant as we’d been the winter I was cheating.” queda traducida de la siguiente manera: “Y lo peor es que esa pendejada se había terminado hacía meses. Magda y yo habíamos recuperado nuestro flow. Ya la distancia entre nosotros de aquel invierno en el cual le pegué cuernos estaba vencida”. ¿Pendejada? ¿Flow? ¿Pegar cuernos? ¿Pero de dónde sale eso? No sé a vosotros, pero a mí me suena que la traducción no tiene nada que ver, en su intencionalidad, con lo que ha querido escribir Junot Díaz. El personaje de Díaz se supone que es un americano, ‘born and bred’, de origen latino, cierto, pero cuyo idioma materno es el inglés. Pero en la versión traducida nos encontramos con que el personaje es un dominicano, ligeramente americanizado, que se expresa de forma completamente distinta al ideado por Díaz.

Pero busquemos otro ejemplo, ahora con el juego del espanglish de por medio: “M’ija has tetas now, the woman whispers to her neighbor. Last time I saw her, she could barely speak in sentences. Now she’s a woman. Imagínate.” Me da la impresión de que es este intercalado idiomático el culpable de gran parte del exceso laudatorio que sufre la obra de Junot Díaz en los Estados Unidos. Vamos, a mí me parece ingenioso, ciertamente. O, mejor dicho, curioso. Y a un norteamericano esta forma de escribir le tiene que parecer lo más de lo más, eso de no entender una de cada dos palabras, no sé… Pero la cuestión de fondo es que si leemos la frase traducida se pierde toda la gracia: “Mija ya tiene tetas, la mujer le susurra al vecino. La última vez que la vi todavía no sabía hablar bien, no podía decir una frase completa. Pero ya es toda una mujer. Imagínate”. Claro, la traducción se come el efecto lingüístico originario. Era de esperar. Y de esta forma ya no sabemos qué palabras son las que ha decidido Junot resaltar en castellano. Para compensar esta pérdida de “riqueza” prosística, la traducción ofrece otros pasajes que vienen a buscar el mismo efecto, pero intercambiando los idiomas. Por ejemplo, dos de las palabras más utilizadas en todos los relatos son “fokin” y “domo”, cuando en inglés son simplemente “fucking” y “Island Dominicans”. Lo que era negro ahora es blanco y viceversa, y creo que aquí la traducción se toma unas libertades excesivas.

Concluyamos, a la vista de lo anterior, que la obra de Junot Díaz no es plenamente traducible a nuestro idioma. Y si lo es, debe serlo a costa de sacrificar la verdadera idiosincrasia del texto. Es, por tanto, necesario saber que lo que nos gusta de la prosa de Junot Díaz es, en realidad, más obra de la traductora que del propio autor. Reconozco que cuando descubrí el nombre de Achy Obejas -que también tradujo el Óscar Wao– pensé que era un pseudónimo del propio Junot Díaz y soñé con que él era también responsable de las versiones en castellano de sus obras, con lo que este debate hubiera quedado en agua de borrajas. Pero no. Achy Obejas existe y es una escritora cubana con intereses muy parecidos a los de Díaz. Así que si lo que te atrae de la literatura de Díaz es, sobre todo, su prosa, pues a lo mejor no estaría de más comenzar a leer la obra de Achy Obejas. Y si obviamos la cuestión de la “personalidad” de la prosa de Díaz en castellano y nos centramos en su imaginario literario, en la forma que tiene de contar sus historias, en sus estructuras, en su visión del mundo… pues seguramente nos demos cuenta de que a Junot Díaz, por muy genio que sea en todos los ámbitos académicos e intelectuales en los que se mueve, le queda todavía un gran trecho para convertirse en el «fokin monstro” literario que se nos quiere vender.

admin

10 comentarios

  1. Confieso que a Junot Díaz no lo conocía ni de oídas hasta hace sólo un par de meses, cuando lo escuché en un magacín radiofónico hablando precisamente de este libro. En esa entrevista descubrí que por lo visto el tipo es un fiera, pero vaya, que ni de oídas.

    En lo que comentas sobre lo intraducible de su estilo, creo que es algo habitual en muchos escritores de fuerte expresividad. Me estoy acordando, por ejemplo, de Bohumil Hrabal, o de Céline: cuando los lees en castellano tienes la impresión de estar perdiéndote mucho, de que hay muchos matices que se quedan desperdigados en el camino.

    Con esas expresiones espanglish que comentas de Junot, no puedo evitar tararear el «Qué onda güero» de Beck. Es justo ese rollo.

    Abrazo, güena reseña.

    • Bueno, aquí el problema de la traducción surge por una cuestión meramente idiomática que, al intentar corregirla o adaptarla, consigue que el texto en castellano sea mucho más sonoro y atractivo que el original. Ergo…

  2. Con Junot Díaz me ha pasado una cosa rara. Me leí la de Oscar Wao cuando salió y me entusiasmó, me gustó muchísimo. Pero, con el tiempo, el recuerdo, sin que de verdad la haya revisado, que tengo de esa novela ha ido empalideciendo más y más, y ahora la recuerdo como unos fuegos artificiales narrativos, con mucha pólvora, pero poca chicha. Y de hecho, no he tenido interés en leer estos relatos. No sé. Veremos el monstro, cuando llegue.

  3. Con todo el respeto, yo ya lo dije hace 20 años: «Soy un perdedor, I’m a loser baby, so why don’t you kill me?»
    El spanglish puede ser una poderosa arma expresiva, incluso si se limita a reflejar el modo de expresarse de una comunidad concreta, sin pretender causar asombro. En este sentido me acuerdo de Sandra Cisneros, Gloria Anzaldúa, Rolando Hinojosa-Smith o las canciones de El Vez. Sin embargo, lo que aquí el crítico describe (y entiendo que denuncia) brillantemente es un fenómeno más complejo y casi diría que más interesante.
    Para mí el corolario claro es que debemos leer a Achy Obejas, como apuntas.

  4. Matute, viaje a la República, mi amol, y verá como no le suena raro lo de la «pendejada» y esas cosas que señala.

    • Amigo Cris Tal y Tal, viajaré a la República cuando lo hagan los personajes de Junot Díaz…

  5. Sí, Fran, de eso se trata – poneros a leer a Achy Obejas. Esta muchacha es de Chicago; es periodista aquí y escribe ficción pero hace tiempo que no escucho de ella, so me alegro de saber que sigue escribiendo. Fíjate en cómo funciona el espanglish – qué más expresa – en este ejemplo, las palabras de más intimidad – «mija», «tetas» no le salen a la senora en el nuevo idioma, tampoco imagínate – expresión de asombro y aprecio por el milagro de la vida aquí. Es que el sentido de las palabras en espanol cambia un poco – o expresan más en espanglish que en castellano. Bueno, éste es mi pensar. Abrazos, me encanta Estado crítico.

    • Hola Gina, qué alegría leerte por aquí!
      Tú sí que podrás captar perfectamente lo que digo. Con mis comentarios sobre la traducción de la obra de Junot Díaz solo pretendía advertir al lector en castellano. Como digo en la reseña, pienso que el texto traducido es mucho más sonoro y potente que el original y esto es culpa de la excelente, aunque excesiva para mi gusto, traducción de Achy Obejas (seguro que con la connivencia de Junot Díaz, que imagino habrá dado el visto bueno a esa traducción). Así que, sí, buscaremos la obra de Achy Obejas. Ya te contaré.
      Un besote!

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