LUIS ANTONIO SIERRA | En el faldón que acompaña a la edición que he leído de Basilisco, la última novela de Jon Bilbao, se puede leer, entre otras loas al libro, lo siguiente: “Jon Bilbao elabora un wéstern con un pie en el presente” (Vanity Fair). Aunque el diccionario de la RAE relacione el término “wéstern” exclusivamente con el género cinematográfico, no podemos pasar por alto que también se refiere a centenares, si no miles, de obras escritas, de mayor o menor calidad y cuya valoración no viene al caso ahora – aunque, en verdad, sería muy interesante hablar del tema. Muchos de nuestros padres y abuelos – e incido en el masculino plural – fueron ávidos consumidores de novelas del oeste y algunos de sus vástagos tampoco se quedaron cortos devorando la versión infantil de las mismas, esto es, los tebeos. Probablemente, la idea individualista – y, todo sea dicho de paso, muy neoliberal – del justiciero, del hombre de principios, incorruptible y de gatillo fácil fue muy atractiva y útil para la reafirmación del inconsciente patriarcal en este país.
Según me han contado, Jon Bilbao no se encuentra especialmente cómodo con que parte de la crítica haya calificado Basilisco como un wéstern, y he de decir que coincido plenamente con él. Si bien partes de la novela están contextualizadas en este ambiente de hombres solitarios, aventureros, deseosos de conquistar la frontera, esto es, de dominar la naturaleza – siguiendo los mitos fundacionales de los que hoy son los Estados Unidos de América – y, por ello, podríamos afirmar su cercanía a las novelas clásicas del oeste, sin embargo Bilbao no se queda ahí y enlaza la historia del vaquero John Dunbar con la del supuesto alter ego del autor, localizado en un presente nada heroico, trufado de sinsabores, de conflictos internos, de lucha por hacerse con una identidad literaria distinta y distinguible y que nos recuerda por momentos al Rafael Reig de Amor intempestivo.
Entre las bondades de Basilisco habría que destacar el estilo ágil de Bilbao que facilita la inmersión en la novela y que puede llegar a llevar a una lectura casi compulsiva, de lo cual pueden dar fe tanto este reseñista como algún que otro lector con el que he comentado el libro. No solo contribuye ese estilo narrativo a devorar las páginas de la novela. Sin duda, también lo hace la trama, la tensión, los giros de guion en la historia de Dunbar, pero también las cuitas y conflictos del protagonista del presente que tampoco nos dejan indiferentes: su relación con su mujer, sus paranoias ante la visita del exnovio de esta, su respuesta a los góticos que lo desafían en el cementerio y la imagen que da a su hijo, la distancia física y emocional respecto a sus padres, o la vuelta a la casa familiar en la que se autoexilia. Son muchos los matices que la historia del alter ego del autor nos plantea y son otros tantos los que nos pueden llegar a tocar directamente, entre otras cosas porque, de una manera u otra, nosotros mismos podemos ser a ratos este personaje.
Otra circunstancia llamativa de la novela es el profundo conocimiento del autor de las claves, los tópicos, la técnica narrativa que conlleva la confección de las novelas del oeste. Pero no solo basta con el conocimiento, sino que es imprescindible tener la maestría suficiente para plasmar todo ello en los capítulos que nos llevan a ese Estados Unidos todavía por conformar geográfica y políticamente. Probablemente la formación de Bilbao como anglista haya contribuido a ese dominio del género, aunque este sería imposible si no hubiera un buen lector detrás del conocimiento de las temáticas y las técnicas.
A pesar de todos estos elementos mencionados que le dan presencia, cuerpo y mucha calidad a Basilisco, existen otros que le hacen perder fuelle en ocasiones. Así, por ejemplo, la transición entre la historia del pasado y la del presente a veces se ve excesivamente forzada para que encaje en la narración. Por otra parte, los elementos semioníricos y surrealistas que impregnan dichas transiciones no acaban de convencer a este reseñista, aunque, para ser sinceros, este detalle no lo he contrastado suficientemente con otros lectores de la novela de Jon Bilbao y puede que se deba a mis propios prejuicios literarios. De cualquier manera, tanto el episodio de la exploración de la cueva en la historia del pasado y en la del presente, así como la figura de la araña son elementos alegóricos que, quizás, más que orientar al lector hacia los fines que persigue el autor, lo que finalmente consiguen es descolocarlo dentro de la narración. Pero, insisto, toda esta argumentación está abierta a debate y puede que solo se deba a las manías literarias que cargamos y que pueden condicionar, en este caso, la valoración de esta novela.
Basilisco (Impedimenta, 2020) | Jon Bilbao | 304 páginas | 22,00 euros.