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Mucho más que una reina

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Dos veces intro. En la carretera con Patti Smith

Michael Stipe

Sexto Piso, 2012

ISBN: 978-84-15601-11-1

128 páginas

22 €

Traducción de Raquel Sevilla Guillén

 

Daniel Ruiz García

Si tengo que hablar de Patti Smith me pongo fantástico y digo que es posiblemente la encarnación más lograda en formato pop de la figura mitológica de Lilith. No está sola en ese podio: como un río, el símbolo de la mujer puta y rebelde, independiente y libérrima, sensual y turbadora, está presente en todas las épocas de la cultura occidental, pero sólo en el siglo XX, y en torno a la música, es reconocible en figuras como Janis Joplin, Marianne Faithful, Anita Pallenberg o, más recientemente, PJ Harvey, por nombrar sólo a algunas. Sin embargo diría que es en Patti Smith donde el símbolo cuaja con mayor precisión y grandeza, probablemente por esa ambigüedad sexual que transmite su imagen y que ella evita desmentir en sus propias letras y también por ese gusto por lo telúrico y el retorcimiento en su puesta en escena y en sus composiciones musicales más célebres. En ese hermoso canto al amor que es Éramos unos niños, Smith acabó de redondear ese dibujo, mostrando sin tapujos todos los detalles de su turbadora relación con el fotógrafo Robert Mapplethorpe, carcomido por el SIDA como consecuencia de una vida consagrada a la elegancia y los excesos. Mapplethorpe no es sólo el gran testimoniador gráfico del punk neoyorquino y del desnudo masculino como objeto artístico: también es el autor de las mejores fotografías que jamás se harán de Patti Smith, en las que ha quedado encerrado su icono, comenzando por la portada de su primer disco, el mítico Horses.

patti-smith-1976-mapplethorpeEn algunas de las fotos tomadas por Mapplethorpe, Patti Smith transmite una sofocante turbación. La sensación de compasión convive de forma incoherente con una gran potencia y seguridad, componiendo un rostro lleno de grandeza: la grandeza de un animal dañado. Pasando por alto la intención de pose de todas ellas (Rimbaud siempre ha sido el poeta de cabecera de Smith, al que envidiaba su malditismo), el hecho es que, vistas en la distancia, todas esas postales contribuyen a rematar un dibujo que resulta enormemente coherente y poderoso en su dimensión simbólica. Smith sobrevivió al drama de ser madre prematura, a situaciones de semiindigencia, a la turbulenta explosión punk de los 70 en Nueva York. Vio morir a compañeros devastados por la heroína -no: a pesar de su aspecto, a ella nunca le dio por la cuchara-, durmió en los pasillos del Chelsea Hotel y cerró el CBGB y el Max muchas noches. Sobrevivió a la presión de convertirse en asidua de la Factoría de Warhol, fue de canutos con el demente -y sobrevalorado- Burroughs y con el intenso Ginsberg, se encamó y tuvo descendencia con Fred “Sonic” Smith, y lo que es más difícil: fue capaz de reponerse a las horripilantes ‘performances’ teatrales del pelma de Sam Shepard y labrarse tras ello una carrera «seria«.

Entre las fotos de la joven Patti Smith tomadas por Mapplethorpe y las fotos que ocupan el cuerpo de este libro han transcurrido 30 años. Tras la muerte del guitarrista de los MC5 y de su propio hermano, Smith decidió, a modo de terapia, volver a la carretera, en esta ocasión -año 95- en una minigira junto a Bob Dylan, gracias al empeño personal de sus amigos Michael Stipe (REM) y Allen Ginsberg.

El libro Dos veces Intro: En la carretera con Patti Smith recoge distintos momentos de esa minigira, en la que participó activamente Stipe, quien ejerce, a la vez, de notario y de ‘groupie’, tomando diversas fotografías que son las que componen el cuerpo gráfico principal del libro. El resto son textos diversos, tomados aquí y allá, y presentados a la manera del ‘cut-up’ propio de Burroughs, es decir, de manera fragmentada, artesanal, como cortados y esparcidos por descuido. Uno de los textos es de hecho del propio Burroughs, quien se encarga de remarcar una vez más la dimensión de Smith como Lilith del pop: “Su efecto en el público es electrizante -asegura-, comparable con los rituales vudú o umbanda, donde los miembros de la audiencia se convierten en participantes, y literalmente se transportan fuera de sí mismos”.

Pero lo más conmovedor del libro no son los textos. Gracias a la preciosa edición -creo que lo he dicho ya; si no lo digo otra vez: qué bien que edita esta gente de Sexto Piso-, las fotos adquieren todo el protagonismo en las páginas. Son, en muchos casos, fotos sucias, con gránulo, la mayoría en blanco y negro. Fotos que abarcan diversos aspectos de la gira de Smith, desde una mueca de sonrisa hasta la punta de una bota. Y las más contundentes, como era de esperar, son las del icono: cuando Patti mira al objetivo, y la vemos cansada, vieja, con un punto demacrado, pero aun así, al mismo tiempo, invencible. Desvalida y a la vez poderosa, como la Lilith del mito, como esa primera mujer creada no de la costilla de Adán sino al mismo tiempo que éste, indomable y pertinaz, valiente y derrotada antes de haber luchado siquiera. Y es entonces, al cotejar las fotos con aquellas de Mapplethorpe de hace cuarenta años, cuando descubrimos que a pesar de las derrotas, a pesar de las lágrimas, a pesar de la vida perra, su mirada sigue conservando el mismo poso de rabia e insolencia. Sobre ese poso se construye su mito, que es mucho más ancestral que su condición de Reina del Punk.

admin

9 comentarios

  1. Caballero, es un placer ver que otro estadista comparte mi fanatismo pattismithtiano. Lo único que no comparto es la crítica a Sam Shepard, del que siempre recuerdo su guión de París, Texas o sus papeles en Días de cielo o Frances. Saludos

  2. Buen bicho, la Patti… Fundamental, musicalmente hablando, su relación con el guitarrista Lenny Kaye…

    • Amigo Chris, sí, «bicho» es algo bueno. No sé si conoce el «dicho» que reza «bicho malo nunca muere»… Pues eso.

  3. No digo que no me interese Shepard. Pero creo que se pasó de intenso en determinados momentos. Y en los últimos tiempos se ha vuelto bastante diarréico. Pienso.

    • A Shepard le entró el virus ese del «Hombre del Renacimiento», ciertamente…

  4. Chris Pante, creo que nos conocemos. ¿Tu hijo no se llama Chris Pis? Me lo desayuno todas las mañanas. Con semidesnatada, por supuesto, por aquello del Cool Esther All.

  5. Chris Pante, deje el jijí y vuelva al trabajo. Es usted un borrego, usted y los que lo mandan a usted.

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