LUIS ANTONIO SIERRA | Hay una editorial independiente en este país, Lengua de Trapo, que, desde hace unos años – concretamente desde 2021 – entendió que España necesitaba unos nuevos Episodios Nacionales. Siguiendo el mismo espíritu que Galdós, aunque con una perspectiva radicalmente contemporánea, comenzaron a recorrer distintos capítulos de la historia más reciente de nuestro país con la publicación de la novela Soñó con la chica que robaba un caballo, firmada por Sabina Urraca, que abordaba el mayor atentado que ha sufrido España, el del 11 de marzo de 2004, y sus consecuencias. La literatura como catalizador de nuestra historia sociopolítica, la ficción como soporte para poder entendernos mejor: esta es la finalidad.
Once episodios llevan publicados hasta la fecha, los cuales recorren capítulos como el 15-M, los Juegos Olímpicos de Barcelona, o cuestiones tan interesantes como el movimiento okupa (fascista y antifascista) o la monarquía. La perspectiva en ninguno de estos libros es complaciente con los hechos, el análisis que se hace a través de las narraciones es crítico y radical. Y, lógicamente, en esa misma línea se encuentra la novela Dicen que ha muerto Garibaldi, del periodista Jacobo Rivero, penúltima entrega, de momento, de los Episodios Nacionales. Este libro, encuadrado en el género negro, bebe de los clásicos y podría servir como ejemplo para ilustrar la tipología de la novela de detectives que desgrana Tzvetan Todorov en su ensayo The Poetics of Prose. Siguiendo al filósofo búlgaro, la novela de Rivero nos cuenta dos historias que sustentan la narración, es decir, la del crimen y la de la investigación. A partir de ahí, lógicamente, surgen otras igualmente interesantes que van paralelas al andamiaje estructural de la novela.
Pero, más allá de la construcción formal, interesa más, si cabe, el contenido. El autor utiliza la excusa de un asesinato en el polideportivo Magariños y la búsqueda del responsable, emprendida por la pareja de detectives de turno, para diseccionar aspectos marginales – pero muy interesantes al mismo tiempo – del período bautizado por la historiografía como Transición española. La presencia del mundo del deporte, en concreto el baloncesto, el protagonismo adquirido por un equipo como el Estudiantes en la élite nacional, el origen de este club en un instituto público como el Ramiro de Maeztu, la creación de La Demencia – los animadores más fanáticos del equipo –, las raíces franquistas de parte del alumnado de este instituto localizado en la “zona noble” de la capital del estado. Todos estos ingredientes se mezclan en un contexto en el que nuestro país empieza a desligarse, más o menos, de las ataduras de la dictadura, donde, además, la libertad de expresión va abriéndose paso, así como el consumo de estupefacientes, pero donde, también, los viejos tics del pasado se siguen manteniendo: la “gente de orden” sigue manejando los hilos económicos – recordemos eso de que con la muerte del dictador se dejó todo “atado y bien atado” –, o los nostálgicos del régimen se emplean, violentamente si es necesario, contra quienes defienden la democracia.
Por otra parte, esta novela es también el retrato de una familia a la que el fin de la dictadura pilla con el pie cambiado, una familia que intenta coger el ritmo de los nuevos tiempos y, en parte, lo consigue a pesar de las inevitables ovejas negras que van a provocar silencios y secretos inconfesables que en última instancia serán revelados gracias al empeño de otros interesantes personajes: los inspectores de policía encargados de descubrir al asesino. Lo primero a destacar es el trabajo en pareja de un hombre – Manuel Padilla – y una mujer – Montse Robles –, pero, sobre todo, la no subordinación de la mujer al hombre. Tradicionalmente, cuando en este género se trabaja en pareja, el protagonismo reside en uno de los dos investigadores quedando el segundo relegado a un papel complementario, de muleta del detective principal, cosa que no se contempla en este libro. Otro aspecto muy relevante es la crítica que se hace a través del inspector Padilla del, vamos a llamarlo así, posicionamiento ideológico de la mayoría de los componentes de nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad del estado entre los que las ideas de extrema derecha campan a sus anchas y los convierten en individuos peligrosos. Sería algo así como poner al zorro a cuidar de las gallinas.
Así pues, necesitamos más libros como este; es urgente que se sigan publicando narraciones que nos pongan frente a las realidades de este país nuestro para estremecernos, para hacernos reflexionar, para cuestionar la oficialidad con argumentos. Por ello, hay que agradecer a Jacobo Rivero por escribir Dicen que ha muerto Garibaldi, y felicitar a Lengua de Trapo por su revisión de la idea de los Episodios Nacionales.
Dicen que ha muerto Garibaldi (Lengua de Trapo, 2023) | Jacobo Rivero |226 páginas | 17,50 euros