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Novela negra con guasa

RAFAEL ROBLAS | “Llévate este”, me dice el amigo Fran –mi librero de guardia–, poniéndome en las manos un pequeño volumen de rojo margen. “Además, el protagonista es del Betis…”. No baja su guardia mercantil, sabedor de mis debilidades futbolísticas y conociendo esa querencia hacia la literatura localista que acapara siempre mis horas muertas. Lo miro con desconfianza –al breve librillo, no a Fran– y, al fin, me decido. ¡Qué demonios! ¡Vamos a darle una oportunidad! Y pico. Una vez más.

Así es como entran en mi casa Las aventuras del ingenioso detective Frank Stein, la obra de un desconocido Juan López-Herrera que, al parecer, y según reza en las solapas del producto recién adquirido, se gana la vida como diplomático lejos de su Sevilla natal. Se trata de una breve novela, de modestas pretensiones, que tiene por protagonista al peculiar Paco Mancha (efectivamente Frank Stein –no confundir con el monstruo– en la lengua de Shakespeare), un humilde funcionario currista, bético y fiel admirador del cante de Bambino que, por una sobredosis de lecturas policiacas, pierde la chaveta y termina por lanzarse al campo minado de su ciudad como detective privado, buscando infructuosamente que se imponga la justicia sobre crimen y que los malos acaben entre rejas, su lugar natural. Para ello –eludiendo aquí la vigilancia de sus amigos más cercanos, esto es, de la librera Macarena y del quiosquero Pepe– se endilga una cochambrosa gabardina y un borsalino demodé y, tras una primera tentativa fallida, convence a su vecino –un tieso que responde al nombre de Bartolo Andorga– para que lo acompañe en sus disparatadas aventuras.

¿Les suena el argumento, verdad? Sin embargo, en contra de lo que pudiera parecer, la falta de originalidad y lo previsible de la narración no terminan por desmoronar la trama imaginada por López-Herrera con el doble objetivo de rendir sendos homenajes al Quijote, por un lado, y a la novela negra, por el otro. Bien es verdad que tampoco pierde el escritor de vista el primer axioma del buen novelista: “Para que un relato no se venza estrepitosamente sobre sus cimientos, se hace necesario esconder bajo la manga al menos dos ases fundamentales de la baraja. Uno, el del dominio del oficio narrativo. Dos, el del conocimiento exhaustivo del objeto homenajeado”. El autor juega ambas cartas con excelente maña, encontrándose los dos presupuestos bien presentes en el texto y añadiéndose una dosis extra de ironía y de sarcasmo, por lo que puede decirse que López-Herrera supera la prueba con nota y estas aventuras terminan por convertirse en una delirante sucesión de escenas que constantemente llevan al lector de la risa a la reflexión profunda, del retrato de la actualidad más inmediata a la parodia más surrealista, de la fantasía a la realidad.

Así, el detective Frank Stein va atravesando las páginas de la narración saltando de homenaje en homenaje, bien frecuentando episodios paralelos que, desde el mismo título, remedan las primigenias aventuras del ingenioso hidalgo de la Mancha (Del curioso escrutinio que la librera y el quisquero hicieron en la biblioteca de nuestro ingenioso detective; Que trata de cómo nuestro sagaz héroe y su fiel ayudante Bartolo Andorga prepararon una nueva salida en comandita; De las admirables cosas que dentro del palacio de San Telmo sucedieron al valiente Frank Stain, cuya imposibilidad y grandeza hacen que se tenga esta aventura por apócrifa); bien persiguiendo en sus disparatadas aventuras el rastro de sus admirados ídolos de ficción –Toni Romano, Bevilacqua, Mario Conde, Plinio–, hasta aterrizar casi al final del trayecto junto a la mesa del gran Pepe Calvalho, en un enloquecido doble tirabuzón barcelonés que, de nuevo, rinde pleitesía a la inigualable obra cervantina.  

Sin embargo, bajo la aparente banalidad e inocencia de Las aventuras del ingenioso detective Frank Stein, el autor va entremetiendo, entre col y col, la lechuga de la crítica. Sonrisa y crítica. Crítica y sonrisa. Una crítica social que mira de frente e interroga desde la anonimia de la ficción a gran parte de la clase política andaluza y nacional; que denuncia problemas tan vigentes como el de la corrupción, el del clientelismo, el del tráfico de influencias, el del nepotismo o el de los nacionalismos excluyentes. La fórmula del contrapeso es muy antigua: gravedad y ligereza. Miel y acíbar. Y a pesar del tono amable de la novelita, es una moraleja amarga la que se queda en el paladar del lector cuando este asiste a la despedida final.

“Desengáñate, Bartolo. El problema no es que se denuncie la corrupción en la prensa, sino que los ciudadanos estemos realmente dispuestos a luchar contra ella, contra los abusos de poder y contra las pequeñas corruptelas en nuestra vida privada, en nuestro trabajo, en nuestro barrio… Se nos va la fuerza por la boca criticando en la barra del bar, pero nadie toma una actitud. Todos somos culpables”.

Y poco más voy a extenderme en la presente reseña; no porque la novela merezca mi silencio, sino por evitar el destripe íntegro de la misma. No obstante, sería inadmisible olvidar una última brizna de humor presente en sus páginas: las hilarantes portadas que ha perpetrado el dibujante Leonard Giovanni, parodiando junto a cada uno de los motivos principales de cada capítulo, las más punteras ediciones y colecciones de novela negra. Desde Planeta a Emecé. Desde Bruguera a Destino. Una gamberrada que encuentra su prolongación en la web de la editorial Funambulista, donde el curioso lector podrá localizar los originales y proceder así a la inevitable comparación. “¿Me quedo con el original, o con la copia?”.  

***

Un día de estos, aprovechando el nuevo horario comercial impuesto por la pandemia, he de pasarme por mi librería de cabecera. Y buscaré a mi amigo Fran para comentar con él la lectura. También le adelantaré que pienso mentarlo en Estado Crítico. Imagino que le hará ilusión. Al fin y al cabo, es lo menos que puedo hacer para agradecerle, no solo las sonrisas que me han proporcionado estas andanzas del bético Paco Mancha, sino también el descubrimiento de ese esperanzador rayo que brilla tras la valiente narración de Juan López-Herrera, un diplomático –para mí, hasta ahora, desconocido– que al parecer se gana la vida lejos de su Sevilla natal y que, entre pamplina y pamplina, denuncia verdades como puños.

Las aventuras del ingenioso detective Frank Stain (Funambulista, 2020) | Juan López-Herrera | 220 páginas | 15,20 euros

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