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Objetivos cumplidos y preguntas abiertas

 

Cada cual y lo extraño

Felipe Benítez Reyes

Destino, 2013

ISBN: 978-84-233-4655-4

170 páginas

18 €

 

 

 

Juan Carlos Sierra

Cada cual y lo extraño, el nuevo libro de relatos de Felipe Benítez Reyes -en adelante FBR-, llama en primer lugar la atención por el reto que propone en cuanto a su estructura: escribir un relato para cada uno de los meses del año. No se trata de una tarea fácil, ya que si bien existen meses con un marcado significado en el inconsciente colectivo y en los usos y costumbres mayoritarios, hay otros más insulsos a los que hay que arrancarles una historia casi a regañadientes.

En este sentido, la mayor parte de los relatos incluidos en este almanaque literario cumple con su objetivo y los que parecen estar al margen como, por ejemplo, el dedicado a septiembre -«El brigada ilustrado», una historia sobre el servicio militar- se sostienen por sí mismos sin necesidad de excusas temporales. No obstante, quizá sea «Segundas rebajas» -febrero- el más forzado aparentemente, el que de forma más tangencial relaciona el mes elegido, lo narrado en él y la excusa del hábito comercial de las rebajas -por cierto, últimamente tan ubicuo-; sin embargo, FBR resuelve esta supuesta inconexión con una historia que va más allá de la mera anécdota temporal para, en clave casi alegórica, hacer que todo cuadre, que el título extienda sus redes semánticas sobre todos los meses y todos los años de toda una vida, la de la tía Ana, protagonista del relato.

Por otra parte, si un cuento, entre otras condiciones, ha de sobrecoger al lector y zarandearlo con un final contundente, sorprendente, pero verosímil con la historia narrada, el conjunto de los recogidos en Cada cual y lo extraño también cumple con esta premisa. Especialmente elocuentes al respecto son los titulados «El mago y los ojos» -enero-, «Un examen de química» -marzo- y el ya mencionado correspondiente al mes de septiembre «El brigada ilustrado». Como es natural, no vamos a desvelar nada de ellos; solo pretendemos advertir al potencial y futuro lector de su potencial y su futuro placer en caso de que decida acercarse a ellos.

Con estos dos datos técnicos, quizá algo fríos -arquitectura externa e interna-, aun tratados con absoluta corrección por FBR, no basta para construir un libro solvente, porque sabemos que, por poner un ejemplo análogo, un constructor de versos perfectos no es un poeta. Es algo más lo que hace de un libro correcto un buen libro. En el caso de Cada cual y lo extraño ese extra imprescindible se puede rastrear en el peculiar y muy personal estilo de FBR, especialmente en el cuidado para elegir el adjetivo más expresivo e inesperado -o expresivo por inesperado- y una sintaxis de naturaleza paradójica y juguetona -o paradójica por juguetona, y viceversa-.

Y con todo ello la vida narrada en los relatos de Cada cual y lo extraño, por sencilla que parezca, se convierte en fantasmagoría, en un ejercicio de funambulista, en un truco de «birlibirloque» y el mundo, por consiguiente, es algo difícil de explicar, sorprendente y ridículo al mismo tiempo, con su punto esperpéntico en lo que se ha convenido en llamar «la normalidad» y, por tanto, supuestamente tiene apariencia de «normalidad» -sea eso lo que sea-.

Recuerdo vivamente un poema de FBR llamado «Estampa matinal», de su libro del año 2000 Escaparate de venenos, que finaliza con la misma pregunta que le queda sostenida en la mente al lector de este Cada cual y lo extraño: “¿Y qué es la realidad? / ¿Y qué es / la realidad?”. Aquí quedan planteadas las preguntas; que cada cual, si puede, encuentre sus respuestas.

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