ANTONIO RIVERO TARAVILLO | Ramón Andrés viene publicando ensayos estupendos en la editorial Acantilado: Johann Sebastian Bach. Los días, las ideas, los libros (2005), No sufrir compañía. Escritos místicos sobre el silencio (2010), Diccionario de música, mitología, magia y religión (2012). El luthier de Delft. Música, pintura y ciencia en tiempos de Vermeer y Spinoza (2013) y Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente (2015), en el que se mide nada menos que con el Biathanatos de John Donne. Ahora reúne sus poemas y aforismos en Lumen y lo hace con un criterio infrecuente: ofrecer primero los poemas más recientes de un libro inédito (escrito entre 2013 y 2105) y a continuación una selección de poemas anteriores procedentes de sus libros ya publicados, como señala Andreu Jaume en su “Nota de edición”. Y resulta ser un poeta muy estimable Ramón Andrés, que brilla por derecho en composiciones como “Visión” o “Rectas disjuntas” de Siempre génesis, donde leemos: “Quien empieza a escribir este poema / y el que va a terminarlo / no son el mismo hombre.” Los poemas de los libros anteriores que han superado el escrutinio han sido ahora reordenados, mezclando composiciones de Imagen de mudanza (1987), La línea de las cosas (1994) y La amplitud del límite (2000). Del primero de estos es el más que notable “Poema discursivo de un estoico”, que merece ser transcrito entero: “Si nadie muere antes de su hora, / y todo fluye exacto / –el pulso, el mar, las piezas / de aquel reloj que desarmó Pascal–, / no le pidas al tiempo muchos años, / sino los suficientes, / ni más agua que el cuenco / para aliviar la frente al moribundo.”
Es una poesía rica en alusiones culturales (literatura, música, mitos) pero que no hace ostentación de ello a lo novísimo (pienso en José María Álvarez). También abunda en referencias a su tierra navarra y a la vasca (y no solo a la tierra, también a la mar cantábrica, que salpica un puñado de versos). Siempre la observación oportuna en esta poesía. En “Las quejas”: “Los poetas, siempre pensando / en la proa hundida, en vez de cantarla / al surgir de las olas.” Hay poco ensimismamiento y mucha mirada al mundo en derredor y a las páginas y vidas de otros escritores, porque como él mismo expone en uno de sus aforismos: “A los grandes, a los decisivos e implacables, no se les puede leer sin sentirse aludido.”
También la presentación de los aforismos atiende a una cronología inversa: tras los inéditos de Puntos de fuga (escritos entre 2012 y 2015) vienen los de Malas raíces y Los extremos (libro ya aparecido en Lumen en 2011). El segundo de estos libros es un prodigioso, tan culto como entretenido, catálogo de etimologías “funestas”, trufadas de erudición y de una chispeante capacidad para establecer conexiones.
Destilan mucha sabiduría los aforismos de Andrés: “La afirmación, un ancla que enturbia el fondo”, “No ceder al miedo, a lo que creemos predestinación. A menudo, todo queda atrás antes de que ocurra”, “El teatro es un arte enigmático. Se representan nuestras miserias, y luego aplaudimos” o “El narcisismo moderno: reflejarse en la nada, ahogarse en ella.” Alguno es incluso un breve, intenso poema, como estas dos líneas que son en realidad espléndidos versos, un heptasílabo seguido de un alejandrino: “No el azar, no los dedos: / la rotación del mundo moldea las vasijas.”
Poesía reunida. Aforismos (Lumen, 2016) de Ramón Andrés | 352 páginas | 23,90 € | Edición de Andreu Jaume