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Otro mural

9786070730917ANTONIO RIVERO TARAVILLO | En el texto de contracubierta de este libro, entre las alabanzas de rigor y las muy escogidas palabras que tratan de prender la atención lectora, destaca un sustantivo que abre la última frase, epítome de lo expresado en los párrafos anteriores: “un mural que recoge la atmósfera cultural y artística de México.” Efectivamente, Dos veces única es como uno de los murales de Siqueiros, Orozco o el propio Diego Rivera, esos retratos corales en los que, como en el castillo de Chapultepec o el antiguo hotel de El Prado (hoy en el museo de la Alameda) aparece hasta el último que pasaba por allí.

Lupe Marín fue mujer primero de Rivera, con quien tuvo dos hijas, y luego del poeta y crítico, además de químico inquieto y trágico, autoemasculador y suicida, Jorge Cuesta, con quien tuvo un varón al que repudió: Antonio. Sobre ella ha fijado su atención esta vez Poniatowska, tras sendos libros parecidos: Tinísima (sobre Tina Modotti, que aparece también fugazmente en Dos veces única) y Leonora (sobre Leonora Carrington), aunque tiene otros en la misma línea como El universo o nada (donde es protagonista su marido el astrónomo Guillermo Haro) o querido Diego, te abraza Quiela (sobre la primera mujer de Rivera). La investigación, las entrevistas a los personajes de carne y hueso, son algunos de los ingredientes de este tipo de biografías noveladas en la que la autora tiene por una parte que dar detalles reales (a veces en exceso) y por otra inventar (sobre todo los diálogos que dan inmediatez y verosimilitud a lo narrado). Pero el efecto es el de recrear magníficamente épocas y ambientes. Así sucede con Dos veces única.

La protagonista es todo un carácter, un personaje fuerte, pero también tirano, voluble, fustigador de su propia familia y que llega a maltratar y pegar a sus hijas. Con los nietos sería igualmente arbitraria en la atribución de predilecciones e insidias, y en cierto momento hacia el final de la novela les dice a aquellos, reunidos: “Tú, Juan Pablo, me gustas para que te eches un coctelito de somníferos; tú, Diego Julián, para que te ahorques; tú, Juan Coronel, date un balazo y así honrarás tu nombre de corrido; tú, Ruth, córtate las venas, y a ti, Pedro Diego, siempre tan llorón, te conviene tirarte al paso del tren y acabar una vez por todas…”. Se enfrenta a Rivera, con quien consiguió casarse por la Iglesia, y a Cuesta. Y se codea con los poetas de Contemporáneos, aunque por Salvador Novo sienta un odio feraz que da en algún episodio chusco cuando ya es una señora de edad avanzada y no menguada malevolencia. Pellicer y Owen también aparecen en estas páginas. Y Xavier Villaurrutia, de quien se citan los conocidos versos de “Nocturno en que nada se oye”: “Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro / cae mi voz / y mi voz que madura / y mi voz quemadura / y mi bosque madura / y mi voz quema dura / como el hielo de vidrio / como el grito de hielo / aquí en el caracol de la oreja / el latido de un mar en el que no sé nada / en el que no se nada.” Es buena esta amalgama elástica y proteica de las palabras ebrias para dar idea de lo maleable de los sentimientos que pasan de la pasión a los celos, del deseo al desprecio.

El mundo del arte, con pintores y galeristas, también está muy representado, habida cuenta las muchas personalidades que Lupe conoció: sin ir más lejos, la siguiente esposa (ya solo por lo civil) de Rivera: Frida Kahlo (de quien hay un  retrato juvenil en el reciente libro de poemas De lo poco de vida, de Marco Antonio Campos, en que es feliz antes del dolor y la marihuana). Y la moda, el periodismo, la política también ocupan su espacio en el libro.

México es un país fascinante, pleno de relieve y desigualdades, que no deja de atraer interés, como ha demostrado Patrick Deville en otra novedad editorial, Viva, donde recrea los pasos por aquella tierra de Traven, Cravan, Lowry, Trotski y, cómo no, Rivera y Kahlo. Poniatowska lo transmite poderosamente en su modo de hablar, no solo lleno de mexicanismos sino también de inflexiones y modalidades sintácticas; en su gastronomía, en la evocación de lugares, ya sean San Ángel, Cuernavaca o la Casa Azul de Coyoacán, más los escenarios europeos de no pocos viajes. Quizá pierda tensión en los meandros familiares, acaso no siempre necesarios para el desarrollo de la trama, que a veces se desenfoca. Hay episodios, por el contrario, que se resuelven sumariamente o apenas se esbozan y quedan apuntados en su elipsis (así la separación de Rivera, el Panzas, y Lupe). Pero pocas veces desfallece la autora, que cada poco tiempo brilla en alguna frase o descripción potentes. El final está muy bien abrochado, con ese eco de un episodio infantil de la hija mayor de Lupe, Lupe llamada igualmente, que habla de la dureza de la madre, de las persistencia de recuerdos y traumas.

Narrada en un presente que se estira a lo largo de varias décadas que abarcan violencias, un terremoto (aunque no ya el de 1985, poco después de morir Lupe) y la matanza de Tlatelolco (ya contada por Poniatowska en otro libro), Dos veces única es la crónica no tanto de una escritora secundaria como de una sociedad que, piedra imán, atrae al que la conoce tanto como a veces lo repele por sus tensiones, fallas e injusticias. [Publicado en Clarín]

Dos veces única (Seix Barral, 2016) de Elena Poniatowska | 416 páginas | 20 €

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