«En la modernidad tardía, ya no vamos en busca de una nueva patria; la ausencia de patria es, de una manera radical, nuestro destino».
MANUEL MACHUCA | Hay una imagen usual en cualquier cruce regulado por semáforos de nuestras ciudades que a un andarín urbano como yo le llama la atención desde que se echa a la calle antes del amanecer invernal. La prisa, el estrés tradicional de los conductores de automóviles, se ha trasladado a las aceras, y no me refiero únicamente a los ciclistas y usuarios de patinetes eléctricos que pululan por carriles bici diseñados para una vida más sana y que han terminado por convertirse en vías rápidas de circulación, sino a los propios peatones. No importa que sea día laborable o festivo, ni siquiera la hora: solo la peligrosidad del tráfico impide a un viandante atravesar una calzada con el semáforo en rojo. Y eso, si es que la persona susodicha se molesta en cruzar por un lugar autorizado, que esa es otra.
La prisa, el correr siempre cada vez a más velocidad para llegar a lugares donde no se nos espera, es una patología común que pensábamos solo afectaba a los habitantes de las grandes urbes y que se ha hecho epidémica por haberse trasladado ya a cualquier enclave urbano. Es una impaciencia que se palpa, que se masca, que rasga el ambiente en esos cruces de avenidas anchas y transitadas en los que saltarse las normas sería suicida. Sujetos, y sujetas, teléfonos en ristre, miran desesperadamente el wasap con la expectativa de que entre un nuevo mensaje que alivie la espera en el semáforo, entran al Facebook a megustear las fotos o los pensamientos de cualquier filósofo digital, incluso mantienen conversaciones a través de auriculares inalámbricos que terminan por conformar un escenario propio de aquellos antiguos manicomios que la democracia abrió, quizás por prever que los que vivíamos fuera estábamos aún más locos que sus antiguos inquilinos, tal y como estas imágenes urbanas sugieren.
Por estas razones, una entrevista al filósofo y sociólogo alemán Hartmut Rosa (Lörrach, 1965), el padre de la aceleración y la resonancia, con motivo de la publicación en España de este ensayo de carácter divulgativo, suscitó mi curiosidad por estos conceptos que se resumen en un libro de apenas cien páginas si excluimos el prefacio del escritor y periodista francés Alexandre Lacroix, redactor de la revista Philosophie Magazine.
Rosa divide el libro en cinco partes, la primera de las cuales se titula Diez tesis para comprender la modernidad, y a la que siguen Impresiones de un viaje a China, El nacimiento del concepto de resonancia, Hablo al mundo y me responde para finalizar con La patria en la era de la globalización.
En la primera parte, Hartmut Rosa formula de manera resumida una decena de tesis características del mundo de la modernidad tardía en el que nos encontramos, analizando los síntomas y consecuencias de que la sociedad moderna se manifieste incapaz de estabilizarse si no es de manera dinámica por estar sistemática y estructuralmente concebida para necesitar crecer de forma permanente y transformarse y volverse cada vez más rápida para poder conservar su estabilidad. La prisa que nos agota.
En la segunda, Rosa, considerado por su prologuista como el heredero más prominente de la Escuela de Frankfurt, representada anteriormente por pensadores de la talla de Theodor Adorno, Herbert Marcuse o Walter Benjamin, reflexiona sobre la alienación y la aceleración en la China actual, un país que conjuga de forma cuanto menos desconcertante y paradójica, el capitalismo económico y el comunismo político.
La tercera parte, y más breve, se dedica al concepto de resonancia:
No queremos simplemente que nos quieran, que nos respeten, que nos admiren o nos aprecien; también queremos que nos conmuevan y conmover, buscamos conectar.
La cuarta parte la constituye una entrevista que Lacroix hace a Rosa en la que el autor desarrolla su pensamiento y expone cuatro criterios que deben darse para que un hecho produzca resonancia: que nos conmueva; que seamos capaces de reaccionar, de responder a la conmoción; que produzca una transformación en nosotros; y que todo esto no haya sido planificable.
La última sección se dedica a las consecuencias que la nueva modernización tiene sobre el concepto de patria. Rosa defiende que la modernidad tardía en la que vivimos constituye lo que el sociólogo Zygmunt Baumant reflejó como el regreso y la venganza de los nómadas, los no- sedentarios de la modernidad y que será la ausencia de patria nuestro destino.
Interesante este libro divulgativo de Hartmut Rosa, al menos para un lego como yo, para tratar de encontrar una explicación al loco mundo en el que vivimos. Una obra apta para cualquier público, aunque, eso sí, para leerla sin prisas. Y, por supuesto, queda prohibido hacerlo por la calle, por miedo a atropellos y encontronazos desagradables con víctimas de la época que nos ha tocado vivir.
Remedio a la aceleración (NED Ediciones, 2019) |Hartmut Rosa|125 páginas|12,25 euros| Traducción de Júlia Ibarz