1

París también existe

La hierba de las noches

La hierba de las noches

Patrick Modiano

Anagrama, 2014. Colección «Panorama de narrativas»

ISBN: 978-84-339-7894-3

166 páginas

14,90 €

Traducción de María Teresa Gallego Urrutia

 

 

Rafael Suárez Plácido

A veces, uno duda si lo que le atraen son los autores o los traductores, o si es que ambos comparten la autoría de los libros que más le interesan. Es curioso: de los tres novelistas franceses que sigo con mayor interés, dos, Pierre Michon y Patrick Modiano, están siendo traducidos por María Teresa Gallego Urrutia. El tercero, Pascal Quignard, tiene un elenco de traductores más variado. Soy consciente de que esto tiene que ver con la editorial que publica actualmente la mayor parte de sus libros y, realmente, Modiano ya tenía muy buenas traducciones en nuestra lengua antes de que el tándem Anagrama-Gallego Urrutia se hiciera cargo de verter en nuestro idioma sus novelas. Pienso en Carlos R. de Dampierre o en Alberto Conde o en Marina Pino o, más recientemente, en Adoración Elvira. Pero hay que reconocer que Gallego Urrutia va sumando hitos, con enorme calidad y coherencia, en las traducciones de esa maravillosa obra en marcha que es la de Modiano, en mi opinión, el novelista vivo más importante de cuantos he conocido hasta el momento.

No soy el único que piensa así. Existe un grupo de escritores que piensan algo parecido, no sé si con tanta contundencia ni si esta contundencia es aconsejable en un lector que escriba sobre los libros que lee. Citaría a José Carlos Llop, a Miguel Sánchez Ostiz, a Juan Pedro Quiñonero o a José Luna Borge, por mencionar a autores de ámbitos diferentes que, en repetidas ocasiones, se han expresado en términos parecidos. Y diría que el número de lectores va aumentando con cada nuevo libro, aunque nunca tanto como merecen. Tampoco creo que sea necesario. Es difícil señalar motivos, pero sí se pueden citar libros que pondrían las cosas en su sitio. Yo, personalmente, me decantaría por El libro de familia (1976), Calle de las Tiendas Oscuras (1978), que es el que más me ha gustado, Dora Bruder (1997) y En el café de la juventud perdida (2007). Cualquiera de estos libros, en realidad cualquiera de todos los suyos, darían sentido a las afirmaciones que estoy haciendo.

El sentido de obra en marcha cobra todo su valor con este último, La hierba de las noches, publicado originalmente en Francia en 2012 y traducido por la citada María Teresa Gallego Urrutia para Anagrama hace unas semanas. Desde el título se intuye el sentido poético del libro. Se trata de una ‘nouvelle’, su género más habitual, escrita con ese lenguaje poético que caracteriza toda su obra. El título proviene de un poema de Ossip Mandelstam. Y no es esta la única referencia que hace en el libro a sus poetas favoritos. Las referencias son constantes a Baudelaire, a Bomand, a Corbiere… Las referencias y citas son constantes, a sus libros, a sus poemas o a sus vidas.

Pero los grandes protagonistas son París y el propio Modiano. No los actuales, o apenas los actuales, sino el París de los años sesenta y el joven Modiano con apenas veinte años, cuando era un joven aún menor de edad (hay que pensar que entonces en Francia la mayoría de edad era a los veintiuno). El protagonista, trasunto obvio y reconocido del autor, se llama Jean, y podría decirse que es el mismo de buena parte de sus libros. Un joven solitario y perdido en un mundo hostil pero fascinante, que representa ese París de los primeros sesenta. Conoce a una mujer un par de años mayor que él, que dice llamarse Dannie, y que arrastra además de una personalidad enigmática e insegura, un secreto que la hace vulnerable. Jean, que es un joven muy observador, desde el principio lo percibe así, pero es consciente de que no puede preguntar mucho más allá de lo que ella está dispuesta a contarle, que se adivina que es poco. Me dirán que, cambiando los nombres, esa historia ya aparecía en libros anteriores. Sí, es cierto. Y también es habitual un grupo de hombres en torno a la chica, que le inspiran al mismo tiempo temor y necesidad de estar con ellos. Jean se da cuenta de todo esto y de que hay algo misterioso que está al margen de la ley y que no se descubrirá hasta el final. Pero eso no le aleja de ella, más bien al contrario.

El joven protagonista, además, es un escritor inédito y ofrece su particular teoría sobre la escritura: “un medio de luchar contra el olvido.” Todos los libros de Modiano son su modo de luchar contra el olvido. De las personas en general, de los familiares en particular, de la barbarie del siglo XX, de las calles donde vivió aquellos años que siempre estarán vinculados al «Universo Modiano». Ese París casi mítico (hoteles, cafeterías, calles y librerías) es un París que ya no existe. Montparnasse y el centro de París están tomados por las boutiques, los cafés, por los turistas que hacen fotos con sus iphones, Sólo queda el reducto de algunas librerías. Sólo queda el reducto de los libros.

Parece ser que es cierto que el joven Modiano perdió el primer manuscrito de su primera novela, El lugar de la estrella, y que tuvo que reescribirlo a partir del primer fragmento que recordaba. También es cierto que iba anotando en una libreta todo tipo de datos, anuncios, direcciones, teléfono y nombres y apellidos (si los sabía). Las listas son una constante en su obra. También en esta última La hierba de las noches. Es inevitable la sensación, que parece tener el propio Modiano, de no saber qué fue lo que realmente ocurrió y cuáles son los recuerdos transformados por el tiempo, aunque desde el inicio lo niega: “Pues no lo soñé. A veces me sorprendo diciendo esta frase por la calle, como si oyese la voz de otro.” Comenzar con esas frases es, sin embargo, dejar abierta la posibilidad de que sí fuera un sueño. “Una voz sin matices. Nombres que me vuelven a la cabeza, algunos rostros, algunos detalles. Y nadie ya con quien hablar de ellos… Y, además, uno acaba por preguntarse si hubo de verdad testigos.

Pero no es cierto. Todos somos sus testigos. Todos los que volvemos, una y otra vez, sobre sus reflexiones o sus recuerdos, sabemos que ese París existió, porque está ahí, oscuro, peligroso pero fascinante y vivo, siempre tan vivo, en todos y cada uno de sus libros.

admin

Un comentario

  1. Sin duda Modiano es un grande. A mí me recuerda, en lo que tiene de recreación de un tiempo y una ciudad, a Marsé. Pero el que me tiene ahora maravillado es Jerome Ferrari, con la novela que reseñó aquí José María Moraga

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *