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Pasión por Irlanda

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Regreso a Innisfree y otros relatos irlandeses

Chesús Yuste

Xordica, 2015. Colección «Carrachinas»

ISBN: 978-84-96457-99-7

196 páginas

16,95 €

 

 

Antonio Rivero Taravillo

En La mirada del bosque (2010), Chesús Yuste, un joven de mi generación, ya manifestaba un amor por Irlanda diariamente actualizado, antes y después, en su blog Innisfree 1916, donde agavilla noticias, informaciones, enlaces y todo cuanto puede contribuir al conocimiento de ese país cautivador para muchos. Aun a riesgo de parecer un parlanchín irlandés proclive a adornar anécdotas en la barra de un bar o en el departamento de un tren para entretener el trayecto, diré aquí (hay quien podrá testificarlo) que justo el año en que se publicó aquella novela de Yuste coincidí en un avión que volaba de Buenos Aires a Ushuaia con una seguidora de su visitadísimo blog. No recuerdo cómo nos identificamos, pero sí que desde la capital hasta Río Gallegos, donde ella desembarcó más de dos horas después, estuvimos charlando de esa fascinación común: la Isla Esmeralda. En Argentina (donde como se ve no le faltan lectores), Yuste ha colaborado posteriormente en el periódico de la comunidad irlandesa The Southern Cross (donde en 2012 publicó una versión reducida de uno de estos cuentos).

En el título que hoy ve la luz, el autor no solo rinde homenaje –una vez más– a Irlanda, sino de algún modo a sí mismo: ese regreso a Innisfree (islita en un lago hecha famosa por un poema de W. B. Yeats y población inventada en una de las mejores películas de John Ford) también puede interpretarse como una vuelta a la creación literaria, ámbito que es donde Yuste quiere vivir, y si se solapa con Irlanda mejor, pasada su etapa de representación política en las Cortes de Aragón y en el madrileño Congreso de los Diputados.

La decena de relatos que componen el libro, muy variados, abarcan diferentes épocas pero, como queriendo sacudirse la herencia de la Irlanda más pacata, tienen a menudo como protagonistas a mujeres lúbricas. Hay sin ir más lejos una escritora de literatura erótica que adopta como apellido de su seudónimo –Barnacle– el de la mujer de James Joyce. El primero de los relatos se ocupa, no tanto desde la épica como desde el humor, del Levantamiento de 1916 cuando ya falta menos de un año para su centenario (hoy, cuando escribo esta reseña es Lunes de Pascua, ese día en que según Yeats todo cambió por completo y nació una terrible belleza). Hay descripciones de gran plasticidad. A una letra le arranca, por ejemplo, esta atinada imagen: “Aquel día tenía una cita con la Historia de verdad, sí, con mayúsculas, con una H enorme como una portería de fútbol gaélico.”

Con cierto síndrome de Estocolmo, o de Dublín, el autor propende a utilizar nombres en su forma gaélica, y retoma el inventado Ballydungael, pueblo que creó con diferentes palabras irlandesas para ambientar su novela. Desde el punto de vista narrativo, destaca la perspectiva adoptada en el sorprendente “Callejero”, que junto con “El síndrome de Oisín” (sobre el deslumbramiento de una turista en su primer viaje a Irlanda) y “Regreso a Innisfree” (una variación sobre la película El hombre tranquilo de Ford) es lo mejor del volumen. En el segundo de estos relatos Yuste indaga, por boca de la protagonista, sobre aquello que a él mismo le “aqueja”: “Durante uno de los escasos ratos de silencio, empecé a pensar en qué podría atraer a gente tan diversa a este país. Los paisajes, la cerveza, los monumentos históricos, la música tal vez… Lo que está claro es que no venimos por el clima, sonreí, mientras un pequeño chaparrón nos acompañaba durante buena parte de la jornada.” Es la llamada hibernitis, “una especie de inflamación de Irlanda”. Más de uno se sentirá identificado con lo que cuenta la protagonista del relato, y que comparte con sus compañeros de excursión por los acantilados de Moher y otros parajes: “Les comenté mi teoría de que, a pesar de no tener sangre irlandesa ni antepasados celtas, me sentía muy vinculada a este país. y eso que hasta ahora no lo había visitado. Un amigo me dijo que era irlandesa por convicción. Me sentía ridícula compartiendo estos pensamientos con esta gente, probablemente les parecerían estupideces, pero, de repente, me sorprendió, que uno tras otro comenzarán a darme la razón. Todos se sentían un poco como yo y fueron añadiendo sus propias sensaciones.

Otra de las piezas se ocupa de algo que fue noticia: un tanto audazmente por la confluencia de tiempos, del trazado de una autopista muy cerca de la colina de Tara, ese lugar sagrado para los druidas cuyo nombre forma parte de mi apellido materno. Hay también un relato detectivesco, “El sabor de la cerveza roja”, en el que aparece ese personaje, tipo o figura del nuevo rico: lo que se llama un ‘gombeen’. Vemos el estropicio del Tigre Celta en un cuento en el que se mezclan política y especulación inmobiliaria, a veces como en España (p. 110). Algún personaje pasa de un cuento a otro, como en más de uno retoma Yuste el citado pueblo de Ballydungael o el pub An Fiach Dearg.

No hay aquí literatura experimental ni mucha densidad psicológica, pero sí buenas ambientaciones, guiños, ironía, una más que correcta escritura y un mundo, a pesar de ciertas procacidades, amable.

admin

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