ILYA U. TOPPER | —You are a disgrace, una vergüenza para los tuyos, majarón, wanker! You call yourself llanito?
Sí, Joseph Sánchez calls himself llanito, y lo es: un gibraltareño de pura cepa, de esos que hablan el castellano andaluz exactamente igual que los de La Línea justo enfrente, pero además saben discurrir en un inglés como si hubiesen nacido en Oxford, y cuando los dejas sueltos lo hacen a la vez. Da envidia Jerónimo Andreu: muchos mataríamos solo por esa ambientación idiomática y binacional de su personaje de expolicía detective y espía. Joseph Sánchez, un tipo con un mal pasado de alcohol y broncas al que vimos redimirse bastante, pero no del todo en En el vientre de la roca (2018), la primera novela negra de Andreu y obviamente solo la inicial de una serie; eso se veía venir.
Lo de que muchos mataríamos por el escenario del crimen veo que ya lo dije en la crítica a aquella primera entrega, perdonen la repetición. Prometo no hacer más chistes fáciles. Pero apuntemos que en estas aventuras de Joseph Sánchez se mata mucho, muchísimo más que en la primera historia. Si en las costas andaluzas de aquella novela solo las mafias irlandesas y similares pegaban algún tiro, aquí hasta los gitanos de Los Alcornocales se lían a disparo limpio, entre ellos y con la Guardia Civil. Es verdad que los pueblos del interior de la provincia de Cádiz, aquellas idílicas aldeas blancas donde nunca ocurre nada, se han convertido en lugar de trasbordo de cargamentos de hachís y otras drogas; me lo contaron el verano pasado. Lo que no es verdad, de momento, es que haya asaltos con tres o cuatro cadáveres en el suelo por un puñado de fardos.
Esto es un error de Andreu: si tienes una ambientación tan idónea como el Campo de Gibraltar para escribir una novela negra de narcotraficantes y espías, no la estropees metiéndole cubos de sangre como si aquello fuera México. No lo es. En la primera entrega, el autor demostró su capacidad de crear alta tensión sin necesidad de matar tanto; aquí parece que se ha ido por la vía fácil del tiroteo como elemento dramático.
Esto no quita que la radiografía que Andreu hace del narcotráfico local sea acertada, realista y muy cercana. Y up to date, como dirían los llanitos, a la altura del momento: no faltan ni criptomonedas ni informáticos ni espionaje mediante una conexión wifi pirateada, ni agentes del MI6 jovencitas con cerebro de hacker. Esto está bien.
¿Qué no está bien? Difícil de decir. No hay fallos narrativos obvios, la trama avanza correctamente, los secundarios están bien trazados, los diálogos son creíbles, el protagonista evoluciona, los fantasmas del pasado se acercan inexorablemente con ese batir de alas que puede barrer las mejores voluntades. Joseph Sánchez es humano, demasiado humano. Aún así, la lectura tiene algo de trompicones, de sobreabundancia de trampas, de una traca final algo brusca. “La primera era mejor” dirá el lector medio, aunque fuera más exagerada, quizás incluso un poco menos creíble. Pero tenía una frescura que enganchaba. En esta hay tramos que parecen algo forzados. Algunos pasajes con explicaciones que en una buena novela negra no deberían hacer falta, porque el lector se enteraría por su cuenta, incluso varias páginas narrando escenas que Joseph no ve, porque no está. Hay ocasiones en las que este cambio de punto de observación se integra fluidamente: el diálogo entre el viejo transportista de droga y el crío que quiere llegar a narco, por ejemplo. Eso está conseguido. En otras, cuando atañe directamente a la trama y la búsqueda de claves del espía, es más dudoso, visto que hablamos de una novela negra en la que la tensión se mantiene precisamente porque el narrador, y con él, el lector, no es omnisciente sino solo conoce lo que va descubriendo el protagonista. No es que rompa la trama ni el misterio, pero ¿era necesario?
Esta sensación de una obra no del todo redonda llega hasta el propio título: ¿a qué viene llamarla El sueño del cíclope, si la única referencia al gigante monocular parece metida hacia el final casi con calzador? No pasa nada, desde luego, pero refuerza la sensación de que el autor no se ha dedicado a coser con mimo todos los flecos.
La buena noticia es que evidentemente habrá tercer tomo. Como es hábito en el oficio, Jerónimo Andreu ha metido en esta novela unos cuantos personajes de la primera, aparte Joseph himself, algunos solo en plan cameo, para que no los olvidemos. Es una obvia promesa para seguir dándoles vueltas en el futuro, y quizás resolver alguno de esos misterios que asomaron en la primera. Seguro que algún juego darán aún, aunque ya están peligrosamente al borde de la vejez y da un poco de miedo pensar que se nos morirán antes de llegar a la próxima entrega. A no ser que al autor se le ocurra sacar una precuela, claro.
Lo que parece cada día más difícil es que Joseph Sánchez personalmente vuelva a enderezar su maltrecha vida. Siempre ha tenido madera de perdedor, pero una cosa es perder entre yonquis y otra en las más altas esferas del servicio secreto. Be careful, Joseph; en la próxima, estate al liquindoi.
El sueño del cíclope (Siruela, 2021) | Jerónimo Andreu | 364 páginas | 22 euros