El sacrificio de ganar
Luis Miguel Madrid
Lápiz Cero, 2011
ISBN: 978-84-9283-037-4
84 páginas
12 €
Alejandro Luque
Ahora que todos parecemos como sacados a rastras de un sueño aúreo, de una fiebre de ascenso social y consumo desaforado, tal vez sea un buen momento para detenernos a pensar en el papel que el éxito, la idea del triunfo, la gloria, la victoria, han tenido en nuestros más erráticos pasos durante los últimos años. No, no crean que voy a ceder al discurso interesado que pretende criminalizar al ciudadano de a pie, haciéndole creer que ha vivido por encima de sus posibilidades y ahora merece por ello una severa penalización. No es eso. Me refiero al modelo que hemos abrazado colectivamente, el que ha calado hasta lo más profundo de nuestra psique, aquel por el que no hemos dudado en abandonar otras quimeras.
Estoy hablando de ese modelo en que todos los varones querían ser un señor engominado que robaba en su propio banco, y todas las señoras se miraban en el espejo de una sujeta que no ha trabajado jamás, sino para vender bombones; un mundo en el que los equipos de fútbol tenían prohibido perder (como si la posibilidad de la derrota no formara parte de la emoción del deporte), y los aspirantes a músicos tomaban un atajo televisivo para alcanzar aquello que a otros les costaba décadas de esfuerzo. Tiempos aquellos en los que un político metido en su jacuzzi quería demostrar su limpieza moral en el hecho irrefutable de ser rico, y un escritor demostrar su excelencia alegando el número de ejemplares vendidos.
Disculpen este largo exordio, que considero necesario para presentar una nueva obra de Luis Miguel Madrid, poeta, dramaturgo, editor y, como empresario hostelero, autor de algunos de los mejores mojitos que hayan podido probarse en la ciudad que fue su cuna y le sirve de apellido. Poeta de generosa producción, Luis Miguel Madrid se plantea cada libro como proyecto, esto es: no como la suma de poemas dispersos, sino como un plan que consiste en elegir un tema y desarrollarlo en verso durante un tiempo determinado. Así, si con su anterior libro, El cine de las sábanas blancas, quiso hacer un homenaje al séptimo arte, ahora su propuesta es una reflexión en torno al éxito y al fracaso, jugando a cuestionar precisamente ambos conceptos, poniendo de manifiesto su carácter subjetivo.
Otra característica de la poética de Luis Miguel Madrid es la búsqueda de un lenguaje lo más llano y fibroso posible, de tal suerte que todo el aparato verbal vaya encaminado a lograr un efecto poderoso sobre el lector. El resto lo hace un sutil sentido de la ironía, que deja siempre un poso reflexivo, y del cual el poema «La derrota» es un ejemplo claro:
«Mi equipo perdió por once a cero
pero quedamos satisfechos.
Incluso, tuvimos que consolar a los rivales,
tristes porque pudieron meter por lo menos quince,
pero a los pobres les faltó suerte,
concentración o acierto.»
Deudora de cierta poesía epigramática, de los antipoemas de Nicanor Parra y de la poética de lo cotidiano de un concreto Benedetti, hay en la faena de Luis Miguel Madrid una decidida voluntad de conectar incluso con un público refractario al verso, usando códigos asequibles para todos, pero capaces de plantear cuestiones, acertijos, desafíos estimulantes. Y lo hace desde todos los enfoques imaginables, ya sean los juegos de azar, los espectáculos o el mundo de la empresa, pero sobre todo el amor, las relaciones humanas como medida de la felicidad, aunque no siempre haya que fiarse de las apariencias, como sucede en «Dolencias»:
«Me duele el pecho cuando pienso en ti,
cuando pienso en ti me duelen las plaquetas,
las anginas operadas en el 75 y los huecos
que tengo entre los dedos de los pies.
Son achaques entrañables que me alivian
de aquellas otras dolencias que sufría
cuando te conseguía olvidar.»
Sin ánimo de ofender a las hetairas de bajo presupuesto, a las que adoraba, Fernando Quiñones llamó a la fama y la moda “dos putorras de mil duros”. Las mismas que, avisaba Malcolm Lowry, “consumen la casa del alma”. “Mentiras de oro” llamaba Pedro Sevilla a los premios y los oropeles. Luis Miguel Madrid da una vuelta de tuerca a la estética del perdedor, subraya su dimensión ética, su íntima rebeldía ante un sistema estúpido y degradante, y culmina cada poema con una sonrisa cómplice del lector. Además, predica con el ejemplo como autor casi secreto, fuera de los circuitos oficiales, sin apenas eco mediático ni palmarés que airear. Lástima que esta reseña elogiosa venga a empañar un trabajo impecable.
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