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Philip Marlowe por Triana

EDUARDO CRUZ ACILLONA | Hay quien sostiene, y yo me declaro encarecido abajofirmante, que la novela negra como género nació en Sevilla con la publicación de Rinconete y Cortadillo, obra incluida en las Novelas ejemplares de un tal Miguel de Cervantes, allá por el recién nacido siglo XVII. La delincuencia, los bajos fondos, el hampa, los robos, la denuncia social… Todos esos elementos, más allá del asesinato, el cadáver, el sospechoso y el detective de rigor, ya se daban en la historia de aquellos dos entrañables o despreciables, según el cristal a través con que usted los mire, pillos toledanos que correteaban por el hoy centro histórico de Sevilla.

Desde entonces, muchos han sido los autores, autóctonos o no, que han ambientado sus crímenes, sus investigaciones y sus oscuras ficciones en la ciudad del Río Grande. Y me van a permitir que no mencione expresamente a ninguno porque en esta ciudad nos conocemos todos y sálvese quien pueda como se te ocurra no citar a uno de ellos, ya sea vivo o muerto, que hasta estos últimos tienen familia y saben en qué bar te tomas las cervezas de mediodía.

Obligado es referirse, claro está, a Javier Márquez Sánchez, motivo de esta reseña gracias a la publicación en la editorial Almuzara de su última novela: La ciudad de las almas tristes. Sevillano atípico, aunque “militante cada vez que la ocasión lo requiere”, como le gusta definirse, se estrenó en el mundo editorial con una joya titulada Letal como un solo de Charlie Parker, novela ganadora del premio Novepol en 2012, a la que siguió Afilado como un blues a medianoche, con las que creó un hoy por hoy añorado personaje que respondía al nombre de Eddie “solucionador de problemas” Bennett.

Sus querencias, tanto literarias como musicales, se visten con gabardina, americana, chaleco y sombrero, fuman sin parar y en su cabeza no dejan de sonar las voces de Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr. o Joe Bishop, componentes de aquel mítico Rat Pack creado alrededor de la figura de Humphrey Bogart, cuyo apodo se atribuye nada menos que a Lauren Bacall y al que el propio Márquez ya dedicó una extensa y jugosa biografía (Rat Pack, viviendo a su manera) en 2006.

En esta ocasión, el autor, escondido tras el personaje de José Luis Ballesteros, con quien comparte más de una y de dos experiencias, tanto vitales como profesionales, cambia el brillo esplendoroso y artificial de Las Vegas por las luces y las sombras de su Sevilla natal convertido en un informador privado, que suena “a detective privado, y casi viene a ser lo mismo, pero quitándole la poesía y el convenio colectivo”. Tras largos años viviendo en Madrid, vuelve a la ciudad de la que había salido de naja por mor de un encargo de altos vuelos que le promete pagar sustancialmente un empresario tentado por un supuesto pelotazo de inversión a la orilla del Guadalquivir. El experiodista Ballesteros, mientras recopila la información solicitada, se va a reencontrar con su pasado, algo nada recomendable para quien quiere mantener sus huesos enteros y su rostro sin más señales que las de la varicela. Antiguos compañeros de profesión le servirán de ayuda a la vez que se condenarán a ellos mismos, y los nunca olvidados amores eternos volverán a resplandecer como balas de fogueo en la oscuridad.

Márquez maneja el género como el mejor, compila todas las claves del mismo y las viste de ingenio y sorpresa. Da la sensación de que no le importa jugársela en cada frase, seguro de administrarlas cabalmente y en su momento. Es capaz de mezclar el atrevimiento de Humphrey Bogart en El sueño eterno con el temple y el compás de un gitano trianero con duende.

A nada que usted conozca mínimamente Sevilla y la actualidad política de la Andalucía de los últimos treinta años, va a disfrutar doblemente con esta novela, pues no le costará poner nombres y apellidos reales a los diferentes personajes que inevitablemente van apareciendo en una trama corrupta que ya han ido contando cada vez con más pruebas y detalle los periódicos, salpicada de referencias culturales que se vieron silenciadas por aquello tan de escaparate del Cortinglés que fue la movida madrileña y sus consiguientes estertores. Aquí no encontrará el Rock Ola, pero se sorprenderá con el Garlochí. Y no podrá resistir la tentación de buscar la música de ese Rat Pack andaluz que fueron en su día Camarón, Silvio, Kike Veneno, Raimundo Amador y demás familia.

José Luis Ballesteros, el prota de La ciudad de las almas tristes, hace tiempo que renegó de Sevilla. Pero igual que su creador, Javier Márquez Sánchez, ha dejado el precedente necesario para desear que regrese. Cuanto antes, mejor. Que en esta ciudad hay mucho aún que investigar…

Reseña publicada con anterioridad en la web de Tres Pies al Gato.

La ciudad de las almas tristes (Almuzara, 2021) | Javier Márquez Sánchez | 368 págs. | 19,95€

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