Espía mi bolso
Silvia Gallego
Cuadernos de Laberinto, 2013. Colección «Anaquel de poesía»
ISBN: 978-84941115-6-3
76 páginas
10 €
Prólogo de Luis Alberto de Cuenca
José M. López
Me enseñaron en la escuela que la buena poesía es aquella que aspira a la universalidad. Es cierto que resulta apabullante empezar a escribir codiciando tan inabarcable meta, por lo que un poeta no tiene por qué plantearse desde el principio mismo en que empieza a escribir un objetivo tan trascendente. La poesía social, por ejemplo, parte de un posicionamiento local y limitado, pero la buena poesía social trasciende las coordenadas espacio-temporales a las que se ceñía y el poema es igualmente válido en todas las épocas y lugares. Lo mismo podríamos afirmar de la poesía que parte desde posicionamientos explícitos, ya sea políticos, como el nacionalismo, ya sea partiendo de la propia condición sexual. Las poetas que me fascinan no esconden, por supuesto, su condición de mujer detrás del verso. Es más, la desparraman con toda sinceridad sobre el poema, pero las emociones que transmiten a través de su lenguaje se vuelven universales y afectan por igual a personas de diferente sexo.
Esto sucede cuando leo a Alejandra Pizarnik o Emily Dickinson. Pero también me ha pasado últimamente acercándome a la obra de poetas jóvenes como Esther Garboni o Berta García Faet. Sin embargo, debo decir que no he tenido esa sensación de complicidad leyendo Espía mi bolso, de Silvia Gallego. Ya desde el título, que relata una acción que me resulta especialmente enojosa, y partiendo después del diseño mismo de la portada, que bien podría confundirse con la última entrega de las aventuras de Grey, debo decir que me sentí totalmente excluido del proyecto editorial que tenía entre mis manos. Y la palabra que encontré dentro no hizo nada más que ratificar mis prejuicios.
Silvia Gallego nos ofrece un poemario erótico-amoroso a la manera del cancionero. Sin embargo, en sus textos el punto de vista femenino parece erigirse no solo en el punto de partida, sino también en la finalidad última de su palabra. Una poesía de mujeres para mujeres, donde rímeles, espejos y barras de labios son usados como términos que no logran trascender como metáforas, debido a un lenguaje que se centra, con excepciones, en el juego vacío (neologismos ingenuos, “desautomatización” facilona de frases hechas, brincos polisémicos bastante previsibles, cómodas sinestesias…). No dudamos que la autora haya intentado abrirse en canal en cada poema, y que este ejercicio de sinceridad que debe suponer cada texto haya intentado ser vestido de cierta originalidad y búsqueda de experimentación formal. Pero creo que se ha equivocado al tener tan presente al potencial receptor de su poemario, previsiblemente femenino, y la ingenuidad de su lenguaje no contribuye a quitar al lector un regusto de invisibilidad, de no verse reflejado en ningún rincón de la página. Creo que esta sensación de exclusión no solo afectará al lector masculino, sino también a las mujeres que se acerquen al libro y busquen que la palabra poética llegue a cotas que superen incluso los límites establecidos por su propia condición sexual.
El libro comienza, sin embargo, de una manera prometedora. “Contrincante” es un sugerente poema que desafía al lector a descubrir, junto con la autora, las claves de su laberinto lírico. Tras este, el poemario se divide en secciones que se corresponden con diferentes tipos de objetos que podemos encontrar en el insondable complemento femenino que le da título. El primer capítulo, “Objetos”, se vale de utensilios como el rímel, el lápiz de labios o el espejo como llaves para introducirnos, sin éxito, en una poética del erotismo y del placer. En la segunda parte, “Emociones en MP8”, encontramos esta misma intención pero a través de pantallas digitales, blogs o “iphones”. En estos poemas se utiliza el lenguaje de las nuevas tecnologías sin que este aporte nada original al poema, dando como resultado un tedioso goteo de siglas y anglicismos bastante gratuito. En “Zip de letras” el sentimiento amoroso se enreda esta vez en el campo semántico de la Gramática. Aquí el estado pasional del “yo” lírico se expresa a través de metáforas relacionadas con la morfología, los adverbios o los verbos. A pesar de que encontramos poemas simpáticos como “Análisis sintáctico”, la mayoría no pasan la prueba de tener que ceñirse a una temática tan estricta, y terminan dando como resultados inocentes juegos malabares que dejan intacto el corazón del lector. El libro termina de manera prometedora. En el capítulo “Lecturas en el Ipad”, encontramos poemas donde el vocablo relacionado con las nuevas tecnologías trasciende lo anecdótico y se convierte en instrumento de transmisión lírica. La ingenuidad desparece, el “yo” lírico se vuelve malvado, se embrutece a veces, y de esta forma aparecen los mejores poemas del libro, aquellos donde, esta vez sí, observamos la huella de Salinas, Aleixandre o Catulo. La última sección “Bloc de notas”, la componen una serie de poemas breves, a veces fragmentarios, pretendidamente sugerentes pero, en la mayoría de las ocasiones, de poca hondura.
En definitiva, y a pesar de que Espía mi bolso posee algunos poemas que realmente me han emocionado, me he sentido totalmente excluido de una creación poética y de un producto editorial aparentemente creados para un comprador potencial muy delimitado. Estas limitaciones pueden que sean necesarias hoy día desde un punto de vista comercial, pero, a su vez, pueden convertirse en una mortaja si nos ceñimos a lo estrictamente poético. He leído otros poemas de Silvia Gallego que, junto a algunos de este poemario, parecen constatar que talento hay, hay buenos maestros y hay ganas de faltarle el respeto al lenguaje. Solo le queda a la autora definir a quién quiere dirigirse, y plantearse si, verdaderamente, pretende seguir poniendo cotas a su poesía.
Poniendo cotas?