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Prodigios

Marvels. La era de los prodigios

Kurt Busiek y Alex Ross

Panini Comics, 2010. Colección “Marvel Héroes”

ISBN: 8424248998639 00017

208 páginas

9,99 €

Traducción de José María Méndez y Santiago García

Fran G. Matute

Existe, y siempre existirá, la absurda batalla dialéctica entre los que consideran a los cómics un arte menor y los que no tienen inconveniente en equipararlos a la narrativa por excelencia. Ciertamente, hay cómics con vocación novelística (Sandman de Neil Gaiman) y otros ya reconocidos por la crítica como lecturas fundamentales del siglo pasado (Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons). Pero tanta loa intelectual no suele recaer en los productos que llevan el sello “Marvel”, probablemente la marca más afamada del mundo del cómic. Quizás por su clara vocación popera. Quizás por haber creado un universo que ya forma parte del imaginario colectivo. No sabemos. Pero es cierto que la Casa de las Ideas nunca ha tenido el reconocimiento que merece como creadora de artefactos de verdadera entidad literaria.

No es que aquí nos importe eso. Nosotros estamos con el historiador Eric Hobsbawm que se preguntaba qué tenía más relevancia cultural hoy día, si Hamlet o un tebeo de Batman. Y todos conocemos la respuesta. Cualquier cómic con el sello Marvel tiene para este que os escribe el mismo peso cultural (sea lo que sea este “palabro”) que una novela de Marcel Proust, pero insistimos: no deja de resultar curioso que la editorial por excelencia del mundo del superhéroe-con-los-calzoncillos-por-fuera carezca del prestigio “literario” que otras manifestaciones artísticas similares gozan. A estas alturas, nadie en su sano juicio puede rechazar la profundidad de algunas de las historias que han surcado el llamado “Universo Marvel” desde su creación a finales de los años 30. Baste señalar la fina lectura xenófoba que se encuentra inexorablemente unida al destino de La Patrulla-X y los mutantes. Pero como obra compacta, que haya trascendido su propio formato, pocas referencias ha ofrecido Marvel hasta la fecha.

Pero si tuviéramos que quedarnos con una sola, esta sería Marvels. La era de los prodigios (1994) escrita por Kurt Busiek y dibujada por Alex Ross. ¿De qué trata Marvels? ¿Dónde reside su supuesta excelencia? En sus cuatro números originarios publicados -posteriormente se añadió un supuesto número cero a modo de introducción estilística que también se incluye en esta edición- se nos permite observar el mundo de los superhéroes desde una perspectiva desconocida hasta la fecha: la del hombre de a pie, la del ciudadano que sufre, padece y se asusta ante la visión de un señor petado que baja de los cielos como si nada, que posee una fuerza inusitada, una visión ésta que a cualquiera le provocaría sentimientos encontrados. ¿De verdad son nuestros salvadores? ¿Qué esperan recibir a cambio? ¿Cuál es su motivación real para salvarnos el pellejo frente a unas amenazas que, de no existir ellos, acabarían con la raza humana en cuestión de segundos? ¿Generan admiración u odio? ¿Pretenden colonizar al ser humano o ser su amigo?

Estos son los más obvios interrogantes que un hombre corriente se haría ante la visión de Estela Plateada surcando la Quinta Avenida de Nueva York. Y este acercamiento terrenal al mundo de los superhéroes es lo que pone en valor una obra como Marvels. Por primera vez se enfoca la cuestión, no ya desde una perspectiva llamémosle “seria”, sino “humana”. Los más avezados lectores de cómics suelen tender a preguntarse por el destino de esas casas destrozadas tras una lucha infernal entre Spiderman y el Dr. Octopus. ¿Quién paga luego la reparación? ¿Hay un seguro anti-superhéroes? ¿La ciudad se hace cargo de los desperfectos? ¿Existen daños colaterales tras estas monstruosas destrucciones? Y en este contexto aparece el anti-héroe de Marvels, un periodista fascinado por estos “prodigios”, como él los denomina, que pierde un ojo por culpa de una de estas batallas demenciales. Él es uno de los daños colaterales a los que hacíamos referencia antes. A través de los pensamientos de este periodista conocemos la opinión de sus vecinos, sus miedos, sus fobias, sus rechazos, sus inseguridades. Busiek recoge todos estos matices con precisión llegando a enfrentar a su protagonista con numerosos dilemas morales en defensa de sus “prodigios”.

Pero pictóricamente, Marvels es también un prodigio en sí mismo. El trazo de Alex Ross es lo suficientemente realista como para dar vida a esta historia y hacerla más creíble, palpable, plausible, gracias al detalle costumbrista con el que retrata los rostros envueltos en pánico de los viandantes ante la visión de un ser como La Cosa. Dado que cada tomo de Marvels transcurre en una década distinta (el arco narrativo abarca desde 1939 hasta 1974), Ross tiene la oportunidad de dibujar desde todas las perspectivas posibles a los grandes protagonistas del Universo Marvel. Desde la Antorcha Humana, pasando por J. Jonah Jameson, Los Vengadores o Luke Cage. Pero el verdadero acierto de Ross es utilizar un punto de vista cinematográfico para componer sus dibujos, rompiendo la llamada “cuarta pared”, ofreciéndonos la posibilidad de observar viñetas históricas desde el otro lado de la cámara. En relación con este asunto, hemos echado en falta en esta nueva edición de Panini Comics (con respecto a la anterior que publicó la editorial Norma, que era más completa) la relación de referencias de cada viñeta con su aparición en los cómics originales. Algunas escenas son bien conocidas -como la boda de Sue y Richards de Los 4 Fantásticos- pero la mayoría son guiños para ‘connosieurs’. Y este es otro de los disfrutes ocultos que ofrece una obra maestra como Marvels, en la que los superhéroes somos en realidad todos nosotros. Y si esto no es «alta literatura» que venga Galactus y lo vea.

admin

8 comentarios

  1. Mister Matute, qué no daría yo por recuperar mis Marvels saldados por mi mamá a pie de contenedor. Es lo que tiene irse de casa y dejarlo todo con la promesa de volver a recoger lo que dejaste.
    No estoy de acurdo con eso que afirmas sobre la balanza del peso cultural y que tengan los mismos kilos Proust que un cómic de Batman. Sería como comparar una tetera con una catedral gótica.

  2. Soberbia reseña. Fritanga: Proust, definitivamente, tiene más kilos que Batman: no hay más que echarse al hombro los tochos de «En busca del tiempo perdido» para comprobarlo.

  3. Pues yo creo que si ponemos en una balanza todos los cómics que hay de Batman pesan más que toda la obra de Proust recopilada, sin lugar a dudas.

    Bromas aparte, no pretendía decir que una cosa era mejor que la otra (de hecho lo he expresado como «mismo» peso cultural). Lo que está claro (o al menos yo lo veo así) es que todo el mundo sabe quién es Batman y no todo el mundo sabe quién es Marcel Proust. Me parece evidente quién/qué está más «incrustado» en la cultura contemporánea…

  4. Tengo la impresión de que Marvel lleva demasiado tiempo viviendo de su historia: si os fijáis, todo lo que saca últimamente son revisitaciones posmodernas de los clásicos. Resultaría interesante plantearse (lo que ya motivó las reflexiones de Moore en «Watchmen» y «Supreme») si el modelo de superhéroe es un producto con fecha de caducidad y si a ese producto se le ha pasado el arroz. ¿Hay algún superhéroe reciente, auténtico, arquetípico? (Tom Strong o Promethea, por seguir con Moore, son pura ironía.) Por lo demás, a mí suele tocarme bastante las narices lo de comparar todo el cómic existente con los tipos de las mallas de marras. No sé si Batman pesa más o no que Proust, pero Hugo Pratt tiene tochos de unas cuantas toneladas.

  5. Auténtico, arquetípico y actual… Invencible, de Richard Kirkman

  6. Dentro del cómic, viene repitiéndose el mismo fenómeno crítico que en muchas otras disciplinas: hay una serie de piezas que se consideran «de alta cultura», frente a otras que se consideran «populares». Yo disfruto con los cómics de Clowes, Tomine o Tatsumi, pero en el género hay mucho otro que no tiene tantas pretensiones y es igualmente disfrutable. La crítica ha sido un tanto antipática con el cómic, y se ha plegado a duras penas al género de forma un tanto forzada, generando términos que le permitieran sentirse más cómoda, como por ejemplo el feo término de «novela gráfica».

    Volviendo a Proust, conviene no olvidar que el francés siempre fue amigo de la integración de lo popular en su literatura, y que fue pionero en la incorporación de la experiencia cinematográfica, ese invento extraño que en su tiempo debió resultar bastante extravagante. Creo que un Proust del siglo XXI hubiera visto con muy buenos ojos el cómic, y probablemente Batman le hubiera resultado un referente bastante asimilable.

  7. Miren, a mi no me gusta Proust, pero sé quién es y hasta a qué sabe su madalena, mientras que Batman es para mí una capital de provincias en el sureste de Turquía.

    (De momento estoy haciendo de propagandista de Hugo Pratt por Estambul)

  8. Totalmente de acuerdo en que la Marvel está viviendo de sus rentas, pero es que su «corpus» es prácticamente inagotable.

    Yo no creo que el modelo de superhéroe esté en decadencia, pero sí que necesita «humanizarse». Hay ahora muchas referencias sobre esto. Desde pelis como «El protegido» de Shyamalan hasta cómics como «Kick-Ass», pero en el fondo todo se remite al mito de Batman que, recordemos, no tiene superpoderes…

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