LEONOR RUIZ | No volveremos a leer ni a escribir igual después de la COVID-19. Seguramente, sin apenas darnos cuenta, hemos dejado ya de hacerlo. Los nuevos libros, como nosotros mismos, se hallan guardando un minuto de silencio, parapetados tras la perplejidad. La intelectualidad ha perdido patria y continente y la incertidumbre desploma cualquier conato de pronóstico. Por primera vez, se pide el cese de todas las guerras. Por primera vez, un virus nos gobierna. Por primera vez, la voz honesta es la vacilante, la desnortada; la que en lugar de hablar, escucha.
Cuando ya no puedes más, del médico de pueblo Enrique Gavilán, quiso ser leído con ojos prepandémicos en lugar de frente a una curva creciente de muerte y de contagio, como ha sido el caso. No es un dato baladí, pues esta cronología ha influido en su lectura. Con cierta chanza oculta, hizo de marcapáginas una hoja de libreta del instituto Robert Koch alemán, papel «respetuoso con el medioambiente y 100% libre de cloro», según reza la leyenda.
El punto de partida es el siguiente (y no podría ser más cierto ahora): «El exceso de responsabilidad y la capacidad de autosacrificio nos lleva a los profesionales sanitarios a anteponer muchas veces el bienestar y la salud del paciente a nuestra propia comodidad». Una entrega —vocacional en la mayoría de los casos— que desde 2008 ha llevado a los trabajadores del sector, entre otros muchos, a aceptar recortes, precariedad de medios, saturación de consultas y devaluaciones profesionales de muy diversa índole, conducentes a lo que el autor de esta crónica viene a identificar como desgaste, agotamiento físico y psicológico tipificado por la OMS como burnout o síndrome del trabajador quemado.
La voluntad de hacer las cosas bien no basta. El entorno y sus medios (humanos, materiales) determinan de igual modo el funcionamiento de todo sistema. La disposición mental de cada cual, su resistencia a la sobrecarga, es un frágil artilugio que salta con el fuego. Cristal entre piedras. Empujado, con frecuencia, al fondo de la cajonera. Nos ocupamos de él tarde, cuando desmadejar el sufrimiento se complica, cuando la culpabilidad y la baja autoestima se han convertido en nuestros zapatos.
Gavilán, especialista en atención primaria («el médico de los papeles»), narra su larga andadura hasta convertirse en algo no precisamente valorado por la sociedad: médico de pueblo. Cuenta cómo, ante la creciente presión laboral y el escaso margen para introducir mejoras, su motivación e ilusiones fueron mermando. Y cómo fue sintiéndose peor: más enfermo, más confuso, más ansioso, más frustrado. Hasta ya no poder más. Hasta tener que realizar una parada forzada. Y recibir: la baja médica, fármacos en los que no confiaba, tratamiento psicológico.
Me acuerdo de Fritz Zorn y de su turbador Bajo el signo de Marte, de su descomunal clarividencia al enfrentarse al cáncer que lo destruía a los treinta y dos años. Desempolvar la raíz de las enfermedades exige un rasposo viaje bajo tierra. En general, lo que allí se encuentra va más allá de uno mismo y sus circunstancias. Las raíces del problema penden del inconsciente, y se agarran a un núcleo duro que sin saberlo orbitamos.
La partida hacia el malestar es a menudo súbita, se impone. Por el contrario, el regreso a un lugar seguro suele mostrar características opuestas: largos tiempos, ramificaciones infinitas, horizontes lejanos. En el momento de mayor tensión, Gavilán escucha su instinto y corta con lo que mayor desazón le provoca. Si nos fiamos de sus palabras, el final es feliz. Siente reconciliarse con su profesión y recupera la dignidad y autoestima que creía perdidas. Aprende a ser más indulgente consigo mismo y con los otros. Se libera de miedos. No acepta la derrota.
A pesar de los aciertos, el relato, sin embargo, adolece de una leve pesadez literaria. Lugares comunes, símiles forzados y un lenguaje coloquial (elegido) que satisfará a algunos… pero que dejará, a quien persigue profundidad y metafísica, o simplemente el goce lírico, un tanto encallado.
Ojalá tras el coronavirus —y en la debacle que se nos avecina— reubiquemos límites y prioridades. Ojalá construyamos algo sólido, como dijo Muñoz Molina. Y no todo reviente entre nosotros.
Fin de la reseña.
Cuando ya no puedes más. Viaje interior de un médico (Anaconda Editions, 2019) | Enrique Gavilán | 240 páginas | 18,00 euros | Ilustraciones de Mónica Lalanda