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Sevilla en Feria

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Calle del infierno

Emilio Durán

Guadalturia, 2014

ISBN: 978-84-942013-0-1

192 páginas

20 €

 

 

 

Rafael Roblas Caride

A veces la casualidad juega en tu propio equipo. Y voy a tratar de explicarme. Desde hace bastante tiempo tengo una especial fijación por todas aquellas obras de ficción que desarrollan su argumento en mi ciudad natal. La verdad es que no sé si esto responde a una psicopatología chovinista que ha de preocuparme. A fin de cuentas cada cual malgasta su tiempo libre en aquello que le viene en gana y, además, ¿no conviven otros sujetos con tics mucho más absurdos? Si aún no he llegado al grado de coleccionar llaveros del Barça o a recolectar botellines de cerveza de distintas latitudes,… ¿por qué voy a avergonzarme de mi monomanía a estas alturas?

Pero volvamos al meollo del cogollo. Por culpa de esta tara, ante mis ojos han desfilado, antes o después, una gran cantidad de libros -de diversas calidades- que han curado de espanto mi sensibilidad. Esto no quiere tampoco decir que exclusivamente hablemos de una sucesión de obras abominables con temática o ambientación sevillana. No. Ahí quedan libros magistrales para desmentir dicha aseveración. Sin embargo, a fuer de insistir en la galería de horrores, he de confesar que de mis manos se han caído volúmenes delirantes que derivaban en disparatadas absurdeces y retrataban a muchos de sus ilustres autores como pésimos escritores. Pero no teman. Para tranquilidad de muchos, me ahorraré títulos. Si acaso sólo advertiré al profano que pocos han reflejado el alma de una ciudad como hiciera Cervantes con su Sevilla coetánea al escribir el magistral Rinconete y Cortadillo. Y de eso ya ha llovido.

De un tiempo a esta parte mi biblioteca temática está creciendo de manera descontrolada. Al parecer, Sevilla está tan de moda que cualquiera que se atreva a ficcionar una historia medio coherente ante un procesador de texto tiene un editor que se arriesga a distribuir sus escritos. Mis estantes han sido poco a poco ocupados por insólitos sevillanos templarios, persecuciones ascendentes por Giraldas asesinas, homicidas encapuchados que rematan a sus víctimas con el estoque durante la Semana Mayor, ficticios futbolistas verdiblancos jugando en Villamarín, satánicos jovenzuelos que perpetran atentados en la Madrugá del Viernes Santo (y no eres tú, Bonilla),… ¡Hasta Beatles opinando en un Cabildo de una cofradía tengo! ¿A que da miedo? Pues créame, paciente lector, que aun así, sigo fiel a mi cita mensual con este tipo de “productos literarios”. Porque, a veces, como decía, la casualidad juega en tu propio equipo.

Así, a principios del mes de julio, por una de esas casualidades de las que hablaba, llegó a mis manos Calle del infierno. Una novela  de un desconocido -para mí- Emilio Durán. Otra más para el coleto, me dije, mientras abría su primera página… Pero no, no es otra más, aunque dejaremos las valoraciones para más adelante. La acción comienza pronto, en los primeros párrafos. Carlos, un desdibujado don Guido venido a menos, ha matado en su domicilio de la plaza de Cuba a Rosario, su mujer, y huye como alma en pena por el barrio de Los Remedios hasta su caseta en el recinto ferial. La narración, sustentada sobre la tercera persona, poco a poco se bifurca en distintas focalizaciones anexas que se identifican con otros tantos personajes que van apareciendo sucesivamente en la trama: el mismo Carlos, el portero de la caseta, el tío Javier. Y la historia continúa fluyendo como un río sinuoso, sumergiendo al lector casi sin que se dé cuenta en una Sevilla surreal y onírica, donde en torno al señorito protagonista se superpone espacios y tiempos.

En pocas páginas, el estilo de Durán y su técnica narrativa envuelven y enganchan al curioso lector que acepta el juego literario y no abandona el reto hasta la conclusión del mismo. En este punto, y sin que medie ningún tipo de ‘spoiler’ (complicado es esto con Calle del infierno), hemos de advertir que, sorprendentemente, la novela va mutando como un ser vivo, produciéndose de manera natural un traslado de subgéneros novelísticos dentro de la trama. Dichos subgéneros se presentan, por otra parte, magníficamente engarzados, lo cual habla muy bien de su autor y reivindican la calidad de su trabajo. De este modo, sin saber cómo, el lector traspasa los primeros capítulos desconociendo inocentemente que desde un inicio propio de la novela negra va a ir trasladándose a otro subgénero híbrido donde se amalgaman fragmentos más característicos de las novelas de tesis, de las novelas costumbristas e, incluso, de las novelas eróticas, registro en el que también hay que admirar el oficio de Emilio Durán.

Pero no sólo es un interesante libro por esta faceta experimental. Calle del infierno es una novela muy bien escrita, que destaca igualmente sobre otros productos análogos que llegan a nuestras librerías y ocupan puestos de privilegio no se sabe a santo de qué. Por otra parte, se nota que Emilio Durán es un gran conocedor de la ciudad y un excelente observador de sus peculiares habitantes. De otro modo no se entiende la extraordinaria caracterización con que se desenvuelven los personajes secundarios por una tramoya de sesgos oníricos -pero a la vez tremendamente real- que recrea espacios que se intercalan sin discontinuidades en el juego narrativo: ahora el barrio de los Remedios, ahora el balcón de la plaza de Cuba, ahora la campiña carmonense, ahora la casa señorial de tío Javier, ahora la caseta del Real de la Feria.

Y, sobre el escenario, acompañan al señorito protagonista los demás integrantes de la caseta y sus mujeres: el banquero venido a más por mor del pelotazo inmobiliario, el abogado de éxito, el dueño de la cadena de supermercados, el sindicalista traidor y trepa al que aún se le advierten las costuras de nuevo rico en la chaquetilla corta, la esposa con ínfulas que va de artista y de poeta, la médica de buen ver que pone cachondos a los hombres con la inflexión de su dulce voz, la loca…. Créame el lector de la crítica que no exagero si comparo algunos pasajes de la obra con el mejor Burgos de Las Cabañuelas de agosto:

Comienzan a piar los gorriones de las encinas de la plaza, una ambulancia con su estridente sirena alerta los ámbitos del barrio, quizás también empiezan los tractores a petardear por las trochas, a llegar las carriolas con los temporeros, pasa la pareja de civiles con las amplias capas verdes que saludan a su padre, llevándose los dedos a los tricornios, llegan los primos a pasar el fin de semana en la finca y con ellos, Rosa -mayor que él- que tiene los ojos azules y con la que se encierra en los gallineros, entre sacos de afrecho y pacas de paja (…)

Chapó, pues, por el oficio del escritor y su precisión estilística. Chapó por la caracterización de escenarios y personajes. Chapó, finalmente, también por el discurrir de la trama y sus inesperados giros que conducen a un final muy alejado de lo que se insinúa en el primer capítulo. Sin embargo, toda crítica debe abundar en el elogio como también detenerse en hablar de las imperfecciones observadas; y en esta edición de Calle del infierno se observa algún mínimo detalle que afea el producto final de manera imperdonable. Quizás el principal sea el uso incorrecto y continuo del signo de admiración inicial, que repite a manera de muletilla una falta de ortografía que aún no acierto a explicarme: “!No había pasado tiempo!”; o alguna que otra errata que indica que el corrector de estilo andaba de vacaciones anticipadas. Son detalles que deben corregirse, máxime cuando el ejemplar que he tenido el gusto de leer es el correspondiente a la segunda edición de la novela.

Resumiendo y a manera de conclusión, ya que no quiero arriesgarme a destripar a los futuros lectores el disfrute de la misma: Calle del infierno es buen libro que se lee del tirón y entretiene y sorprende a partes iguales. Aconsejable novela, pues, que desde aquí recomiendo no sólo a aquellos que, como a mí, les interese la temática localista, sino también a todo aquel degustador de la buena literatura y de la narración trabajada y pulcra. Emilio Durán tampoco supera el Rinconete y Cortadillo de Cervantes, pero a buen seguro que no quedarán decepcionados y gozarán con su propuesta. ¿Se animan a acudir a la Feria a pesar de los calores?

admin

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