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Sevilla tiene un color especial


123 motivos para no viajar a Sevilla



Jorge Molina



Jirones de azul, 2010.

ISBN: 978-84-928-6802-5

223 págs.

16,50 euros





Rafael Roblas Caride



Cuentan las crónicas que aquel cristiano converso ejercía su oficio desde tiempo inmemorial. Así, cada mañana, apostado con su mesita, su pluma y su tintero anotaba convenientemente los entierros que salían extramuros y cobraba los impuestos pertinentes. Cierto día, el azar hizo de las suyas y una investigación del Consejo descubrió la inexistencia de su cargo oficial, heredado de padres a hijos a través de varias generaciones. Nadie le explicó su situación administrativa, aunque sí le señalaron convenientemente el camino que conducía a la Cárcel Real. Tres meses permaneció donde “toda incomodidad tiene su asiento y, como no podía ser de otro modo, a su salida, pronto se tomó cumplida venganza: durante más de una semana, un gran lienzo colgado de la muralla anunció al viajero cuál era su destino. “Caminante, llegas a la ciudad de la desorganización y del mal gobierno” rezaba el cartel. Nacía así un subgénero tan cultivado como poco reconocido por la ortodoxia de la vieja Híspalis: la crítica a ese ente intocable e imaginario, mitad celestial mitad arcádico, vergel florido del tópico y “jardín cerrado para pocos”, que responde al nombre de Sevilla.

Casi setecientos años después, esta senda es recorrida nuevamente por Jorge Molina y su originalísimo proyecto “Guías del no viajero”. Amén del valor -que, como al buen militar se le presupone-, el temerario periodista se pertrecha de unas alforjas donde no se escatiman dosis casi letales de sarcasmo, ironía y mala leche, ingredientes indispensables para encarar esta peligrosísima misión y no morir en el intento. Porque suicida ha de ser aquel que se enfrenta, lanza en ristre, a axiomas tan arraigados y definitivos en el complejo inconsciente colectivo del sevillano como los siguientes:

“A los sevillanos se nos acusa de ombliguismo,… pero es que Sevilla tiene un ombligo que es digno de ver”. (Antonio Burgos).

“Lo malo no es que los sevillanos piensen que tienen la ciudad más bonita del mundo… lo peor es que puede que tengan hasta razón”. (Antonio Gala).

“Sevilla está donde tiene que estar. Las que están lejos son las demás ciudades”. (Rafael el Gallo).

Atisbado el panorama e informado el lector de la reseña sobre el paño que se gasta en la capital de la Bética, habremos de abundar en que Jorge Molina es ¡encima! casi paisano, ya que, a pesar de que su madre rompió aguas en Cumbres Mayores (Huelva), reside desde hace bastante tiempo en Sevilla. Aunque, olvidando el incorregible masoquismo crónico que debe padecer el autor, deberíamos ya centrarnos en las siguientes incógnitas: ¿qué pretenden realmente estos 123 motivos para no viajar a Sevilla?, ¿a qué tipo de público se dirige este tipo de antiguía?, ¿cuál es su resultado definitivo?… Y, para concluir, la pregunta del millón, ¿continúa Molina residiendo en la “maravillosa urbe andaluza tras la publicación de su libro?

A las primeras cuestiones responde el autor taxativamente en su atinada introducción: “Usted anhelaba sin saberlo una guía de qué no hacer, dónde no ir, y con quién no tratar en el lugar de destino”. Es esta, pues ,una guía “para quienes sólo desean pasar de puntillas por el destino y regresar pronto al origen”. Son los efectos visibles de este endiablado ritmo de vida que convierte el placer viajero en una nueva causa de estrés y tensión con la “parienta y demás adláteres”. Y por algún sitio había que empezar. Desestimadas las mediáticas Cuenca, Cáceres y Teruel, Sevilla prometía. Al fin y al cabo “sólo las ciudades con nivel como Sevilla llegan a tener libros de esta clase. Las guías sectoriales atraen nuevos turistas y Sevilla tiene pocas. Alguien debería escribir una guía-callejero de apariciones y crímenes. Y otra de flamenco y copla”, ha manifestado Molina a Alfredo Valenzuela, en confidencia autoexculpatoria.

Así, el temerario guía afronta, como un Virgilio apócrifo, el socorrido papel de ángel de la guarda del visitante que no sabe a lo que se arriesga… ¡y lo publica! En el recorrido, el forastero descubrirá de su mano los arcanos más ocultos de la ciudad. ¿Por qué es preferible entrar en los bares que más cáscaras de gambas acumulan en el suelo?, ¿qué peligro nos acecha si se hace una inocente pregunta a un solitario capillita que monta un paso?, ¿dónde se puede localizar, expuesta casi como reliquia, la mesa de trabajo del general golpista Queipo de LLano?, ¿qué misterioso ingrediente de la sangría eleva su factura a los quince euros?, ¿cuál es la sutil diferencia que separa una “incienso-taberna de un “incienso-pub? o, finalmente, ¿qué enigmático motivo explica que la única cerveza disponible en toda la ciudad sea la “holandesa Cruzcampo…? Por estos terrenos discurren los 123 recodos –podrían haber sido muchos más- que estructuran la guía. Bueno, los 123 recodos y la coda con “los diez errores más comunes cometidos por los intrépidos visitantes que arriban a la orilla del Guadalquivir”. Para que cada uno sepa a lo que se arriesga.

Por otra parte, y llegados a este punto, sería imperdonable no señalar que, pese al sarcasmo y la crítica ácida que se perciben en bastantes pasajes de la guía, el cariño y el amor a la ciudad constituyen el eje fundamental del volumen. “Se canta lo que se pierde”, cantó otro sevillano escéptico. Parafraseándolo, podríamos afirmar que se critica lo que se ama… ¿con la esperanza del cambio? Puede ser. Sin embargo, seguro que no faltarán mentes obtusas y pacatas que sostengan que Jorge Molina debe ser quemado públicamente en una actualizada pira inquisitorial. O, peor, palmeros borreguiles que aplaudan la guía sin descender al nivel de su “guasa mientras crucifican, por detrás, a su autor. No serán grupo menor. A pesar de todo, vaticinamos que la sangre no llegará al río. No en vano, la hipocresía es otra de las cualidades que maneja con mano siniestra esta difícil ciudad.

Inteligente, sarcástica, irónica, ocurrente, ágil, profunda. Todos estos adjetivos –y algunos más que nos ahorramos para que el autor no levite en demasía- se nos ocurren para calificar este primer volumen de las “Guías del no viajero”. Esperemos que el empeño de Jorge Molina no se estanque y pronto vuelva a sorprendernos con una nueva entrega. Sin embargo, dudamos que supere el nivel alcanzado en estos 123 motivos para no viajar a Sevilla, ya que, por mucho que se esmere, no encontrará otro “marco incomparable” que encierre dentro de sí “un mundo tan entero, radical y perfecto que el que encierra en sí misma esta bendita tierra de María Santísima. He dicho.

Pd- Tras terminar esta reseña, nos han informado que Jorge Molina aún vive –y colea- dentro de los muros de Sevilla. Laus Deo.

admin

3 comentarios

  1. Me resulta algo inverosímil que, después de varias horas, nadie haya dejado su parecer sobre una reseña tan bien escrita y un libro tan ¿polémico? Sevillanos y sevillanas debemos aprender a poner distancia, para esto creo que pueden servir estas anti-guías. ¡Gracias!

  2. La verdad es que he llegado aquí a través de una nota que he visto en el twitter de Carolink. Y al leer su comentario quiero recoger el guante.

    No he leído el libro… y no sé si escribir «aún», porque yo conocí personalmente a Jorge Molina y el concepto que tengo de él y de la forma de encarar las cosas (¿sabe alguien que nunca pagó por ir a ningún concierto ni a ningún partido de baloncesto…? Si tenía que pagar, no iba, aunque le interesase) me retrae bastante de pagar ahora yo (jejeje…) por un libro suyo.

    De todas formas, si todo lo que ha escrito en él es como la referencia que tengo de lo que decía sobre la escena musical sevillana («no hay una diga de tal nombre, y las salas están rodeadas de puticlubes en los polígonos…») denota que Jorge anda muy, pero que muy, ajeno a la actualidad sevillana. Y para leer por leer… se me ocurren otros cientos de libros.

    Fdo. Carrascus

  3. Es que nadie puede opinar sin leer primero el libro. Yo sólo lo he hojeado muy brevemente y mi opinión será acorde: superficial, probablemente equivocada. Pero la ínfima muestra me parecía abundar más bien en los típicos tópicos negativos que se le pueden achacar a cualquier ciudad con ínfulas (Madrid, Barcelona…), lo cual no está muy alejado del típico chiste local (que a todos nos gusta). Rafael tampoco nos extrae algunas perlas concretas de las 123. ¿Alguien se atreve a hacerlo o todos tenemos miedo de que la SGAE nos lleve esposados por citar dos o tres?

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