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Sin motosierra no hay paraíso

Un año en los bosquesCAROLINA EXTREMERA | “A medida que pasan los años me visitan cada vez más personas que no conozco. Son gente que se ha cansado de las ciudades y quiere una vida sencilla. Algunos quieren que les cuente cómo dejarse la vida criando abejas; otros simplemente buscan un idilio, una existencia simple y bucólica, en la que las abejas serían lo de menos –aunque les gustaría tener una o dos colmenas, claro está–.”

Estos, amigos míos, somos ustedes y yo. Los de la vida sencilla. Los que visitan a Sue Hubbell porque quieren, ay, una vida bucólica en el campo. Porque ustedes y yo somos demasiado listos, más listos que los protagonistas de las novelas de Davin Vann y John Krakauer, esos hombres que van buscando el aislamiento, la naturaleza salvaje, el peligro, esos hombres que se dejan destruir. Ustedes y yo hemos estudiado a Thoureau y lo que queremos es leer en el porche de nuestra casa de campo, abastecernos con nuestro huerto y, por qué no, fabricar un poco de miel para consumo propio. ¿Para qué engañarnos? Todos hemos alimentado esta fantasía de tranquilidad en la naturaleza en algún momento de nuestras vidas.

Sue Hubell se fue a vivir a los Ozarks en Missouri, en 1973. Doce años después, empieza a escribir Un año en los bosques, donde nos cuenta cómo transcurre su vida a lo largo de un año manteniendo ella sola –su marido y ella se divorcian poco después de la llegada a Missouri– una granja de unos trescientos cincuenta mil metros cuadrados. El libro está escrito con sencillez, a modo de diario orquestado en torno a las estaciones del calendario, y conquista con su erudición y su visión detallista de la  naturaleza. No cuenta una historia, no da consejos, no contiene instrucciones ni claves, solo escenas y momentos, encuentros con animales, plantas y también personas. Ella misma lo apunta al comienzo con una cita de Rainer María Rilke, “no busques las respuestas, no se te pueden dar, pues no serías capaz de vivirlas. Y la clave está en vivirlo todo”. Lo que importa es la experiencia.

A partir de todas esas vivencias, vamos asistiendo poco a poco a varias desmitificaciones. Primero, la de la Arcadia pastoril que todos nos imaginamos cuando pensamos en el campo. Sue Hubbell necesita trabajar duro para poder vivir de la miel que fabrica en sus colmenas, necesita arreglar maquinaria constantemente, cortar árboles con una motosierra y, sobre todo, pedir ayuda. También cae, por tanto, el mito de la autosuficiencia, esa idea de soledad y aislamiento, puesto que siempre habrá algo para lo que necesites a otra persona, ya sea para arreglar una camioneta o para transportar colmenas. Después, y esta para mí es la más interesante, asistimos a la desmitificación de algunos animales etiquetados como terroríficos. Hubbell, bióloga, nos introduce en el mundo de las serpientes, murciélagos, ranas, arañas y hasta cucarachas. Su forma de convivir con todos los animales y plantas que la rodean es tan respetuosa que llega a ser inquietante –¿quién querría defender a una araña reclusa parda?–, pero también justifica la intervención humana en los bosques con bastante solvencia.

Sobre todo, a pesar de lo mucho que se aprende con él, hay que destacar como algo muy positivo que este no es un libro didáctico. Uno de los grandes aciertos es que la autora no cede en ningún momento a la tentación de atribuir intencionalidad a la naturaleza ni utiliza las anécdotas que acontecen a su alrededor en el mundo natural como fuente de metáforas sobre las relaciones humanas. Solo describe, solo muestra, y en ese desfile de azulillos índigo, ácaros, orugas, jilgueros, zarzas, robles y nogales, hipnotiza al lector. Eso sí, siempre que el lector sea amante de la naturaleza, ya que, aunque aborda de pasada elementos de la vida como la sobreprotección en la maternidad, el divorcio o la invisibilidad de la mujer a partir de cierta edad, son aproximaciones apenas tangenciales. Avisados quedan: aquí se viene a leer descripciones detalladas del apareamiento de los insectos y acerca de la clasificación de las plantas.

¿Y qué pasa con ustedes y yo, los que queremos nuestra vida campestre? Nosotros no sabemos manejar una motosierra, admitámoslo. Ni soportaríamos diez picaduras de abeja al día y, desde luego, no estamos dispuestos a caer agotados una y otra vez. Nuestro plan era leer en el porche, ¿recuerdan? Pues háganlo. Vayan al campo, un fin de semana, y se llevan este libro para disfrutarlo despacio, rodeados del olor de los árboles.

Un año en los bosques (Errata Naturae, 2016), de Sue Hubbell | 304 páginas | 19,50 euros | Traducción de Miguel Ros González | Prólogo de J. M. G. Le Clézio

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