0

Sobre el ser, el parecer y la hipocresía del patriarcado

Luciana-ok

JUAN CARLOS SIERRA | Entre el ser y el parecer, a pesar de su común naturaleza copulativa, ecuativa o identificadora, existen disputas o, más bien, distancias ¿Quién no se ha sentido traicionado cuando la apariencias le han dado gato por liebre o cuando todo lo que relucía no era oro exactamente? ¿Por qué nos seguimos dejando llevar por las apariencias, si la experiencia contrastada nos dice que por debajo de la superficie de una cotidianidad apriorísticamente amable existe una realidad real que nos lanza de tanto en tanto sus dentelladas de incomprensión, de decepción, de frustración, de injusticia,…; en definitiva, su medida ración de hipocresía?

Pues bien, en Luciana, la última novela de Pilar Tena, hay mucho de esto. Lo que creíamos que tenía que pasar se da la vuelta. La realidad, en cuanto que se rasca un poco más allá de sus primeras capas, se emponzoña. Todo parece lo que no es o viceversa: Ignacio Lago, joven profesor universitario español en el Trinity Collage, y su esposa Olga Méndez, traductora y ama de casa a la fuerza, no son esa familia perfecta que todos creían ver; los vídeos que Ignacio grababa y que reflejaban la felicidad de su familia en su estancia irlandesa esconden varios secretos y el mismo número de traiciones; Irlanda no va a resultar tan diferente a la España franquista que Olga e Ignacio habían dejado atrás; Peggy no será esa amiga fiel que Olga suponía; Kate Farrell va a descubrir demasiado tarde el fango que hay debajo de su apellido,…

A través de este juego de espejos rotos, la novela cobra un indisimulado tono de denuncia a propósito del peso que injustamente la sociedad ha cargado desde casi siempre sobre las espaldas de la mujer. “Ya sabe, la hipocresía de la época. La mujer estaba casi siempre en el eslabón más débil: era la víctima, pero al mismo tiempo era también la culpable, a quien había que esconder y castigar” (página 169), le suelta a Kate Farrell Mrs. O’Leary, una suerte de funcionaria de la agencia irlandesa encargada de poner en contacto a los niños nacidos de madres ‘descarriadas’, según la moral católica del momento, y entregados en adopción a familias ‘decentes’ a cambio de una cantidad de dinero acordada. Esta sociedad en la novela de Pilar Tena es la Irlanda de los primeros años 60 del siglo pasado, pero también podría ser la España franquista de esa misma década o de unos cuantos años antes. De hecho, unas páginas antes de este pasaje, en concreto en la 77, se puede leer lo siguiente: “Luciana, niña, calla. No sigas. No quiero saber nada. Es tu trabajo y debes dar gracias a Dios porque no te falta. Ya sabes que ‘en casa del pobre cuando no se trabaja no se come’. Don Vicente es tu patrón: harás lo que él te diga y nada de quejarte. Tú solamente cuídate de que no te deje preñada”. Esto se lo dice a Luciana, la protagonista involuntaria de esta novela homónima, su madre cuando la niña vuelve a su pueblo en unas breves vacaciones y se le ocurre comentarle las violaciones y las vejaciones que está sufriendo por parte de ese tal Don Vicente, su patrón.

Así que en esta novela con apariencia amable, con su pose de relato más o menos convencional, lineal, del tipo ‘voy a contar ficcionalmente mis días en la pacífica y verde Irlanda a salvo de la oscuridad de la España franquista’, se complica felizmente para convertirse en la narración de una vidas tortuosas y torturadas, para introducir un relato familiar íntimo del dolor, para bucear, casi a la manera de los naturalistas decimonónicos, en las interioridades de una vida, la de Luciana, que no sale del círculo del oprobio,…; en definitiva, se convierte en la narración de la historia universal de la hipocresía de un sistema patriarcal que se siente sustentado moralmente, tanto aquí como allí, por el peso de la religión católica.

En este sentido, podemos añadir que la novela es profundamente política -¿qué no lo es?-, puesto que plantea, especialmente en la vida cotidiana de las mujeres del relato, las consecuencias nefasta de la confusión entre los espacios público y privado, es decir, entre el Estado y la Religión –en este caso la católica-, y su traducción en un sistema social profundamente hipócrita cuya víctima principal es la mujer. De la misma manera o por este motivo, Luciana una actualidad sorprendente y, por tanto, se convierte en un texto urgente y necesario.

Pero además la novela de Pilar Tena se adentra en terrenos que de inicio no apreciamos como lectores y que la animan como artefacto literario; es decir, otra vez el truco entre el parecer y el ser, aunque en este caso sin hipocresías, sino más bien a favor de la obra y de las expectativas que el lector pueda crearse. Su apariencia de relato tirando a lo memorialístico –incidir en que la construcción de la memoria también es ficción no creo que sea necesario ahora- y evocador de un pasado más o menos idealizado, se transmuta en una novela con planos narrativos variados que incluso roza algunas de las convenciones del relato policíaco. Ese cruce de estrategias narrativas proporciona a la novela un atractivo extra gracias a la agilidad y al ritmo que adquiere y que difícilmente habría conseguido si se hubiese limitado a la indagación en la melancolía, como podría parecer en un principio.

Luciana | Pilar Tena (Tres Hermanas Ediciones, 2018) | 248 páginas | 16 euros

admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *