SARA MESA | Este es un cómic de superhéroes. Así lo califica uno de sus autores, el escritor Isaac Rosa, y así lo pensamos también los lectores al acabarlo, convencidos de la grandeza de sus protagonistas, una grandeza desprovista de poderes sobrenaturales pero investida de la dignidad que otorga una lucha incontestable y necesaria: la lucha por la vivienda digna, la rebelión ante el drama de los desahucios que lleva asolando España desde los inicios de la crisis económica. No cabe duda de que la novela gráfica se ha convertido en los últimos tiempos en un modo de expresión artístico muy eficaz en la denuncia de numerosas injusticias sociales y económicas (pienso en Persépolis de Marjane Satrapi, en los Cuadernos rusos de Igort o en los Reportajes de Joe Sacco, pero seguro que todos tenemos en la cabeza nuestros propios referentes), así que no es casual que haya sido el lenguaje que ha escogido Rosa para esta historia dramática en la que, sin embargo, predomina una mirada esperanzada. Los dibujos de Cristina Bueno ilustran con gran solvencia la narración, potenciando la emotividad de algunas de las escenas, ciertamente muy duras.
Tampoco es casual que la historia se enfoque desde el punto de vista de una adolescente, Alicia, que toma conciencia del problema de los desahucios a raíz de la irrupción de una anciana demente en su nueva casa. Época de cambios difíciles para Alicia -la separación de sus padres explica la mudanza de vivienda- pero también de crecimiento, de choque con la realidad y de una curiosidad que la llevará a participar en las asambleas de una PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca). Allí, uno de los miembros le explicará que es difícil imaginar la dimensión del problema con una simple cifra de titular periodístico: ¿Cincuenta mil familias sin casa? ¿Quinientas mil? Dicho así -la cifra más cercana, afirma el chico de la PAH, es la segunda- nos puede parecer lo mismo, pero si imaginamos siete estadios de fútbol llenos de gente, o juntamos las casas vacías en una sola zona de la ciudad -serían barrios completos- entonces comprenderíamos mejor esta tragedia que muchas veces es silenciada por los mismos que la padecen. Bajo esta premisa, el cómic sirve para visualizar el drama, un problema que no debería ser solamente el de los desahuciados sino de la sociedad española al completo. ¿Victimismo? Ninguno. ¿Simplificación? Menos. Aquí nada es lo que parece, y en un giro de tuerca contra el género, la historia se desdobla -atentos a las tonalidades de los dibujos- y los fantasmas tienen más de verdad que la propia realidad grisácea del desconocimiento.
El libro es, y se reconoce como tal, el resultado de un esfuerzo colectivo, en el que se han tenido en cuenta los testimonios y experiencias de algunas PAH, casi todas positivas. Sirve para demostrar que es posible cambiar las cosas, que no es tan difícil hacerlo y que perder el miedo es el primer paso para lograrlo. Habla de solidaridad y compañerismo, habla del poder de la unión, habla de gente corriente que no se amedrenta ante la arbitrariedad de las autoridades. Habla de superhéroes, pequeños superhéroes anónimos y grandes superhéroes reales. Y es, sin duda, uno de los ejemplos más honestos de arte comprometido que ha producido esta maldita crisis en los últimos años.
Aquí vivió. Historia de un desahucio (Nube de Tinta, 2016), de Isaac Rosa y Cristina Bueno | 256 páginas | 19,95 €