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Terror juvenil

relatos-hispanicos-asombrosos-y-de-terror-9788437632667

 

Relatos hispánicos asombrosos y de terror

VV. AA.

Cátedra, 2014. Colección “Cátedra base”

ISBN: 978-84-376-3266-7

215 páginas

8,40 €

Selección y prólogo de Emilio J. Sales Días

 

 

José M. López

T. Todorov, en su Introducción a la literatura fantástica, hacía una distinción entre “lo insólito”, es decir aquellos acontecimientos con apariencia sobrenatural pero que finalmente pueden ser interpretados de forma lógica, “lo maravilloso”, que se refiere a historias a las que no se puede aplicar las leyes de la física del mundo conocido, y,  finalmente, “lo fantástico”, término reservado a relatos que se encuentran entre los dos anteriores, ya que dejan al lector cierta incertidumbre de si lo allí sucedido puede atenerse a una explicación racional o no.  El carácter fantástico es el rasgo común de estos Relatos hispánicos asombrosos y de terror que la colección “Cátedra base” acaba de editar. Aquí nos encontramos ante historias en los que, en mayor o menor medida, al hecho asombroso podríamos asignarle alguna explicación lógica, aunque nunca estamos totalmente seguros de ello. La aparición de esta colección de cuentos parece responder a una doble finalidad: por un lado, la de desterrar  el falso mito de que la literatura fantástica en el ámbito hispánico no tiene entidad suficiente; por otro, hacer llegar a un público juvenil una serie de nombres más o menos consagrados de nuestros canon literario utilizando el carácter fantástico como gancho que pueda atraer a este tipo de público de una manera más directa. El listado de nombres que componen la antología lo forman autores españoles e hispanoamericanos desde finales del siglo XIX a principios del XX, adscritos a movimientos como el Romanticismo, Realismo, Naturalismo, Modernismo o la Generación del 98.

Más allá del carácter fantástico que comparten el cien por cien de los cuentos antologados, en la línea de una estela definida por autores como Poe, Lovecraft, Maupassant o Hoffmann, gran parte de estos relatos posee otra serie de características  comunes. La mayoría, por ejemplo, se inserta dentro de la tradición medieval de los peregrinos que se paran a descansar junto al fuego o en una taberna, y allí relatan oralmente a los comensales la historia del cuento del que ellos mismos han sido testigos. Aparece, por tanto, una duplicidad de narradores que aporta veracidad al hecho fantástico. Otra singularidad que define la mayoría de los relatos radica en que el hecho fantástico surge como respuesta a un comportamiento ciertamente inmoral por parte del protagonista. En el cuento de Pedro Antonio de Alarcón, “La mujer alta”, el espectro que da título al relato se le aparece al personaje principal como castigo a un comportamiento pendenciero e indecente. En “Hijo del alma”, de Emilia Pardo Bazán, la única explicación que la protagonista puede dar ante el hecho de que un extraño haya entrado en su casa y la haya violado, haciéndose  pasar, además,  por su marido muerto, es que su vástago es hijo, no del violador, sino  del espíritu de su marido. En “Un desnudo de Rubens”, Miguel Sawa nos presenta a un señor que mata a su esposa por los celos que le produce que Rubens, siglos atrás, haya tenido la osadía de pintar a su mujer desnuda. Rubén Darío también es fiel a esta especie de justicia poética de lo fantástico, y, en su historia, hace que a un joven se le aparezca  cada noche el fantasma de su madrastra debido al odio infundado que este muestra hacia ella. O, como en el excelente cuento de Blasco Ibáñez, también el más extenso, donde un campesino argentino, bebedor y bravucón, asesina a otro en las fiestas del pueblo, por lo que se ve obligado a huir y a robar el dinero de una antigua deidad andina. Esta no dejará de acecharle hasta que el aldeano devuelva su préstamo. En definitiva, detrás de cada uno de los hechos asombrosos que se nos muestran en los relatos de esta antología  se esconde un dilema moral o un comportamiento licencioso que parece haber desencadenado estos sucesos inexplicables.

Además de estas características comunes, hay cuentos que sobresalen no sólo por la calidad de su prosa, sino también por su carácter pionero en lo referente a una serie de temas o formas de afrontar la realidad que parecen atisbar futuras concepciones de lo fantástico. Especialmente adelantado a su tiempo me ha parecido el cuento de Benito Pérez Galdós, un relato con tintes absurdos, casi “kafkianos”, en los que un señor se levanta un día sin cabeza, y se adentra, sin intentar darle una explicación lógica a tal extraña situación, en una jornada que le depara una gran cantidad de momentos insólitos. Por otro lado, en el efectista relato de Pío Baroja, de los pocos que dan miedo de verdad, el narrador en primera persona encarna a un loco que explica su demencia por extraños hechos de su infancia. Y, cómo no, el siempre genial Miguel de Unamuno, que en su breve narración “¡El que se enterró!” aprovecha el ya tratado motivo del doble (Poe, Maupassant, Wilde, Stevenson…) para cuestionar, desde un punto de vista filosófico, la fortaleza de la lógica convencional y el concepto de identidad. Entre los demás, y a excepción del ñoño cuento de navidad que supone “El ángel caído” (Amado Nervo), los hay que afrontan de una manera más directa el trasfondo de las oscuras leyendas rurales, como “Gaspar Blondín”, de Juan Montalvo; otros se acercan al terror gótico de corte más clásico, (“Tristán Cateletto”, de Julio Calcaño), o, incluso podemos encontrar, como en “Finis desolatrix veritae”, el relato de corte místico de Abraham Valdelomar, un desolador cuadro de los parajes que encontraremos después de la muerte.

Como se afirma desde la propia editorial, la colección “Cátedra base” va destinada a un público joven, en especial alumnos de la ESO y Bachillerato. A estos estudiantes les será especialmente útil el breve pero esclarecedor prólogo, que detalla las diferentes líneas relacionados con lo fantástico que se afrontan desde esta perspectiva hispánica. En cuanto a las notas que acompañan al texto, las considero, en general, excesivas. La mayoría son de carácter léxico, y van destinadas a definir términos de una relativa complejidad. Como profesor de Secundaria, me temo que puedo afirmar que la competencia léxica de nuestro alumnado es bastante pobre, pero soy de la opinión que es mejor no saturar el texto de notas que puedan romper el ritmo de la prosa (más aún si hablamos de cuentos de terror, donde la gradación del suspense es fundamental), incluso a riesgo de que el lector pueda desconocer cierto término cuyo sentido, por otro lado, podrá reponer debido al contexto. Pienso que palabras como “aprensión”, “furtivamente”, “macabro” o “excéntrico” son conocidas  por la mayoría del alumnado -no estamos tan mal- y, en el caso de que no fuera así, existe una herramienta llamada diccionario (en papel o digital) a la que siempre puede recurrir. Sí, hay que anotar, pero, con moderación. Al final de la antología encontramos una serie de actividades que el profesor siempre agradece. Estas son especialmente útiles para hacer reflexionar al alumno acerca de las ideas sugeridas en el relato, además de poner en relación el cuento en cuestión con ciertas influencias de otros autores más allá del ámbito hispánico. Sí echo de menos un breve apunte biográfico del  autor al inicio de cada cuento. No creo que conocer si un escritor pertenece a tal o cual movimiento determine el valor intrínseco del relato, pero puede resultar esencial para que el alumno descifre las claves interpretativas de una obra escrita en una época determinada y en unas circunstancias históricas y culturales que habrán condicionado, inevitablemente, su forma y su temática.

¿Que si recomendaría esta lectura a mis alumnos? Sinceramente, tan solo a cursos superiores, cuarto de la ESO o Bachillerato, y no como lectura obligatoria, sino como optativa para aquellos alumnos que deseen profundizar más en la narrativa de determinado autores ya estudiados, y que deseen arañar algunas decimillas en la nota final.

Pero sí, es de agradecer el intento de esta editorial por rescatar esa literatura breve de corte fantástico cuya entidad en el ámbito hispánico se ha cuestionado tanto. Sin embargo, y volviendo a la definición que Todorov daba a “lo fantástico”, es decir, aquellos hechos que se encuentran en esa penumbra entre la lógica y lo irreal, es imposible no echar de menos en esta antología a una serie de autores hispanoamericanos que aparecieron con posterioridad  -aproximadamente a mediados del siglo XX- que, desde esa perspectiva de la ficción, alcanzaron unos niveles de profundización inalcanzables hasta hoy día. Me refiero autores como Jorge Luis Borges o Julio Cortázar en lo referente al  relato breve, o a otros escritores, ya centrados en el formato de la narración más extensa, y a los que también se ha situado dentro del denominado “realismo mágico”. La enorme revolución que la aparición de estos autores supuso para la literatura fantástica dentro de nuestras letras los ha convertido en incuestionables referentes, motivo por el cual creo necesario la aparición de una segunda parte de estos Relatos hispánicos asombrosos y de terror que abarque la segunda mitad del siglo XX. La modernidad de sus temas, la novedosa manera de toparse con lo real, la simbología, o, finalmente, la sinuosa inserción de lo fantástico en lo cotidiano que encontramos en la literatura de estos autores podría dar como resultado una continuación a esta antología que llegaría de una manera aún más inmediata a un alumnado deseoso de asombrarse no solo por los terrores góticos de muertos vivientes y almas en pena, sino también por lo fantástico que se esconde tras sus relaciones familiares, en su casa  o con su pandilla de amigos, es decir, lo extraordinario que se oculta tras su realidad más cotidiana.  A estos autores sí los recomendaría como lectura obligatoria. Sí o sí.

[Publicado en Nebrija Digital]

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