Ahora Tusquets edita su último libro de poemas Calmas de enero al que, incluso desde una rápida lectura, podemos ver una autobiografía en verso, una trasposición lírica de lo que nos ha ofrecido César Antonio Molina en los volúmenes de sus memorias en prosa. Un viaje a la interioridad del autor, pero también hacia lugares y personajes que forman parte de su bagaje cultural (Alejandría, las Cícladas, Florencia…), que en realidad se funde con el del conjunto de nuestra civilización. Porque como convencido humanista, y como querría Borges, para el escritor al final un hombre es todos los hombres, bajo cualquier nombre, con cualquier rostro, en todas las épocas; y Catulo o Marcel Proust son sus contemporáneos.
Por supuesto, no existe nada menos estático, más subjetivo, que la memoria. La percepción, y lo que es más importante, el significado personal, de las personas que hemos conocido, de los lugares visitados, como la de los libros leídos, varía de manera inevitable con la edad, con los reencuentros y con las pérdidas. Como el río de Heráclito, Roma, París o Varsovia, no son la misma ciudad para el viajero adolescente o juvenil que para quien regresa mucho más tarde, con la maleta y el cuerpo lleno de recuerdos y nostalgias cuando, en palabras del poeta, ya está “La vida terminada, la vejez se inicia…”. Y es con esa mirada, encaminada ya a lo último, como César Antonio Molina atrapa en versos la observación introspectiva de algunos paisajes y parajes de su geografía sentimental (“lugares antiguos, qué dueños tan distintos ahora os poseen”).
Calmas de enero (Tusquets, 2017) de César Antonio de Molina | 168 páginas | 15 euros