Anatomía de un instante
Javier Cercas
Mondadori, 2009
ISBN: 9788439722137
463 páginas
21,90 €
Jabo H. Pizarroso
Pasó de ser el bicho desconocido de una caseta en la Feria del Libro de Madrid a la que nadie se acercaba para pedir un autógrafo Mont Blanc o Bic en las páginas de cortesía de su novela El móvil, a las colas interminables de lectores a los que enganchó esa relato bien trabajado, escrito con el tino polosteriano de las narraciones limpias y llevaderas, pero que pecaba a mi entender de un exceso de revisionismo posguerracivilesco, el miedo de los primeros aciertos. Los tiempos demandaban eso. Estábamos en los umbrales de los laberintos de la Memoria Histórica. Estaban muriendo los generalotes, había muerto Gutiérrez Mellado, aquel que le dijo a Felipe González que no tocara el tema de la guerra y la memoria hasta que los jerifaltes franquistas fueran pasto de gusanos. Y en ese Cercas estábamos, algunos con él y otros contra él. Algo que no cambió cuando publicó La velocidad de la luz.
Ahora llega Anatomía de un instante. Libro que según el propio autor pensó titular “La ética de la traición”. Y con él descubrimos y nos reconciliamos con un autor que ha dado un paso de gigante para la narrativa española. Tocar la política desde la ficción es mentar al diablo en España. Nadie se atreve. Tocar los mitos transicioneros también puede quemar al que ose hacerlo. Pero esto lo hace un Cercas valiente y lo hace desde un texto que es el epitafio de una muerte sorpresiva. Anatomía de un instante se inicia con el epílogo de una novela. Cercas se planteó escribir una novela sobre el 23 F, pero se dio cuenta de su fracaso y así lo indica en ese epílogo, porque en el 23 F la realidad superaba a la ficción.
Cercas se da cuenta de que no puede escribir una novela al uso y escribe una nueva novela contando todo el 23 F, y lo hace porque “tal vez lo verdaderamente enigmático no es lo que nadie ha visto, sino lo que todos hemos visto muchas veces, y pese a ello se niega a entregar su significado”. No esperen encontrar en este libro, sobre todo los apuntaladores de estanterías con libracos del 23 F, teorías nuevas, luces al final del túnel o revelaciones impactantes. Que si Alfonso Armada tenía el beneplácito de muchos representantes democráticos de partidos políticos para tirar por la calle de en medio, sí, eso ya se sabía. Que el Rey se reunió con Alfonso Armada y más o menos sabía lo que estaba tramando, sí, eso era conocido. La lectura y la grandeza de este libro vienen de otro sitio. He dicho previamente que es una novela. Es cierto. Lo es porque ordena una realidad y rescata de esa realidad lo que pocos han visto, pero lo rescata desde una palanca novelística y porque trabaja con personajes de ficción. Y ahí radica su temple y su importancia. Cercas no es el relojero suizo que juega con cartas trucadas y guarda ases bajo la manga. No puede. La realidad tramada se lo impide. Aunque muy pocos hayan visto la grabación completa del asalto al Congreso de los Diputados que estructura los bloques narrativos de este libro, en ese documental, en ese documento, están los clavos chejovianos que impulsan la narración de Cercas. Ahí está ese instante, ese gesto de Suárez sentado, impasible y enigmático, preparado toda la vida para ese momento sin saberlo, como un personaje de novela, mientras una ensalada de tiros le rodea como un enjambre de avispas. Ahí está también el gesto de Gutiérrez Mellado, cuando impide que le zancadilleen los golpistas. Y ahí está también el de Carrillo, que no se mete bajo el escaño y permanece impasible frente a un Congreso inhóspito. Esos gestos reales tienen tanta fuerza magnética que son ya ficción, la mayor verdad posible. Con ellos trabaja Cercas esta historia del 23 F, y lo hace desde la humildad y desde el rigor, lo hace desde la búsqueda de un saber desconocido para él y hasta cierto punto sentimental. Cercas se pregunta ¿Por qué mi padre y mi madre confiaron en Suárez? ¿Por qué lo hizo todo el país?, y la novela es eso. La novela es la certeza de que Suárez es un personaje de ficción. Es la búsqueda de una respuesta a esas preguntas. No revelo nada. Porque esto es una novela y hay que llegar al final para encontrarse en el camino con el recorrido experiencial, narrativo y vital que ha desplegado el autor en casi quinientas páginas. Valoraciones políticas, sociológicas e históricas hay muchas. Pero yo me quedó con que Anatomía de un instante es la novela de tres traidores que destrozan su pasado para posibilitar el futuro de un país. Tres hombres destinados a traicionar su vida entera para abrir espacios en la democracia española. La ética de un narrador tan contundente como Javier Cercas es haber calado el gesto de tres personajes que son tan reales como ficticios, Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo, y con ese gesto descubrir lo que todos habíamos mirado y uno sólo ha visto.
La cita de Borges que Javier Cercas utiliza en el epílogo es magnífica: «Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quién es«. Los dos lados del espejo no están tan separados. La Anatomía de un instante es el análisis narrativo de todo lo que rodea y precede al momento en el que un personaje real, Suárez, sabe para siempre quién es y por eso mismo, por esa conciencia momentánea, por ese tiempo de ausencia cognitiva, salta de la realidad a la ficción. Gracias, Javier.
Magnífico estreno de Estado Crítico, Jabo. Un abrazo.
Jabo rompió el hielo Nosotros pondremos las copas.
A seguir en la brecha, compañeros, Cotta, te espera «La mano de Fátima», la tengo por aquí, dime como andas esta semana y te llevo el libro.
Mi copa ya está preparada. Sólo falta que Alejandro la sirva. Salud, compañeros.
Estoy de acuerdo con Jabo en que el libro de Cercas es impresionante y necesario. Sin embargo, conforme fueron pasando los días desde que lo leí (y hablando con Ángela, que se lo está leyendo) he ido encontrándole peros: hay ideas que se asientan más sobre la convicción con que son expresadas, que con las pruebas o los razonamientos. Es una novela, claro. Pero las novelas fundadas sobre hechos reales corren el riesgo de tender trampas al lector. Un caso reciente como el de ‘Gomorra’, de Saviano (presentada como ensayo, vendida como novela) volvió a poner en entredicho esa calculada ambigüedad de las editoriales. Dicho sea para estimular la sana polémica, besos!
Un autor que se inspira en ciertos hechos históricos para crear una novela muy fiel a la realidad merece un premio.
Un autor que coloca la palabra «novela» en la primera página de un ensayo para evadir la responsabilidad de comprobar los hechos históricos merece ser fusilado al amanecer… o mejor dicho, debe evitarse a toda costa que le fusilen (=copien) los aprendices.
Propongo varias opciones:
1) Cámbiense todos los nombres y apellidos históricos. Eso da libertad de inventar y el coetáneo interesado se enterará, de todas formas, quiénes son los dirigentes comunistas Salvador Carretero y Dora Ybarra, llamada ‘La Amapola’.
2) Mantengo los nombres y apellidos históricos pero añado un epílogo en el que explico qué es verdad y qué es mentira. Eso lo hizo Jeannette Mirsky al novelar la vida de Cabeza de Vaca (y mira que nadie la habría llevado a los juzgados con 5 siglos de retraso) y Willi Bredel al inventarse la vida de Claus Störtebeker (ajusticiado en 1401). Y le habría hecho mucha, mucha falta a Michael Ondaatje, al convertir al conde Ladislao Almaszy en amante de mujeres y hacerlo morir en la Toscana en 1944, con siete años de adelanto.
3) Hago un ensayo de verdad, me lo curro, lo escribo como una novela, pero sin apartarme de los hechos y lo llamo ensayo. Y le emborracho al editor para convencerle de que el libro se venderá aunque ponga «ensayo» en la tapa. Esta última parte es la más difícil. Se admiten donaciones de botellas de absenta.