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Trilero de fantasmas

El Gólem_Cátedra

 

El Gólem

Gustav Meyrink

Cátedra, 2013. Colección «Letras populares»

ISBN: 978-84-376-3180-6

360 páginas

15,30 €

Traducción e introducción de Isabel Hernández

 

 

Ilya U. Topper

Cada treinta y tres años, el gólem se aparece en Praga. Recorre las callejas del barrio judío y provoca pavor a su paso. La gente huirá con las caras desencajadas al reconocer al fantasma: un tipo con la cara pálida como un muerto, envuelto en ropajes de otro siglo, y que de repente, en cualquier esquina desaparece como si nunca hubiera pisado los adoquines. Pero arrastra un siniestro cortejo: ahora ocurrirá en el barrio un asesinato tras otro. El gólem trae mal fario.

Gustav Meyrink (1868-1933), uno de los escritores más originales y extraños de esa edad de oro de la literatura alemana que era el arranque del siglo XX, ha elegido la leyenda del gólem para hacer un retrato muy particular de una Praga judía poblada por fantasmas y espejos.

El gólem era una figura de barro construida por el rabino Juda Löw de Praga, que cobraba vida gracias a un fórmulas mágicas para cumplir tareas manuales, pero tuvo que ser destruido por su inventor cuando se salió de control. Pero bajo las manos de Meyrink se transforma en otra cosa: un ser invisible, ni vivo ni muerto, que sólo cobra existencia de generación en generación.

Tal vez el gólem no sea más que la suma de todos los miedos, odios, deseos, celos, maquinaciones y  murmuraciones del gueto, que suben de las callejuelas casi como un vapor tóxico. O así los vemos a través de los ojos del maestro Athanasius Pernath, tallador de gemas, desde su estudio en una de esas callejas. Alrededor de él se arremolinan figuras trazadas con una pluma tan aguda y precisa como el cincel del maestro orfebre: el viejo chamarilero Wassertrum, el tísico estudiante Charousek, la pelirroja Rosina, el rabino Hillel y su hija Miriam… y Angelina, la joven noble envuelta en un drama amoroso que enfrentará a muerte a unos y otros, en un laberinto de maquinaciones. Pero también enfrentará a Pernath con su propio pasado, del que no recuerda nada. Porque se le borró, se lo borraron.

Saber de dónde viene no es el único objetivo del viaje iniciático de Pernath: se trata de ir más lejos, saber adónde va uno. Obtener las claves de la vida, ésas que dicen que están en la cábala, en un libro judío secreto o en cualquier baraja del tarot. Meyrink se pone místico en unas cuantas páginas y hay que tener ganas de seguirle, pero siempre fascina el juego de espejos y máscaras que propone, con habilidad de trilero que esconde fantasmas bajo copas hechas de espejos rotos.

Seguir a Pernath por los subsuelos de Praga, un laberinto muy real, perderse con él en los pasadizos y escaleras de esas casas fantasmagóricas del gueto… y vivir, sin ninguna magia, sin cábala ni secretos, como el narrador sale a la calle convertido, él mismo, en gólem… eso no tiene precio. Saber llevar al lector de la mano hasta forzarle a creerse la transformación del humano en fantasma, sin red ni trampa, eso es digno de los más grandes.

Una novela a la altura de Juan Rulfo, y extrañamente similar en ese aspecto: el juego de prestidigitador que pone y quita capas de la realidad para dejarnos siempre en la duda: lo que vemos ahora mismo ¿es real? ¿son fantasmas? Los vivos y muertos de Comala, que con tanta facilidad traspasan el umbral entre los dos mundos, tienen en El Gólem sus reflejos. O tal vez sus precursores. Tal vez Rulfo no escribiera Pedro Páramo únicamente porque no lo encontraba en su estantería, sino porque además encontró El Golem. Sí, sí, estoy comparando los dos libros: si Rulfo es, con una sola novela, el mejor novelista en español del siglo XX (para mí lo es), Meyrink es otro tanto en lengua alemana. Con esta novela.

Con ésta, no tanto con otras (El rostro verde, El ángel de la ventana occidental…), en las que Meyrink carga las tintas del misticismo y el cabalismo, hasta el punto de perder un poco de vista la trama de narración sólida que mantiene cosidas las páginas de El Golem. Una narración que además dibuja con artes de acuarelista la sociedad del gueto y sus bajos fondos: los reyes del hampa, las prostitutas, mendigos y aristócratas con gustos dudosos, todo un estudio del lumpen praguense, arrojado al papel con mucha risa contenida, siempre a un milímetro de la caricatura.

En esta reedición de Cátedra, la cuidada traducción de Isabel Hernández (que aporta también introducción y ocasionales notas al pie, normalmente en referencia a textos bíblicos que el lector español, a diferencia del alemán, desconoce) merece mucho respeto: mantiene ese ritmo un poco ‘staccato’ de Meyrink, vívido e impulsivo. La única pena es que, fiel a lo que parece una conspiración a la que se adhieren todos los traductores españoles, o al menos su inmensa mayoría, ha pasado por la tabla de planchar el tono arrugado de gran parte de los personajes: todos eso praguenses del gueto que hablan alemán con sintaxis eslava. Está claro que es algo imposible de reproducir en castellano, pero no es menos obvio que borrar las diferencias de habla entre el narrador (culto) y sus interlocutores (caracterizados por su habla inculta) empobrece la novela. Es como leer a Rulfo sin mexicanismos. Pero no importa: los fantasmas no tienen patria. Eso sí, si la tuvieran, sería Praga.

admin

Un comentario

  1. Excelente descripción y análisis de El golem y equilibrada valoración de esa rara maravilla que es Gustav Meyrink. Gracias, hay muy poca gente que lo haya leído, y menos aun que sepa valorarlo.

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