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Un grito que no debe parar

Teoria King KongJABO H. PIZARROSOJosé Pons publicó en la década pasada, año 2007, en la editorial Melusina, este ensayo de Virginie Despentes que ahora vuelve de la mano de Random House Mondadori. Teoría King Kong es un panfleto lúcido, voraz, veraz, un grito que clama: estamos hasta el coño en toda regla y desde todas nuestras reglas que ya no queremos porque no son las nuestras, porque siempre fueron las vuestras, machos de mierda. Este año, según los trendings y demás zarandajas hegemónicas pasticheanas, está siendo el año del nacimiento de una revolución que marcará y cambiará los tiempos: la revolución feminista. Random House fue previsora a comienzos de año y por eso volvió a meter en imprenta este tomo que ha sido, desde que se publicó en el año 2007 en castellano, uno de los libros que más ha marcado al feminismo desde la aparición en el 1949 El segundo sexo, de Simone de Beauvoir. Otro libro que podemos situar como antecedente directo de este ensayo es Mujer, raza y clase (1981), de Ángela Davis, al menos en declaraciones de Virginie Despentes y tras las conclusiones extraídas del texto que acá reseñamos.

En una isla inexplorada, donde la vegetación y la fauna protegen al más fiero y tierno de los animales asexuados, un homínido tan alto como un rascacielos de Nueva York, una mujer es apresada por las garras de este descomunal mono, y contenta con su situación, no quiere que un hombre, que juntos a otros hombres ha ido a salvarla, le devuelva a la sociedad patriarcal de la que procede, a la sociedad desquiciada del ama de casa, a la sociedad del matrimonio sacramental de los hijos dentro del decente matrimonio, a la sociedad donde la mujer es y ha sido una esclava invisible. La mujer oscila entre su calificativo de madre y los descalificativos de puta. Porque, como escribe Despentes en este ensayo, la mujer debe ser señora, debe ser burguesa, debe ser puta y debe ser madre a la vez. La mujer debe ser remilgada, también decente, educada, ¿cómo no?, ¿hombruna?, que ni se le ocurra, segundona, también, es preciso, debe ser callada, pues sí, y poco respondona, para eso está el hombre, ¡qué cojones!, para responder por ella.

El sometimiento histórico de la mujer es tan feroz, tan inconmensurable, tan injusto, tan salvaje, tan terrible, tan miserable, como lo es el grito con el que se abre y se lee este libro, como es el grito con el que es radicalmente obligatorio cambiar las cosas. Pero no es tan solo un grito de rabia que se escupe a la cara del hombre cómplice, a la cara de la sociedad que ha permitido que esto ocurra, a la cara de las sociedades todas que lo han permitido, también es un grito a boca abierta al macho, ese macho con coche con el que una decidió casarse un día, ese macho con el que una un día tuvo hijos, ese macho que a una le dijo un vez: deja de trabajar que vamos a tener hijos, cariño mío, es un grito contra ese macho que se va de putas porque su señora no quiere comerle el rabo, ¿cómo va a comerme mi señora el rabo, si eso es de putas?, piensa ese macho mientras camina de esquina a esquina y saca su pene-revólver. Es un alarido contra ese macho que viola a una mujer un sábado de copas y cuando se duerme piensa que está bien hecho, que no ha hecho nada malo, porque en el fondo esa mujer iba vestida como una puta, y se la puso gorda y una vez puesta gorda debía acabar el trabajo, por las buenas o por las malas, por lo que sintió la llamada del macho a violarla y así lo hizo.

Esta misma tarde acaba de darse a conocer en los medios de comunicación la sentencia que a la espera de la resolución del Supremo dicta libertad provisional bajo fianza de seis mil euros para los violadores de «la manada». En una parte de este ensayo, la escritora analiza estas columnas de poder machirulo, entre otras, la violación, y lleva a primer plano el abuso sexual a la que fue sometida cuando era joven y punkarra y uno no puede por más que relacionar la reflexión que vamos a hacer ahora con lo sucedido a esa chica de Madrid a la que violaron en un portal cinco machos que en breve pisarán las calles. Escribe Despentes: «Como llevamos minifalda, como tenemos una el pelo verde y la otra naranja, sin duda «follamos como perras», así que la violación que se está cometiendo no es tal cosa. Como en la mayoría de las violaciones, imagino. Imagino que, después, ninguno de esos tres tipos se identifica como violador. Puesto que lo que han hecho es otra cosa. Tres con un fusil contra dos chicas a las que han pegado hasta hacerlas sangrar: no es una violación. La prueba: si verdaderamente hubiéramos querido que no nos violaran, habríamos preferido morir, o habríamos conseguido matarlos, (…) Sin embargo, el día que los hombres tengan miedo de que les laceren la polla a golpe de cúter cuando acosen a una chica, seguro que de repente sabrán controlar mejor sus pasiones «masculinas» y comprender lo que quiere decir «no»».

Teoría King Kong es un ensayo que desfibriliza el corazón del sometimiento de la mujer desde sus pilares fundamentales, que no son otros que las vigas maestras que estructuran y construyen el orden mismo del heteropatriarcado y del capitalismo hombruno cipotero: la violación, el porno, la maternidad y la convivencia con el marido heterosexual y proto-homosexual: el enemigo por un lado y por otro, el masculino ser metido en una jaula social capitalista, sujeto a unos normas que le obligan a actuar como actúa,

“¿Qué es lo que exige ser un hombre, un hombre de verdad? Reprimir sus emociones. Acallar su sensibilidad. Avergonzarse de su delicadeza, de su vulnerabilidad. Abandonar la infancia brutal y definitivamente: los hombres-niños no están de moda. Estar angustiado por el tamaño de la polla. Saber hacer gozar sexualmente a una mujer sin que ella sepa o quiera indicarle cómo. No mostrar la debilidad. Amordazar la sensualidad. Vestirse con colores discretos, llevar siempre los mismos zapatos de patán, no jugar con el pelo, no llevar muchas joyas y nada de maquillaje”, ese hombre que disfruta del porno porque “en las películas, la actriz porno despliega una sexualidad masculina. Para ser más precisa, se comporta exactamente como un marica en un backroom. Tal y como se la representa en las películas, quiere sexo, con cualquiera, quiere que se la metan por todos los agujeros y quiere correrse cada vez. Como un hombre si este tuviera un cuerpo de mujer”.

Este libro explica desde la fuerza cruda y justa de su discurso directo que la mujer no es mujer, que la mujer no está considerada en absoluto como un ser humano igual al hombre en esta sociedad patriarcal, burguesa y clasista en la que vivimos. Que el ascensor social de la mujer es el matrimonio, «la mujer no tiene otra perspectiva de ascenso social que el matrimonio, es necesario que no lo olvide». Que el peso específico de la mujer en esta sociedad se mide por su capacidad de sometimiento, «Después de unos años de buena, leal y sincera investigación he acabado llegando a esta conclusión: la feminidad es una puta hipocresía. El arte de ser servil».

Porque la mujer en esta sociedad está obligada a adoptar y adquirir los atributos de la mujer objeto, aquellos que “mutilan su cuerpo” y le obligan a exhibirlo continuamente para goce de la mirada social y masculina a la vez que también está obligada a ser “la mujer respetable”, que la sociedad exige que sea. Porque, “Vale la pena llevar ropa poco confortable, zapatos que dificulten la marcha, vale la pena rehacerse la nariz o hincharse los senos, vale la pena morirse de hambre. Nunca antes una sociedad había exigido tantas pruebas de sumisión a las normas estéticas, tantas modificaciones corporales para feminizar un cuerpo.”

¿Y el hombre?, ¿no es capaz de reaccionar? ¿Será esta revolución feminista por fin aquella que coloque contra el muro de su vergüenza al hombre y a la masculinidad poderosa que somete a la mujer, para obligarle a cambiar?, también Despentes se pregunta:

«¿Cómo se explica que en los últimos treinta años ningún hombre haya escrito un texto innovador sobre la masculinidad? Ellos que son tan locuaces y tan competentes cuando se trata de disertar sobre las mujeres, ¿cómo se explica ese silencio con respecto a sí mismos? Porque sabemos que cuanto más hablan, menos dicen. Sobre lo esencial, lo que tienen realmente en la cabeza. ¿Quizá quieren que seamos ahora nosotras las que hablemos de ellos? ¿Querrán, por ejemplo, que digamos qué es lo que pensamos nosotras, desde fuera, de sus violaciones colectivas? Diremos que ellos quieren verse follando entre ellos, mirarse las pollas los unos a los otros, empalmarse juntos, diremos que tienen ganas de metérsela entre ellos por el culo. Diremos que de lo que tienen ganas, realmente, es de follar entre ellos. A los hombres les gustan los hombres. Nos explican todo el rato cuánto les gustan las mujeres, pero todas sabemos que no son más que palabras. Se quieren entre hombres. Se follan unos a otros a través de las mujeres, muchos de ellos piensan en sus amigos mientras la meten en un coño. Se miran a sí mismos en el cine, se dan los mejores papeles, se sienten potentes, fanfarronean, alucinan de ser tan fuertes, tan guapos y de tener tanto valor. Escriben unos para otros, se felicitan mutuamente, se apoyan. Tienen razón. Pero de tanto escucharles quejarse de que las mujeres no follan bastante, de que no les gusta tanto el sexo como haría falta, de que no entienden nada, acabamos preguntándonos: ¿a qué esperan para darse por el culo los unos a los otros? Venga. Si eso os puede devolver la sonrisa, entonces es que está bien. Pero entre las cosas que les han inculcado está el miedo de ser marica, la obligación de que les gusten las mujeres. Así que se comportan. Refunfuñan, pero obedecen. Y de paso, furiosos por tener que someterse, le dan un par de hostias a una o dos chicas».

Teoría King Kong es un puñetazo en el rostro de esta sociedad capitalista y esclavizadora aún hoy de la mujer, sociedad que viola a la mujer en todos sus órdenes sin consecuencia alguna. Espero que libros como este cambien este desorden de las cosas de una vez.

Teoría King Kong (Random House Mondadori, 2018), de Virginie Despentes | 176 páginas | 14 euros | Traducción de Paul B. Preciado

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