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Un mundo feliz

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Sumisión

Michel Houellebecq

Anagrama, 2015. Colección «Panorama de narrativas»

ISBN: 978-84-339-7923-0

288 páginas

19,90 €

Traducción de Joan Riambau

 

 

José Martínez Ros

Michel Houellebecq la ha vuelto a liar. El que es, sin duda, el escritor más famoso de la literatura francesa actual y uno de los más mediáticos del continente europeo ya levantó un considerable revuelo cuando se desveló la sinopsis de su nueva novela: Sumisión. Después de ganar el Goncourt, premio que atesora el mayor prestigio de las letras galas, con la que tal vez sea su mejor novela, El mapa y el territorio, volvía a la senda del escándalo con una trama de política-ficción situada dentro de unos pocos años, en el futuro: en un momento de malestar social y máxima degradación de las instituciones francesas, un partido de corte islamista moderado, La hermandad musulmana, dirigido por un líder astuto e inteligente, Mohammed Ben Abbes, supera a la derecha y la izquierda republicana por sorpresa y pasa a segunda vuelta para enfrentarse por la presidencia con el Frente Nacional de Marine Le Pen.

Tras un momento de incertidumbre nacional, los católicos -que observan favorablemente la posibilidad de extirpar el laicismo de Francia-, la derecha menos radical -que encuentra puntos en común en el conservadurismo de La hermandad- y los socialistas -que se ven incapacitados para hacer causa común con la racista y extremista Le Pen- acaban apoyando a los musulmanes: Ben Abbes es elegido presidente. Y, lentamente, aplica unas reformas que cambian sustancialmente el carácter del país, sin apenas imposiciones, con una aceptación resignada y a veces entusiasta… Para una Francia que se ve a sí misma como decadente y sin futuro el islamismo se convierte en una especie de solución: el desempleo cae, ya que muchas mujeres dejan de trabajar y vuelven al hogar; la violencia y la inseguridad disminuyen, ahora que los inmigrantes se sienten más integrados; se instaura la poligamia y crece la natalidad; la economía mejora debido a las grandes inversiones que llegan de los emiratos del Golfo Pérsico; la Sorbona se transforma en una universidad islámica patrocinada por Arabia Saudí…

Aunque por su propio argumento, Sumisión estaba destinada a ser motivo de polémica, buena parte de la atención que ha recibido por los grandes medios de comunicación se debe a que su publicación coincidió con el atentado contra la revista satírica Charlie Hedbo (en el que, precisamente, Houellebecq perdió a un amigo muy cercano). Houellebecq suspendió los actos de promoción de la novela y, desde entonces, cuenta además con protección policial. Ahora nos llega, por fin, el libro y, si bien, no la consideramos a la altura de hitos como El mapa y el territorioLas partículas elementales o la magnífica -y minusvalorada- Plataforma, es una novela lo bastante persuasiva y lograda para merecer que se analice como una obra literaria seria y no como una suerte de tenebroso texto profético.

Lo mejor de Sumisión es el punto de vista desde el que se narra la historia de esta imprevista conversión de todo un país: François, profesor universitario cuarentón, un trasunto evidente del propio Houellebecq, mujeriego, machista, desencantado y especialista en Huysmans, gran figura del decadentismo decimonónico y autor de Al revés, que se convirtió al catolicismo al final de su vida. El protagonista pierde a la única mujer que de verdad le interesa, Myriam (que además es judía y, cuando se produce el cataclismo político, opta como la mayor parte de la comunidad hebrea de Francia por emigrar a Israel) y, a partir de ese instante, observa el vuelco de los acontecimientos con una suave mezcla de incredulidad e interés. Hemos de comentar que, como en casi todas las novelas de Houellebecq -con la excepción de la Valerie de Plataforma– las mujeres que aparecen en Sumisión son más un objeto de deseo o un medio de salvación personal del protagonista que seres humanos reales… Lo podemos ver como un defecto personal o literario. También como una crítica autoasumida a la mentalidad masculina.

Al final, François descubre que, para Francia y para él, el Islam es, como ya hemos dicho, una solución a una serie de dilemas y atolladeros íntimos. Ahí está el golpe de genio de Houellebecq: no presenta la islamización de Francia como una gran conmoción. La mayoría de la gente se adapta y hasta parece más satisfecha con un nuevo sistema de creencias. En cierto modo, ha escrito una adaptación al siglo XXI de Un mundo feliz de Huxley: la ciudadanía de Occidente abandona complacida el hedonismo y el vacío vital desideologizado del inicio del nuevo milenio.

Si Houellebecq fuera un escritor de ciencia-ficción o, más propiamente, de política-ficción sería un autor mediocre. La trama de Sumisión no se sostiene y parece increíble que una sociedad, por más extendido que se halle el conformismo, acepte los cambios que propone la novela sin el menor grito o quejido de protesta. Pero ese no es el objetivo del autor. Como en sus demás novelas, tanto en las mejores como en las peores, se propone realizar a la vez una sátira salvaje y un diagnóstico o, más bien, una autopsia de la cultura europea, que considera agonizante (una opinión que sus lectores no necesariamente comparten): de ahí las numerosas andanadas que lanza contra el estado de la universidad, la clase política y la sociedad francesa. Y es esa crítica, vitriólica, soterrada, pero feroz, la que hace de Sumisión, a nuestro juicio, una novela eficaz. Una novela injusta y tendenciosa, tal vez, pero cuya lectura merece la pena.

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