EDUARDO CRUZ ACILLONA | Dice el autor en la contraportada del libro: “Yo creo que esta novela les habría hecho reír a carcajadas a Chesterton, a Saki y a Wodehouse, a quienes siempre imagino, no sé por qué, sentados en grandes sillones de cuero verde”.
Yo no sé en qué sillones estarían sentados, pero estoy convencido de que esta novela le encantaría a Franz Kafka y a Eduardo Mendoza.
A Kafka, porque se identificaría perfectamente con el arranque de esta novela. Alguien, que resultará ser el protagonista principal de la novela, se despierta una mañana en un cuerpo que no reconoce y en un dormitorio que no es el suyo. Lo describe con palabras que él mismo desconoce. Es como si habitara el cuerpo y la experiencia de otra persona. Y así es.
Desde el principio empieza a establecer un esperado diálogo, que nunca se va a producir, con un tal Marcel, que es una especie de Dios o, en el más mundano de los casos, el responsable del experimento científico por el cual él habita otro cuerpo y otra vida.
Y a Mendoza porque vería inmediatamente unos paralelismos tremendos entre este Kola, protagonista de Experto en silencios, y su bendito extraterrestre de Sin noticias de Gurb.
La trama, contada en primera persona, va sucediendo en un presente tan continuo como incierto y trepidante. El protagonista avanza en su vida adoptada sin saber lo que le ocurre ni por qué. Y Pablo Gonz sabe jugar a partes iguales con el personaje y con el lector, arrastrando a ambos a una trama en la que el segundo acaba creyéndose el primero por mero corporativismo contra una especie de dios menor que es Marcel, el supuesto director del experimento, al que el protagonista no hace más que interpelar y de quien sólo recibe la magnanimidad de su silencio.
La trama avanza desenfrenada como en las mejores novelas de intriga y de acción, en una huida hacia adelante tan lógica como loca, cargada de angustia y humor a partes iguales, con ese ritmo que sólo logran los buenos autores, los que pretenden trascender, no entretener.
Experto en silencios fue escrita hace casi treinta años. En su día obtuvo el premio Juan March Cencillo de novela breve y su promoción y difusión fue lo más parecido a lo que puede diseñar un experto en silencios. Afortunadamente, hoy contamos con editores como Román Piña, responsable de la editorial mallorquina Sloper, que tiene generosidad y olfato literario a partes iguales, y que sabe escuchar sinfonías donde otros no distinguen la música del centrifugado de la lavadora.
Pablo Gonz, autor experimental en el sentido de que cada novela suya es diametralmente diferente a todas las anteriores, ni siquiera ha querido actualizar esta novela y traerla al siglo XXI. Así, los personajes comercian en pesetas, van a cabinas telefónicas en la calle, se desplazan en vehículos a gasolina (ni diesel ni eléctricos) y leen prensa en papel. Y a pesar de todo ello, nada impide que la novela sea de lo más actual. Y que recupere y renueve ese género metaliterario que supone presentar a un personaje en busca del autor para ejecutar un ajuste de cuentas o, como en este caso, de cuentos.
Es una satisfacción poder demostrar, una vez más, que la comedia en literatura también es alta literatura y no, como ocurre en el cine, un mal menor, donde todo el mundo nos pregunta a los cómicos que para cuándo un argumento dramático… Dramático, tú. Bienvenidos sean los lectores con la mente abierta que acogen con fervor tanto a Samsa como a Gurb.
Experto en silencios (Sloper, 2024) | Pablo Gonz | 130 págs. | 15€