JUAN CARLOS SIERRA | Es complicado acertar con un primer libro de poemas. No tanto por el estreno en sí, que a veces queda emborronado por un exceso de ilusión y de ganas por hacerlo bien, como por la juventud que habitualmente acompaña a la primera incursión editorial. Manolo Haro, colaborador añorado y querido de Estado Crítico, siempre plantea al tratar este asunto que probablemente se peca de ‘juvenilismo’, valga el palabro, es decir, de alabanza de lo joven por el mero hecho de serlo y menosprecio de la madurez, porque a ver qué es eso tan interesante que tiene que decirnos en verso un/a joven que en la mayoría de las ocasiones casi no ha empezado a vivir; además, no todos van a ser Rimbaud ni escribirán a la primera su particular Una temporada en el infierno, aunque la lectura de las contraportadas de estos poemarios juveniles apunten indubitadamente a obra de arte –y de ahí para arriba-.
Con lo que pretendo escribir a continuación no voy a enmendarle la plana a Manolo Haro, con el que comparto aversión hacia ese ‘juvenilismo’ generalizado -no solo en lo literario- ni estoy insinuando que haya aparecido un nuevo Rimbaud en el ecosistema lírico hispánico, pero he de admitir que desde hace tiempo pocos primeros poemarios me habían llamado tanto la atención como Después del pop, de la recién estrenada poeta Elisa Fernández Guzmán (Bonares, Huelva, 2000) y merecedor del Accésit del Premio Adonáis 2023.
En pocas palabras, podemos resumir el argumento de este poemario de la siguiente manera: se trata de dar fe lírica del primer amor adolescente que, como queda escrito en el poema central ‘Para ser una niña adolescente’ (página 24), forma una ecuación perfecta de obsesión, obcecación, ceguera, fundamentalismo, forofismo,… con la etapa vital en que se produce, la adolescencia -valga la redundancia-. Si Elisa Fernández Guzmán acierta en este aspecto es porque la anécdota personal, lo estrictamente biográfico queda totalmente trascendido, ya que la autora se abstiene de plantear el libro como una confesión o, peor aun, como un exorcismo particular, lo cual facilita considerablemente la comunión del poema con el lector.
Por otra parte, en el tono de lo tratado como material poético, ese amor adolescente del que este libro levanta acta en verso, resuena un cierto espíritu generacional o, al menos, del de buena parte de una generación que ya se ha cansado del tratamiento algo ñoño, cursi, tontorrón, empalagoso, romanticón y babeante de lo relacionado con el amor, un amor que se resuena así en tantas melodías pop que han contribuido a su educación sentimental; y si eso ha sucedido con la música, también podemos afirmar algo parecido en cuanto a buena parte de la poesía ‘consumida’ por un número considerable del público lector -digital o analógico- durante los tres últimos lustros. Hay que escorarse hacia otras maneras de hablar del amor en poemas escritos ‘después del pop’ y después de su banalización sentimental.
Por eso se evita poner paños calientes para tratar ese amor adolescente, al que por cierto se aborda una vez pasado tanto el amor como la adolescencia, es decir, desde fuera, con distanciamiento, con ese puntito de madurez que procuran los años y los duelos pasados, con la serenidad quizá de quien no pretende engañarse (ni engañar al lector) con las trampas del inconsciente ideológico tradicional y clásico ni con los trucos de la memoria nostálgica y azucarada. En Después del pop asistimos, pues, a un análisis crudo y sincero del amor, sin dobleces ni mistificaciones. Así, cuadran perfectamente en este poemario versos sobre algunas de las miserias de ese amor alérgico a la idealización como “He intentado que me guste/ ese grupo raro que ahora escuchas/ de hombres serios y enfadados /(…) seguro por eso/ no me has besado/ por no haber leído/ teoría feminista/ y ensayos sobre arte…” -’A pesar de no ser lista’ (página 13)- o algunos de los que conforman ‘Lo que vi al observarte en los botellones’ (página 16). La realidad, ni más ni menos. Incluso la de después del amor sin demasiadas estridencias ni dramatismos: “…lo siento de verdad me gustaría/ seguir siendo adolescente/ pero crecer es olvidar/ y olvidar solo es/ dejar el amor en su sitio.” (‘Dejo aquí un poema tuyo’ -página 38-).
Una poesía de corte tan realista, aunque sea amorosa o ‘post amorosa’, requiere una coherencia estilística. En este sentido, Después del pop también cumple. Quiero decir que el primer poemario de Elisa Fernández Guzmán se inscribe en un ámbito poético de trazo sencillo, directo, cotidiano,… pero con la carga justa de lirismo para no confundirse con la planicie simplista y superficial de muchos de los y las poetas de su generación -y no me refiero solo a lo que Juan Carlos Abril llama subpoesía, es decir, a la calaña de los ‘instapoetas’ y adláteres-. Los versos de la poeta bonarense buscan un giro lírico preciso, la imagen necesaria aunque sin abusar, la vuelta de tuerca oportuna al discurso común que evite caer en el prosaísmo mal entendido para, por contra, penetrar eficazmente en la sensibilidad del lector. En este particular, el hecho de no utilizar signos de puntuación ni mayúsculas contribuye a que el lector se sienta más cómodo con el devenir de los poemas, más libre a la hora de establecer periodos sintácticos y prosódicos y, por tanto, para apropiarse semánticamente a su manera del poema. Parece claro, pues, que en este primer poemario de Elisa Fernández Guzmán existe una voluntad de estilo que trata de equilibrar la naturalidad del lenguaje cotidiano con las exigencias de lo poético con el objetivo de colocar en el centro del poema al lector.
Después de todo lo dicho sobre Después del pop –y de lo que queda por decir-, podemos afirmar que muy probablemente este primer poemario no esté a la altura de Una temporada en el infierno ni que Elisa Fernández Guzmán sea la nueva Rimbaud hispana. Tampoco creo que le haga falta. Cada cual juega en una cancha diferente, en la que la historia de la literatura le ha asignado. Sin embargo, lo que sí creo que se puede afirmar sin temor a equivocarse demasiado es que estamos ante un buen inicio, ante un primer poemario muy meritorio, con más aciertos que errores; unos aciertos que apuntan hacia algo fundamental en la poesía que se respeta a sí misma, ni más ni menos que al lector, a la comunión emocional de este con los versos.
Después del pop (Rialp, 2024) | Elisa Fernández Guzmán | Accésit Premio Adonáis 2023 | 52 páginas | 10 euros