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Un río de palabras

ALEJANDRO LUQUE | En el ámbito del periodismo, se distingue habitualmente entre los paracaidistas y los corresponsales. Los primeros son enviados al escenario de la noticia con algunas nociones previas, aterrizan, observan lo que pueden, hablan con unos y con otros y plasman estas impresiones en sus medios. Algunos lo hacen muy bien. Los corresponsales, en cambio, se asientan en el lugar, lo exploran a conciencia, pasan a formar parte de él. Algunos alcanzan un conocimiento muy profundo de las realidades que habitan.

Xavier Aldekoa (Barcelona, 1981) es corresponsal en África. Lleva 20 años radiografiando el continente a través de sus reportajes y documentales. Es cierto que no se trata de un lugar precisamente abarcable, de modo que la pretensión de contar el continente está, en cierto modo y de entrada, condenada al fracaso. Y, sin embargo, su constancia en este territorio le ha permitido poseer, y compartir, una mirada muy amplia sobre este gigante desconocido.

Libros como Océano África (2014), Hijos del Nilo (2016) o Indestructibles (2019) son buena prueba de ello. A dicha bibliografía viene a sumarse este nuevo Quijote en el Congo, porque uno de los problemas de saber y haber visto mucho es que uno siempre quiere ver y saber más. Aunque Aldekoa había visitado el Congo en varias ocasiones, se sentía fuertemente tentado por un sueño de infancia: recorrer el río del mismo nombre, el segundo más caudaloso del planeta, con sus 4.700 kilómetros de peligros y leyendas, desde sus fuentes hasta el mar.

Un viaje que preparar a conciencia, de una enorme exigencia incluso para alguien tan hecho a las asechanzas e inclemencias africanas como el barcelonés. E igualmente irresistible para quien alguna vez ha sucumbido a la seducción de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad o cualquier otro de los relatos que nos permiten, entre la excitación y el escalofrío, fantasear con el África más profunda. Como compañía, Aldekoa eligió al mejor: don Miguel de Cervantes y su Quijote, una lectura lo suficientemente extensa y rica como para durar toda la aventura. Y con la que, de paso, va a establecer inevitables paralelismos en su recorrido.

Ahora que cualquier hijo de vecino se siente viajero por aprovechar todas las ofertas low cost de fin de semana, cuando van quedando pocos rincones del planeta libres del turismo masivo, Xavier Aldekoa propone un concepto diferente de viaje. Para empezar, imposible de delimitar previamente en el tiempo, ya que el propio objetivo impide calcular, siquiera aproximadamente, cuándo se alcanzará el destino.

Pero la paciencia es solo la primera de las muchas lecciones que la África de Aldekoa nos tiene reservadas. Las demás las irá descubriendo el lector navegando, nunca mejor dicho, entre violentos contrastes: una selva abrumadora y ciudades ruidosas y caóticas, el espíritu de los ancestros pidiendo su peaje desde el fondo del río y niños soldado armados con kaláshnikovs, especialidades gastronómicas espeluznantes y riquezas naturales (marfil, cobre, coltán…) que llevan siglos siendo saqueadas por las potencias de turno.

Afirmaba Ryszard Kapuściński, el reportero que descubrió África para toda una generación, que había escrito su obra más celebrada, Ébano, como si se tratara de un diario íntimo. En Quijote en el Congo el autor está presente, evidentemente, pues hay cosas que solo se pueden contar desde la primera persona del singular. Sin embargo, no duda en ceder el protagonismo de su relato en todo momento a los congoleses. Son ellos, con Aldekoa como simple altavoz, quienes van a contar la sufrida historia del país, su insondable acervo, mostrar sus luces y sus sombras. Quienes encarnan el espíritu del lugar, su pasado, sus heridas, pero también los futuros posibles para esa tierra.

Todo ello se va desgranando entre notables incomodidades, peligros reales —impresionante el relato de la tormenta en plena singladura, con el cronista agarrado al chaleco salvavidas que le había regalado el director de Open Arms, Óscar Camps— y encuentros de todo tipo. Pero, curiosamente, no se trata de un relato tan visual como cabría esperar, sino eminentemente oral. El lector va abriéndose camino en esa realidad desconocida, antes que nada, a través de las palabras.

Aldekoa cede el micro, despeja el papel para que sean el capitán David, el jefe de los Mai-Mai Kalenji, el doctor Denis Mukwege —Nobel de la Paz—, el general Mbura y sus guardaespaldas Gloire y Rodrigue, el soldado Tangofa, el commandant Erkam Papy o el inseparable Japhet, entre muchos otros, quienes se mantengan en el centro del foco. El país habla a través de sus habitantes, se muestra a través de sus rostros, recuerda a través de su memoria. Y, sin pretenderlo, da una idea sintetizada de lo que es África toda, recreándola a través de paradigmas diversos y datos elocuentes.

Periodismo de cocina lenta, de ojos y oídos bien abiertos, capaz de transmitir situaciones trepidantes sin caer en los lamentables efectismos a los que algunos medios nos tienen acostumbrados. Un trabajo que enseña, informa e invita, también, a dejar volar la imaginación. Decía Marcel Proust que el único viaje verdadero no sería ir hacia nuevos paisajes, sino tener otros ojos. Tal vez sea mucho pedir en estos tiempos en que tenemos la vista demasiado distraída, demasiado acaparada por estímulos de toda índole. Pero, sin duda, los viajes de Xavier Aldekoa nos prestan unas valiosas lentes para ver mejor lo que no se ve. Y lo que algunos no quieren que veamos.

Reseña publicada anteriormente en la revista Mercurio

Quijote en el Congo (Península. Colección Odiseas, 2023) | Xavier Aldekoa | 352 páginas | 19,90 euros

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