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Una mirada al dolor

REYES GARCÍA DONCEL | Hay lecturas donde en el primer párrafo reconoces la buena literatura, y sabes que no te va a defraudar, como la que hoy nos ocupa, La vida por delante, un conjunto de cuatro relatos donde la autora explora con maestría las relaciones de pareja, las de madre/hija, el proceso de envejecimiento, el fracaso, el sexo, la pérdida de la persona amada o de tu propio cuerpo, mediante una mirada y una escucha profunda del ser humano.

Las protagonistas son mujeres: madre e hija, amigas, hermanas —solo en el último relato aparece el perfil de un hombre—, que viven condicionadas por el dolor del presente o del pasado. La autora demuestra una enorme capacidad para describir emociones utilizando hechos cotidianos o incidentes triviales, para centrar la imagen, como una cámara que se focalizara en los pequeños detalles pero que muestra lo verdaderamente trascendente de la escena: «Todo el matrimonio mal doblado debajo de una almohada», al ver el pijama del marido ausente; o «Junté las cosas de la cómoda, los algodones y las gasas, el agua oxigenada (…) ahora se iban, descubierta su inutilidad, a la tumba de las cosas inútiles». Este enfoque, preciso e inteligente, consigue involucrar a la lectora pues a través de lo concreto expresa conceptos abstractos como, en estos ejemplos, la ruptura con la pareja o la muerte. Una mirada aparentemente esquiva y superficial que, sin embargo, consigue llegar hasta el alma de los personajes que retrata, a veces en primera (cuentos 1º y 3º que además comparten personajes) o a veces en tercera (relatos 2º y 4º).

Analizando cada relato:

  • Piedras que usan las mujeres:

A través de una madre con Alzheimer y una hija que también va envejeciendo, la autora repasa la maternidad, la vida y el matrimonio de la madre, denunciando la injusticia de las mujeres solo dedicadas al cuidado de casa y familia que, muy a menudo, son abandonadas y sustituidas por una mujer más joven, idea que se recoge en el primer párrafo del libro y en varias ocasiones más: «al poco tiempo él aparecía con una chica veinte años más joven»; y ya solo le queda observar a «…la novia de turno con sonrisas de rouge y paciencia».

Impresionante y sensible el retrato que realiza del deterioro físico y emocional de la madre «La vejez no empieza a los costados de los ojos como dice la publicidad de cremas (…) se nota el cansancio ¡el cansancio!»; y muy interesante la visión que de sí misma tienen las mujeres en la vejez, en general muy cruel: «Cualquier mujer está entrenada para descuartizarse», como respuesta condicionada a la pérdida de los valores que la han dominado en la juventud y época reproductiva.

  • Un amor como el nuestro:

Dos mujeres: una escritora de novelas eróticas y su correctora de la editorial se han hecho amigas y viajan juntas a las cataratas de Iguazú. Leslie, la escritora, es la fantasía, la felicidad sin cuestionamiento, con cierta banalidad, felicidad de unicornios. Sin embargo, a Julia la tortura el recuerdo de un accidente que tuvo de joven. En este relato se combina el humor con la melancolía, planeando la idea del suicido por toda la narración en la que aparece el contraste de la naturaleza exuberante de la selva y las cataratas: «Todo envuelto en árboles, un murmullo animal constante» con el aislamiento interior de Julia y de los suicidas.

  • Temporada de cenizas:

Aunque este relato aparezca en tercer lugar está conectado con el 1º, tanto por la narradora como por la trama. De hecho, juntos podrían constituir una novela. En esta ocasión dos hermanas van a tirar las cenizas de la madre. De nuevo los temas de la vejez: «La vejez (…) no son labios que se afinan o un cuello que se agrieta, sino extrañeza pura. Tu verdadero cuerpo guardado adentro de otro cuerpo guardado adentro de otro cuerpo y tu alma al final de todo, chiquita, sin futuro, un pedacito entumecido»; de la pareja y los abandonos: «Papá había dejado a mamá dos años antes por Luisa»; «Desde hace varios años ya estaba con otra mujer más joven que Luisa», se repiten. También aborda el sexo y la seducción: «La seducción es esta pista de marchas y contra marchas, frenadas fuertes y giros inesperados, un circuito de aprendices» y profundiza en los vínculos femeninos, el peso de la memoria y, muy importante, la conquista del presente.

  • Casi siempre desesperados:

Historia de un matrimonio (Ana y Ramiro) que alternan discusiones interminables con silencios agresivos. No se quieren, pero siguen juntos por costumbre y miedos: «Qué es lo que tienen que pasar para que una pareja implosione». La erosión del amor es el tema principal del relato que, de nuevo, la autora analiza con precisión, a veces lapidaria, a través de los gestos de los protagonistas: «Fue algo chiquito, imperceptible, el vuelo de un insecto. Uno venenoso».

En dos relatos aparecen escritores, uno de teatro y otra de novelas eróticas, a la caza de frases, ideas, temas para sus obras. Como Magalí Etchebarne, que se nutre de la vida real, a la que se acerca dejándonos ecos de Alice Munro o Lucía Berlín, retratando la tragedia y la belleza de lo cotidiano y trasmitiendo a la lectora una sensación de empatía y una conexión que, como intuimos al principio, no iba a defraudar.

La vida por delante ha merecido el VIII Premio Ribera del Duero de narrativa breve. Sus personajes, esas mujeres sabias —«Una sabe, siempre. Pero se hace la tarada»—, se enfrentan al dolor de la pérdida y tratan de refugiarse en la ternura. La autora les deja el futuro abierto, porque la vida sigue, se ramifica y renace como esos árboles de la selva, y no es posible encerrarla en un único resultado, siempre sabiendo que: «Julia mira el interior de la selva, es oscura, aunque haya sol».

La vida por delante (Páginas de Espuma, 2024)| Magalí Etchebarne | 120 páginas | 16 €

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