EDUARDO CRUZ ACILLONA | ¿Páginas de Espuma editando una novela? ¿Juan Casamayor, el editor convertido en flautista de Hamelin de los cuentistas, cambiándose de bando? ¿Qué será lo próximo? ¿Un libro de aforismos de Paulo Coelho? (Vale, “aforismos” y “Paulo Coelho” en la misma frase es oxímoron)…
Reconozco que el título de esta reseña puede inducir a engaño y hacer saltar las alarmas de los letraheridos enganchados a la narrativa breve. Unas alarmas que deberían dejar de sonar de inmediato al comprobar que la autora de la supuesta novela no es otra que Clara Obligado o, si me permiten que la cite por su nombre extendido, con el que se presenta en Facebook y que es más precioso y preciso si cabe que el del deneí: Clara Obligado Escritura Creativa.
Porque Clara se obliga a sí misma a ser creativa en todo lo que escribe y lo viene demostrando desde 1982, cuando publicó, junto a otros autores, el libro Sobre Morpios y otros cuentos. Luego llegaron novelas (la primera, La hija de Marx, en 1996), sus imprescindibles antologías de minificción Por favor, sea breve 1 y 2 (2001 y 2009, respectivamente) y, cómo no, sus libros de relatos, todos publicados en Páginas de Espuma salvo el primero, Una mujer en la cama y otros cuentos, que lo hizo con la editorial Catriel en 1990.
En todas y cada una de sus publicaciones, Clara juega a sorprender, a invitar al lector a dar un paso al frente y convertir la placentera pasividad de la lectura en un ejercicio constante de detectivesca asociación de ideas y argumentos, donde nada es lo que parece y todo es susceptible de cambiar unas cuantas páginas más adelante. Ya lo hizo con El libro de los viajes equivocados (2011), posteriormente con La muerte juega a los dados (2015) y ahora, cerrando una especie de original trilogía, con La biblioteca de agua. En todos ellos, los relatos juegan un doble papel: el tradicional de contar sus propias historias y el de ayudar a componer un conjunto cerrado y uniforme, una historia global; en definitiva, una novela. Así, este su último libro puede leerse, emulando al cortazariano Rayuela, de principio a fin, de manera salteada, o de fin a principio. Particularmente, prefiero la primera, pero también he de decir que disfruté en una segunda lectura con la visión contraria, la tercera.
El hilo conductor es el agua, presentada en sus innumerables formas (embotellada, lluvia, riego, hielo, pis, el mar, etc…) y el escenario el madrileño barrio de Huertas, el conocido como Barrio de las Letras, en el que se llama Cervantes la calle donde vivió Lope de Vega y Lope de Vega la calle donde fue enterrado Cervantes. En los diferentes relatos del libro cambia la mirada sobre el barrio, desde el contundente “Casi todo el centro de Madrid es un bar” y su consecuencia más inmediata “En el Barrio de las Letras ya no se puede dormir”, hasta la nostalgia por un barrio que ya no existe, de un Madrid, por extensión, que ya no existe. La paz, el sosiego de las letras, ha dado paso a un pedal acelerador que no entiende de lopedevegas ni de huertas ilustradas.
Se trata de un barrio, el que nos dibuja Clara Obligado, en el que tienen cabida los matrimonios regularmente avenidos, los fantasmas del Museo del Prado, los muertos que viven en una suerte de barrio paralelo con su sombra siempre colgada. Caben historias románticas en torno al 23-F en el interior del Congreso de los Diputados, historias mágicas en los socavones producidos por los bombardeos de la Guerra Civil, historias sorprendentes en el convento del barrio y el plaza de Santa Ana. Todo ello combinado con una suerte de estilo que a veces se acerca al folletín, otras a la sublime música del Ocnos de Cernuda y, otras más, a la ráfaga de disparos de una máquina fotográfica de las de toda la vida captando detalles del paisaje.
Ese paisaje, los escenarios y calles que aparecen al principio, resurge posteriormente en otros cuentos al final, de tal manera que la lectura se torna circular, como quien da vueltas por las calles de un barrio, las cuales se entrecruzan y no son las mismas si las paseas de arriba a abajo o de abajo a arriba. De no haberlo publicado antes Ángel (menos dos alas) González, esta obra bien podría haberse titulado Tratado de Urbanismo.
El libro, lo decíamos al principio, puede leerse de principio a fin o de fin a principio, pues el tiempo es lineal y, por tanto, así es la magia de los libros, puede ser recorrido en doble dirección. Se haga de una o de otra manera, lo que sí es muy recomendable es dejarse llevar por las palabras de Clara Obligado, que fluyen como el agua que da sentido a los ríos que van a dar a la mar que, en este caso, es pura, limpia y cristalina literatura.
La biblioteca de agua (Páginas de Espuma, 2019) | Clara Obligado | 184 pags. | 17€
¡Gracias, un comentario precioso!
Muchas gracias, Clara. Besos grandes.