
ÁLVARO SALVADOR | Waldo Leyva (1943, Villa Clara, Cuba) es un poeta de origen campesino, de formación autodidacta, y poeta soldado como los grandes poetas de la tradición hispánica y como los héroes soñados por el poeta Jorge Luis Borges. Aunque pertenece a una generación anterior, Waldo Leyva publica su primer libro, De la ciudad y sus héroes, con el que recibe el premio de la editorial Arte y Literatura en 1974. Es decir, de una parte Waldo recibe un influjo muy atenuado de la poesía conversacional característico de los que cronológicamente debían haber sido sus compañeros de generación, los integrantes del grupo que se nuclea en torno a la revista El Caimán Barbudo: Luis Rogelio Nogueras, Guillermo Rodríguez Rivera, Raúl Rivero, etc., y de otra participa de la tendencias que se originan en los años setenta: la recuperación neopopularista de buena parte del folklore y de la poesía popular cubana que se experimenta en la primera mitad de la década, así como la vuelta al grupo Orígenes y a sus planteamientos que intentan los poetas más jóvenes en la segunda mitad de la misma. Como señala Guillermo Rodríguez Rivera “cuando Leyva llega a la poesía, ya el momento más fuerte de la expresión coloquial ha pasado y el poema está desplazándose hacia una recuperación de valores que hasta entonces habían quedado ciertamente como rezagados, olvidados”. En esta primera época, además del citado, publica libros como Desde el este de Angola (1976), inspirado por su participación como combatiente en la Revolución de Angola: “Ahora,/ mientras yo me levanto/ y voy con el fusil hacia otro punto/ donde vuelvo a tenderme y disparar./ Ahora,/ mientras espero fundiéndome a la tierra/ que reviente el obús del enemigo./ Ahora,/ mientras Xieto pasa, aquí, a mi lado,/ con el AK plegable bajo el brazo/ corriendo y disparando/ y la muerte hace estallar las piedras/ a dos metros./ Ahora,/ en este mismo instante/ mis hijos se despiertan en Santiago.” Y más tarde Con mucha piel de gente (1983), El polvo de los caminos (1984) o Diálogo de uno (1989), en los que su origen campesino y su formación autodidacta lo vinculan desde muy temprano con las formas de la poesía popular cubana: la décima, el “repentismo” y la música popular. No es de extrañar, por tanto, que en alguno de sus primeros libros encontremos distintos acercamientos a las formas neopopularistas: “Los bajos peralejos, los espinos,/ el yamaguey sonoro, la sabana,/ el aire levantando la mañana/ de la nostalgia gris de los caminos.// Caminos que eran trillos, no caminos, /cicatrices de polvo en la sabana,/ por donde íbase un buey cada mañana/ entre el seco espartillo y los espinos.// Por allí va mi infancia a la laguna,/ por allí va mi padre hacia su estancia,/ por allí volvía a ver, una por una,/ las cosas que existían por mi infancia;/ pero el buey se murió por la laguna/ y mi padre está lejos de su estancia.” Guillermo Rodríguez Rivera señala de nuevo que, Waldo Leyva se esfuerza en “la persecución de un lirismo que, en él, tiene que ver también con su permanente atención a la poesía rimada y medida, especialmente a estrofas como el soneto y la décima.”
Una poesía con vocación neopopularista no puede dejar de preocuparse por el tema del tiempo que en la poesía de Waldo pasa a convertirse en una de sus constantes temáticas. Las marcas del tiempo están en primer lugar en los compases rítmicos de los metros y las rimas populares, pero más tarde cuando la poesía de Leyva se independice de la tradición popular, aunque sin renunciar totalmente a ella, las marcas del tiempo aparecen también señaladas en la escritura del poema con un esfuerzo de conceptualización que se aproxima a esa tradición contemporánea obsesionada por conseguir una percepción más completa del tiempo que la simple percepción lineal. Libros posteriores como El rasguño en la piedra (1995) o Memoria del porvenir (1999) nos dan cumplida noticia de la preocupación de Waldo Leyva por el tiempo y la Historia con mayúsculas. La realidad hispanoamericana, cuyas condiciones producen fenómenos tan especiales como el realismo mágico o lo real maravilloso americano, intensifica como sabemos esta especial formalización de la estructura poética tendente a la distorsión de lo temporal. Leyva, como Vallejo, utiliza las estructuras gramaticales y la correspondencia semántica de las palabras para distorsionar la percepción del tiempo, hasta el punto de lograr una nueva dimensión temporal en el poema que a veces es circular, a veces simultánea, a veces quebrada.
Esta preocupación por el tiempo es también una preocupación por el tiempo presente. La poesía de Leyva es, en ocasiones, una poesía centrada en lo social, pero también defensora de una política vitalista, en la que Leyva defiende la importancia de una utopía valedora de los principios estéticos de la modernidad: una vida poética, una poesía de la vida. Con frecuencia, esta poesía se detiene en las cosas, en los humildes objetos de cada día, objetos manoseados y pulidos por la historia. Eliseo Diego lo señaló como sigue: “La sobriedad y la eficacia expresivas de la obra, el hallazgo de fundir coraje y cotidianidad en un mismo modo natural de ser, y el tono sostenido que reúne en un haz las múltiples visiones de hombres, muchachas, niños, viejos…” Con sus últimos libros Otro día del mundo (2004), Agradezco la noche (2006), Asonancia del tiempo (2009), El rumbo de los días (2010) y Cuando el cristal no reproduce el rostro (2012), se cierra un círculo que nació de la gente y sus costumbres para llegar de nuevo a ellas, enriquecido, repleto de sabiduría, humildad y ternura, como la gran poesía de todos los tiempos, la gran poesía de la humanidad.
Esta preocupación por el tiempo está presente en este último libro, Sagrados territorios, editado por Elenvés y que queremos reseñar. Como ha señalado Niall Binns en el epílogo, “este libro es un libro de memorias, de memorias poéticas” en el que la reflexión sobre el tiempo pasado se reparte por distintos espacios de la memoria. Está divido en tres partes: “Homenajes”, “Conversaciones” y “Conversación con Dylan Thomas”. En la primera de ellas, los poemas efectivamente homenajean a distintos personajes importantes en la vida y la trayectoria del poeta: su padre, Julio Cortázar, Fayad Jamis, Eliseo Diego, Roque Dalton, César Vallejo, Santiago Feliu, pero también a espacios como la ciudad de Granada, repleta de personajes (Luis García Montero, Juan Puga) que de algún modo la escoltan en la memoria y otros espacios culturales como el dedicado a la “lírica griega”.
La segunda parte, titulada muy acertadamente “Conversaciones”, es más íntima y entrañable. En ella el poeta dialoga, conversa con sus contemporáneos, amigos en su mayoría, de asuntos que tienen que ver con la vida, la poesía y otras artes, porque Waldo Leyva es también pintor vocacional: el poeta chileno Omar Lara, el pintor José Luis Bustamante, Andrés Ordóñez, etc., pero también dialoga por un espacio amigo, el barrio Coyoacán de México D.F., por el que transita el espíritu de Frida Kahlo y también la sombra amistosa del poeta Roberto Arizmendi.
La parte más extensa, el núcleo del libro, el poema de fuerza, es la tercera titulada “Conversación con Dylan Thomas”. En ella, Waldo Leyva, elabora una conversación imaginaria con el admirado poeta galés, y a través de esa conversación reflexiona y poetiza la crónica de su propia biografía, de la biografía que conocemos de Dylan y del transcurso de todo el siglo XX a partir de la ventana distópica del siglo XXI, iluminada por la filmografía de Andrés Wajda: “Es curioso, Dylan Thomas,/ ayer en medio de otra noche/ marcada por la Peste,/ donde era imposible rescatar el sueño,/ recordé, con una insólita precisión,/varias escenas de Cenizas y Diamantes./ Volví a esas horas polacas y confusas/ del ocho de mayo/de mil novecientos cuarenta y cinco,/ a las velas que combatían con la sombra,/ a la punzante disyuntiva de los hombres,/ atrapados entre la alegría de la victoria/ y la presencia de la muerte/ y cierta incertidumbre por el destino del país./ Nunca sabré por qué se me vinieron de golpe/ algunos versos tuyos.
Y desde ahí, más de 600 versos, divididos a su vez en dos partes, que concluyen del siguiente modo:
A veces, para tocar las fronteras imprecisas del futuro,
hay que volver al comienzo, asumir los riesgos
de encontrar sus oscuros o claros mecanismos,
saber si es el momento propicio para los suicidios
o para la octava más alta de las flautas.
Vivir es un riesgo que asumimos, Dylan Thomas.
Waldo Leyva es, sin duda, el poeta más importante de la literatura cubana actual. Ojalá que este libro que hoy se ofrece al lector español contribuya al mejor conocimiento y valoración de su obra en España.
Firma invitada: Álvaro Salvador es poeta.
Sagrados territorios (El Envés Editoras, 2024) | Waldo Leyva | 110 págs. | 15€