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Una relación humana más

madres-arrepentidasCAROLINA LEÓN | Como tantas otras noches, a la cena se armó un debate sobre feminismos con mi hija mayor. Ella quería saber si «dar la custodia» de forma casi automática a la madre en caso de divorcio era cosa del feminismo o no. Y si era lo correcto.

Le dije que era parte de una conquista feminista -que otorgaba derechos y protección a las mujeres y madres cuando se divorciaban, así como a sus hijos- pero que también era fruto de una estructura dada como natural, mal examinada y nunca desmontada por completo, que establece que son las mujeres las más aptas para cuidar y criar, así como sobre la idea de que existe un nudo indestructible entre madres y criaturas que se extiende, además, hasta el infinito en el tiempo…

También le dije que, después de cien años, todavía ningún discurso feminista había sido capaz de romper el nudo de la naturalización: el binomio madre-hijo es un tándem intocable en los discursos sociales y la única estrategia medianamente radical que se nos ha ocurrido ha sido negarnos a ser madres, con las variadas resistencias y sanciones que se han encontrado las que han pretendido esquivar ese «destino ineludible».

He dado muchas vueltas a la noción de maternidad en los últimos años, en escritos y talleres, y he apostado por que una de las estrategias básicas para enfrentarnos desde nosotras mismas al constructo social y la estereotipación era atrevernos a pronunciar los sentimientos reales, pensarnos como personas y emitir con la más completa libertad posible frente al rol asignado, frente al lugar relacional que hemos de actuar al convertirnos en madres. Nunca, en los talleres que realicé, se mostró nadie abiertamente arrepentida. Pero cuán difícil es decir «no» al amo.

En ésas cae en mis manos el libro de Orna Donath y me digo «¡Ahí está! ¡Ahí está buena parte de todo!». De ese “todo” difícilmente resumible que atraviesa la maternidad contemporánea, independientemente del lugar en el mundo o en las clases sociales que tenga esa mujer, de ese “todo” que permite que cualquiera juzgue su performance en el papel: nociones como que ella ha de completarse por medio de tener hijos; que una madre ha de superar sus resistencias, cualesquiera, y progresar consigo misma hacia el amor y la dedicación y la completud, le guste o no le guste; que una madre ha de esconder al mundo sus verdaderos sentimientos cuando estos se refieren a su papel asumido, mediante coerciones más o menos explícitas que la sociedad hace pasar por “instinto” o “naturaleza”. Y lo que ha de esconder de todas todas es el posible arrepentimiento de haberse convertido en madre, en el que se cifra una verdadera amenaza social.

Orna Donath, la socióloga israelí, ha puesto precisamente ahí su foco para acometer una disección profunda de la construcción social en la que se produce todo esto. En sus palabras, «el arrepentimiento puede allanar el terreno para abrir una brecha en la idea de que las madres son objetos cuyo propósito es servir en todo momento a los demás vinculando estrechamente su bienestar solo al bienestar de sus hijos, en lugar de reconocer su condición de sujetos individuales (…)». Acomete esa disección muy despacio, muy poco a poco. Toma a estas mujeres que efectivamente han llegado a concebir su arrepentimiento, y se han atrevido a contárselo, como balsa para navegar por los muchos lugares inexplorados de las preconcepciones que rigen la maternidad. A partir de las “arrepentidas” y sus entrevistas desgrana, palmo a palmo, qué nos molesta como seres biempensantes de ello; y nos molestan muchas cosas. Tantas, que si se siguen sus razonamientos buena parte de la sociedad se cae.

Que en algunas partes del mundo la no-maternidad consciente comience a ser medianamente tolerada va de la par con que a las madres se les exige un comportamiento determinado, una proyección a futuro y una desaparición de ellas mismas: eso es lo que el arrepentimiento expresado por estas mujeres coloca bajo el armazón como una carga subterránea. Y es subterránea por cuanto la expresión se les ha negado. Sin embargo, ahí están, las queramos mirar o no: ellas, algunas con un hijo pequeño, otras con varios hijos y nietos, desearían “no ser madre de nadie”.

Así que no desvelaré más: esa expresión abierta -aunque muchas de ellas sólo lo hacen con la investigadora y no se lo dirán jamás a su entorno, ni cercano ni amplio- del arrepentimiento es el hallazgo de este libro; la disección de esa postura emocional chocante y antipática sirve para confrontarnos con la idea de que a una madre no se la considera sujeto, habilitado para expresarse, evaluar y opinar acerca de sí mismo, sino que es más bien un objeto que vehicula otras vidas, que cumple un papel social y que, por el otro lado, no recibe reconocimiento.

Y el libro de Donath produce todos esos sentidos por medio de una argumentación sólida que no sólo tiene las entrevistas como apoyo, también textos académicos y populares que corren por nuestros cotidianos; y lo recorre todo, casi sin necesidad de hablar de feminismo, casi sin tener que nombrarlo, porque no lo necesita: permitirles hablar y poner sus voces en circulación es ya radicalmente feminista.

Una sola cosa se me aparece digna de comentario negativo, y es la excesiva aparición de una maternidad en contexto blanco, occidental y heterosexual en las voces entrevistadas; digamos que también este libro hace aparecer la mayoría como norma, aunque Donath trata de abrir el foco introduciendo disquisiciones que amplían el marco y complejizan los temas en otras maternidades menos normativas.

Hace cuarenta años, Adrienne Rich dejó a su hijo mayor partes del diario íntimo que escribía en los tiempos de crianza, y aquel, de veinte, le dijo: «Es como si sintieras que debías amarnos todo el tiempo. Pero no hay ningún amor humano que sea perfecto» (cito de memoria). Desde Nacida de mujer no había caído en mi mano un libro tan completo y abarcador sobre la construcción social de la maternidad, que no se bloqueara en los análisis cuando se confronta el amor o la necesidad de cuidado de las criaturas. Son muchas las preguntas que aborda, pero una que me resulta fundante en su discurso -y que necesitamos sí o sí para desmontar todo esto-: «¿Y qué ocurrirá si consideramos la maternidad como una relación humana más y no como un papel que desempeñar?». He ahí, entonces, la radicalidad de creer que las madres también son personas.

#madres arrepentidas (Reservoir Books, 2016) de Orna Donath | 272 páginas | 20,50 € | Traducción de Ángeles Leiva Morales

admin

2 comentarios

  1. Espléndida reseña de un libro Interesantísimo, cuyo tema es fumndamental para seguir avanzando en la realización de las mujeres como sujetos plenos de vida y desarrollo.
    Apunto un cosa. Creoque en la actualidad también existe un buen número de madres que tienen un hijo, o varios, y eso no las disminuye sino que por el contrario les hace crecer y ser mejores personas, incluso profesionales.
    También hay muchos más padres implicados en la atención de los hijos.

  2. Menuda cena, amiga mía. Parece que las chicas de esa casa están preparando un cambio necesario. Viva el estímulo. Un fuerte abrazo.

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