VICTORIA LEÓN | Demostrando la importancia de la labor investigadora y de rescate que tantos traductores ejercen en el mundo editorial de los últimos años, acaba de aparecer en las librerías esta cuidada edición de la prosa narrativa de Verlaine que merece no pasar desapercibida, pues es mucho más que una rareza bibliográfica de uno de los grandes nombres de la poesía moderna universal.
César de Bordons Ortiz, el joven traductor y dramaturgo que se ha ocupado de ella, añade a su trabajo un pulcro prólogo, tan breve como literario, en el que tampoco falta la dosis justa de información erudita para abrir el apetito lector. Allí nos explica, por ejemplo, homenajeando a su antecesor, que la única traducción de esos textos conocida hasta ahora había sido la de Eliodoro Puche para las Obras completas de Verlaine, publicadas hace un siglo por Mundo Latino; esboza el momento biográfico y psicológico del autor por la época en que los escribió, al final de su vida y tras haber huido él mismo a Bruselas y a Londres, y nos ofrece, entre otras cosas, esta sugestiva semblanza: “El cristianismo de Verlaine es sencillo como el arrepentimiento, simple como un pedazo de pan. A nuestro idioma ha llegado por la lectura, entre otros, de Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez y Manuel Machado, un Verlaine sensual y galante; pero también hay un Verlaine austero y triste, hombre de campo, de sílabas como agujas de sanatorio antiguo, envejecido y ruin, que canta a la caridad la canción más sencilla”.
La fuga como destino vital es el argumento común de los cuatro textos (dos novelas cortas y un relato a los que se añade una breve pieza dramática, saynète a trois personnages, que funciona perfectamente como narración). De ahí el título elegido para presentarlos en el volumen. Y lo cierto es que no es difícil encontrar en muchos de sus personajes (prófugos en soledad o cómplices, amantes y esposos), parcialmente transfigurados, elementos de la propia biografía del autor.
La primera fuga, “Louise Leclerq”, es la historia de dos amantes que desafían el orden burgués con resultado inesperado y regala momentos tan memorables como el que nos dice que el amor “no mata más que a los débiles, y si a otros ataca por descuido, lo que le ocurre a menudo, tiene ocasión de arrepentirse casi siempre”. “No era ni una huida ni una partida. Era el destino que seguía su camino […] Su acción no era revuelta instintiva, sino la vida tal cual, que pasaba y la arrastraba”, leemos en esta fábula moral donde la caída parece ser la redención misma, y donde al cabo el orden burgués queda restituido sin que, aparentemente, el amor sufra consecuencias al final de la historia. Aunque eso solo si pasamos por alto cierta socarronería en la moraleja: “Ella es la buena cristiana, la madre por excelencia, la esposa amante y la mujer firme, en una palabra: es una entre miles”.
La misma socarronería que se advierte en el tono de “Pierre Duchatelet”, la segunda novelita, que tiene como trasfondo el sitio de París de 1870-71 durante la guerra franco-prusiana. Igual que los protagonistas de la primera historia, Pierre Duchatelet parece encarnar en esta la máxima heraclitiana que afirma que “carácter es destino” para articular en torno a él la fábula paradójica del prófugo abandonado, llena de sutil ironía al tratar tanto el amor como el patriotismo a través de las decisiones y peripecias de su héroe y antihéroe.
“El poste”, el texto más breve y a nuestro juicio más brillante del conjunto, es un relato magistral sobre la culpa que homenajea a Poe de manera explícita; una pesadilla inolvidable cargada de símbolos y cuya condensada historia (otra huida) golpea al lector con toda la fuerza de un efecto único perfectamente medido. Y “Madame Aubin”, por último, la pieza dramática que cierra el volumen, tiene como asunto otra fuga de amantes, con trasfondo de adulterio en grado de tentativa esta vez, que acaba en un “relámpago de conciencia” y en un duelo final de conclusión inesperada.
Los cuatro textos están escritos en la prosa característicamente lírica, acumulativa, ambigua y a veces torrencial de Verlaine, cuyas descripciones nos invaden de sensaciones, haciendo que el frío parisino nos cale hasta los huesos o el salón de nuestra casa se transforme en una habitación de hotel junto a la Gare du Nord. La amplificación raramente obstaculiza, sin embargo, la agilidad narrativa, y en la mayoría de los casos modula su ritmo inteligente demostrando que el poeta Verlaine no es en absoluto incompatible con el narrador que coexiste con él en estas páginas sin renunciar a sus ideales artísticos: la vaguedad y, cómo no, “la música sobre todas las cosas”. Aspectos que no traiciona (y sobra decir que ese nunca es un fácil logro) esta traducción.
Frívolo y melancólico, hondo y compasivo, ingenuo y cínico, en estas cuatro variaciones sobre el amor, la fuga y el destino que componen su prosa narrativa, el padre Verlaine también deslumbra con la fuerza de su genialidad intemporal.
Amor en fuga (Athenaica, 2019) | Paul Verlaine | Traducción y prólogo de César de Bordons Ortiz | 96 páginas | 14.00 €