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Viaje metapoético

Trenes de Europa

José Martínez Ros

Fundación José Manuel Lara, 2010

ISBN: 978-84-96824-68-3

82 páginas

11,90 euros

Juan Carlos Sierra

Empezamos el viaje que propone José Martínez Ros en su último libro como cómplices de un trayecto por Europa de una pareja que, según se afirma en el primer poema –que lleva el título del conjunto del poemario-, pretende olvidar el pasado, el mundo “del que hemos aprendido a abjurar”, para descubrirse sin las facturas y las deudas de lo que se deja atrás en un futuro incierto, inconsistente. El traqueteo del tren –y las turbulencias de algún que otro avión- nos conduce a través de la noche hacia París, unos poemas después al territorio poético de Hölderlin, a la Grecia mitológica y, finalmente, a Varsovia.

Se podría decir que la primera parte del libro «Paisajes de Occidente» se deja leer sin mayores problemas bajo estas claves sencillas, tradicionales, aunque aquí y allá existen señales que deslizan estos parámetros de interpretación.

Llegados al final de «Paisajes de Occidente», al lector le cabe esperar que los paisajes urbanos se vayan transformando en paisajes del alma, que el recorrido por esta Europa física y lírica nos conduzca a la inmersión en su historia o a la introspección en la historia de los personajes poéticos. Si fuera así, se ofrecen dos alternativas: o que el libro caiga en manos de las agencias de viajes y sus guías y, por consiguiente, pierda todo interés o que, por el contrario, el paisaje europeo se convierta en excusa para profundizar en la búsqueda iniciada por la pareja viajera en los poemas de esta sección. En cualquiera de los dos casos, la sorpresa se guarda bajo cuatro llaves, cautiva del bagaje lector de quien se acerque a los versos de Trenes de Europa.

Lo que despierta el entusiasmo del lector, una vez superada la perplejidad y desveladas las nuevas claves interpretativas, es que las vías por las que va a circular a partir de ‘En la zona’ –la segunda parte del libro de Martínez Ros– entrecruzan la tradición y la modernidad –o la posmodernidad-; el lector ha de cruzar varios pasos a nivel sin barrera con la precaución de no acabar aplastado por las expectativas que sus hábitos lectores le puedan crear, va a tener que cambiar de vagón constantemente: de los del antiguo TALGO a los del moderno AVE.

«En la zona» contiene uno de los mejores poemas de Trenes de Europa, «La decadencia en Varsovia». De hecho, se trata del texto que articula el libro de Martínez Ros. A partir de él saltamos de un vagón a otro o viajamos en ambos al mismo tiempo. A partir de él empezamos a entender que Bécquer viaja con nosotros, que toda la tradición de la modernidad ha comprado su billete de ida hacia Varsovia o desde Varsovia hasta el final del viaje europeo. “Poesía eres tú” escribía Bécquer en una de su rimas más famosas allá por la segunda mitad del siglo XIX y lo explicaba en prosa en sus Cartas literarias a una mujer. Efectivamente, la poesía es la mujer y viceversa; y se puede escribir sobre la mujer, pero realmente se está hablando de poesía, como hizo en su «Rima XI» el poeta sevillano.

Pues, bien, algo así es lo que plantea y ejecuta Martínez Ros a partir de la segunda parte de sus Trenes de Europa y, muy particularmente a partir del magnífico poema «La decadencia en Varsovia». Por lo tanto, las claves interpretativas del texto cambian y el grueso del libro comienza a construir un nuevo discurso, que revisa lo hasta entonces leído y que nos conducirá por un ancho de vía diferente, que nos sentará en el vagón del AVE más moderno, lo que no quiere decir, en este caso, más cómodo y rápido.

Ya no se trata, como tradicionalmente se ha hecho en poesía, de asomarse a los abismos del sujeto, de construir una nueva identidad que, emulando la «Ítaca» de Kavafis, se fragua en el trayecto. Martínez Ros salta sobre estos lugares poéticos comunes para plantearse su propia identidad como poeta, para indagar en la palabra poética, para construirse desde la poesía, fuerza creadora no solo del sujeto que escribe, sino del mundo que habita.

Como se ha apuntado anteriormente, no vamos a viajar a partir de aquí en la primera clase del primer mundo –acomodaticio, hedonista, ultratecnológico-, sino que aquí y allá la diosa, es decir, la poesía, nos va a revelar a sus particulares Dr. Jekyll y Mr. Hyde, porque la poesía, como el amor, puede convertirse en tabla de salvación ante un mundo que se ha desmoronado y del que solo queda olvido, pero también «contamina» la quietud, estrangula la dicha, pone a prueba a quien la invita y la invoca. Como las olas, nos mueve entre la dicha y el infierno, el placer y el dolor; o como queda escrito en «Arcadia», el poema que comparte título con la tercera parte del libro, “puede unir el deseo y la locura”.

Viajeros al tren. Compren su billete metapoético de ida y vuelta. El trayecto merece la pena.

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