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Yo también fui a EGB

portadalaedadmedia259x385REBECA GARCÍA NIETO | En uno de los interminables monólogos de American Psycho, Bret Easton Ellis proclamaba que la justicia había muerto, que ya nadie sentía de verdad: “El mundo no tiene sentido. Lo único que permanece es el mal. Dios ya no está vivo. No se puede confiar en el amor. Superficie, superficie, superficie era lo único en lo que se encontraba un significado”. Era el año 1991, el año en que algunos terminábamos la EGB. Algo más tarde, Chuck Palahniuk retrataba también a esa generación que se encontraba en la edad media de sus vidas, aproximadamente en la treintena, en El club de la lucha. Han pasado más de veinte años desde entonces, no estamos en Wall Street ni vamos a grupos de apoyo para hombres con cáncer de testículos para poder sentir que al menos estamos vivos, pero el mundo que describe Leonardo Cano en su primera novela no es tan distinto. Sus personajes han ido a colegios de élite, son abogados y banqueros, como sus padres; sin embargo, al igual que los personajes de Palahniuk, tienen empleos que odian para comprar mierda que no necesitan.

Los protagonistas de La edad media, El hijodelRana, Moya y Fauró, fueron juntos al colegio, un colegio donde “había que rezar a Dios y a San Francisco de Sales y a San Juan Bosco”. Han pasado los años y ahora los antiguos alumnos han organizado una cena de aniversario a través de Facebook. Una buena ocasión para ponerse al día y recordar los viejos tiempos… Una piensa en aquellos días de EGB y automáticamente recuerda los estuches de tela donde escribíamos el nombre de alguien especial, las pinturas de cera Manley o aquel boli de diez colores que era lo máximo (aunque pintara de pena). Eran los días en que vivíamos felices “entre libros de Los cinco o fases del Monkey Island”. Pero también cuando empezamos a vislumbrar los primeros atisbos de violencia y trato degradante: el hijodelRana, Moya y Fauró eran “un trío al que no podías parar de meterle pescozones” (sí, el bullying ya estaba inventado por aquel entonces), “Y podías hacer que alguien te lamiese las Martens en el recreo por un trozo de bocadillo. Y podías pedirle un cigarro a alguien a la salida y que te lo tirara al suelo para que lo recogieras”. Como no podía ser de otra manera, esta violencia cotidiana, de algún modo socialmente aceptada, dará lugar a una escalada de violencia: “Y esa canción era la que queríamos tener en la cabeza cuando nos íbamos contra los de Maristas o contra los del Sagrado Corazón y les partíamos la cara con botellines de Mahou o de Heineken y les jodíamos la columna con las cadenas de nuestras scooters”. Y, como ocurría en Menos que cero, la primera novela de Bret Easton Ellis, en el libro de Cano tampoco faltan algunas escenas de violencia sexual. La barbarie en este caso empieza en las aulas, de manos, nunca mejor dicho, del Hermano Vicente, que “preparaba una tesis sobre la elasticidad de los adolescentes en su despacho y en el cuarto trasero de la capilla”.  

Para mí, el mayor acierto de La edad media es ese “nosotros” que toma el mando del relato durante buena parte de la novela, un nosotros bastante despiadado y cabroncete, todo hay que decirlo, que habla en representación de los antiguos alumnos del Bosco y un poco también de todos nosotros, los que fuimos a EGB. Más repetitivas, y menos interesantes, me han resultado las otras dos narraciones que se van intercalando con la primera: las conversaciones por chat que mantienen uno de los protagonistas y su novia, y el relato en tercera persona de la tediosa, y vacía, vida de un funcionario del Ministerio de Justicia. Tal vez fuese la intención del autor mostrar así el hastío vital de los personajes, pero, en mi opinión, acaban lastrando el buen ritmo de la novela.

A pesar de estas objeciones, La edad media me ha parecido una primera novela notable. Me ha gustado ver referentes culturales tan dispares como Julio Ramón Ribeyro, Bellow o el Animal nitrate de Suede compartiendo espacio en una conversación de chat. Y también que una de las escenas más importantes de la novela esté contenida en una lista de canciones de Spotify. Pero, al margen de estos aspectos formales más o menos innovadores, me interesa la voz de Leonardo Cano como narrador. Habrá que estar atentos para ver qué rumbos toma en un futuro.

La edad media (Candaya, 2016) de Leonardo Cano | 320 páginas | 18 €

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