ALEJANDRO LUQUE | Recuerdo la buena impresión que me produjo, hace ya veinte años, la lectura de El cojo bueno, la novela de un joven escritor guatemalteco llegado a Marruecos de la mano de un maestro estadounidense. Una sugestiva mezcla que aparecía muy bien sintetizada en apenas un centenar largo de páginas, y cuya enjundia trascendía con mucho sus reducidas dimensiones y su aparente ingenuidad. Es cierto que ninguna de las obras posteriores que leí de Rodrigo Rey Rosa se mantuvo a la altura de aquel entusiasmo, pero para mí ya era uno de los nombres a seguir en la nueva ola de narradores hispanoamericanos de los 90.
Quizá ha hecho falta que Rey Rosa regrese a Marruecos para hacernos recuperar el antiguo regocijo. Aquí lo tenemos como protagonista de su propia historia –aun disfrazado de escritor mexicano– recibiendo de un amigo tangerino el encargo de custodiar unas misteriosas cintas: en ellas, el marroquí le cuenta cómo su hijo, un estudiante aventajado llamado Abdelkrim, es becado para continuar sus estudios en Estados Unidos y seleccionado para participar en un programa especial de la NASA. Junto a estas grabaciones, recibe también una tarjeta de memoria con material en árabe, que deberá traducir y decodificar. Pero en ese intento empieza a temer que está siendo perseguido, aunque ignora por quién, y por qué.
Lo mejor de esta propuesta tal vez sea el modo en que salta de un género a otro con toda naturalidad: empieza como relato realista, incorpora algún elemento fantástico –ese cuervo clarividente que habla–, se desliza hacia el thriller, roza la distopía, acaba casi en ciencia-ficción… Y en todos parece Rey Rosa sentirse cómodo, aunque lógicamente no sea fácil mantener el mismo nivel de intensidad.
Si bien la editorial no parece haberse tomado la molestia de incluir un índice, debo señalar que Fábula asiática está estructurada en tres partes, subdivididas a su vez en capítulos y episodios breves numerados. Quizá no sea bueno para la valoración final decir que la primera es la más redonda, mientras que la segunda, donde se narra la amistad de Abdelkrim con su amigo griego Xeno, y se explica el lío en que ambos están inmersos –una suerte de conspiración entre los chicos para desafiar al mundo–, acaso no esté lo suficientemente desarrollada.
Escrita con un sentido de la actualidad muy acentuado, con buen conocimiento de los escenarios, Fábula asiática tiene mucho de novela-juego para el lector, ya que está trufada de claves y guiños, desde el propio nombre de Abdelkrim, el mismo del legendario cabecilla anticolonialista rifeño, el de Xeno –Jenofonte, el enemigo de la democracia ateniense– o el del guatemalteco Matías Pacal –¿un homenaje al Matías Pascal de Pirandello?– a los cameos de ese “pintor mallorquín” que no puede ser otro que Miquel Barceló, viejo amigo de Rey Rosa, o las alusiones al Tánger de Bowles o a la Eneida…
También se detectan algunos flecos: además de varias erratas fácilmente subsanables en futuras ediciones, choca que los distintos personajes hablen en ocasiones en su propia lengua (árabe, griego), convenientemente señaladas en cursiva, y en la misma página muden al español de la novela: ¿en qué idioma hablan en ese momento? Eso, por no hablar de la vieja manía de no traducir el nombre de Alá por el correcto “Dios”. Dicho de otro modo: o todos moros, o todos cristianos.
La idea de fondo, en fin, es que el mundo se ha convertido en un pozo de miseria, corrupción y crueldad insoportables, que los jóvenes estudiantes pretenderán redimir provocando un cataclismo que devuelva a la Humanidad a tiempos remotos. Cuanto peor, mejor, se dicen en sintonía con ciertas corrientes de pensamiento nihilista, para inspirar algo parecido a una refundación global.
Lo que confieso no entender bien es el elemento religioso, común a todos los conspiradores. No entiendo el sentido de los estudios coránicos de Abdelkrim, de la afinidad de Xeno con los monjes de Patmos, de Pacal y su sincretismo maya… Solo se me ocurre especular con la idea del contraste entre fe y ciencia, como elemento añadido a esa confusión general, a ese entramado de tensiones, a esa guerra de todos contra todos que la novela pretende reflejar.
‘Post scriptum’: Cabe elogiar a la editorial por la hermosa portada, aunque el escritor no tuvo el detalle de hacer pasear al lector por las murallas de la ciudad de Essaouira, seguramente la más fotogénica de cuantas hay en Marruecos…
Fábula asiática (Alfaguara, 2016) de Rodrigo Rey Rosa | 208 páginas | 18,90 €
Aquí un admirador del señor Rey Rosa, por lo menos de lo que he leído, sobre todo de sus libros de relatos. Recomiendo en especial Ningún lugar sagrado. Novelas he leído menos, pero tengo un buen recuerdo de La orilla africana, ambientado también en Marruecos.