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El cuerpo ya conoce lo que el cerebro todavía no

REYES GARCÍA-DONCEL | Esta frase podría ser la síntesis de Neurociencia del cuerpo, —esa con la que dicen hay que explicar tu libro en un ascensor a un desconocido—, y Nazareth Castellanos tiene la meridiana intención de demostrarla, por lo que se prodiga con denodado entusiasmo en citar las investigaciones, experimentos, universidades y grupos de trabajo implicados en esta revolución que se está produciendo en la neurociencia.

«Estamos más habituados a dar protagonismo al intelecto que a la sensación del cuerpo (…) quizás herencia de haber separado, siglos atrás, a estos dos hermanos siameses». Comienza con una revisión de la Historia de la Medicina, donde explica que en la Edad Antigua y Media la occidental fue predominantemente cardiocentrista, hasta llegar a Descartes que redujo el corazón a un mero motor hidráulico y cobró total predomino el cerebro, adoptando el modelo cerebrocentrista que ha pervivido hasta hoy. Pero como ocurre en todas las Historias, y en la de la Medicina no iba a ser menos, los reyes destronados pueden recuperar su trono y los otros órganos, las a menudo despreciadas vísceras, como el estómago o los intestinos, los pulmones y sobre todo el corazón, están pidiendo un lugar en el control de nuestra realidad, en la percepción del mundo que nos rodea, y en nuestra respuesta a este: «cerebro y el corazón están condenados a comunicarse para dar lugar a la percepción». La memoria, la atención, el aprendizaje, las emociones, hasta el grado de dolor que sentimos, no van a depender solo del cerebro sino de nuestra forma de respirar: «Comprenderemos, científicamente, que la respiración, cuando es voluntaria y consciente, guía la plasticidad neuronal para esculpir o reorganizar la arquitectura cerebral»; lo que comemos y el estado de nuestra microbiota intestinal que «modula el desarrollo cerebral y el comportamiento»; el ejercicio físico que hayamos realizado; el latido cardíaco y hasta de algo en apariencia tan insignificante como la postura del cuerpo o los gestos de la cara: «el intestino regula el estado de ánimo, respirar por la nariz mejora la memoria, el corazón alberga nuestra identidad», resume la autora.

Para hacer la lectura más asequible, a pesar de la complejidad de los procesos y los términos, Nazareth Castellanos utiliza un lenguaje sencillo y cercano: «las neuronas hablan por los axones y escuchan por las dendritas»; recurre a juegos infantiles (por ejemplo el veo, veo) o conocidos fragmentos literarios: «El dulzor de la magdalena activó la punta de la lengua de Marcel y el amargo del té, la parte posterior», en donde realiza un paralelismo entre las distintas sensaciones físicas que narra Proust y su recorrido neurológico, y explica cómo y por qué llega al hipocampo, sede de la memoria. También en su intento de tender puentes entre la ciencia y otras actividades humanas, de rescatar la visión humanista de la medicina, muestra como grandes literatos: Shakespeare, Quevedo, Jorge Luis Borges en su «Funes el memorioso»… ya llegaron a la misma conclusión. En boca de Rainer María Rilke: «Los recuerdos en sí mismos no son importantes. Solo lo son cuando se han transformado en nuestra propia sangre, en mirada y gesto».

Es un libro para subrayar y releer, es un libro para el estudio, para ir apreciándolo cada pocas páginas, porque la autora desglosa los procesos nerviosos, las vías aferentes y eferentes desde los órganos del cuerpo al cerebro y viceversa, con profusión, nos introduce en sus interioridades como si de un parque de atracciones se tratara, pormenorizando las distintas partes y funciones: la amígala —la estructura más vinculante para la emoción—, el tálamo, el hipocampo, la ínsula, la corteza prefrontal, la corteza cingulada… Se echa en falta alguna lámina ilustrativa para no tener que bucear en internet a la caza de esas zonas, reconozco que para mí desconocidas, territorios ignotos hasta ahora pero de gran riqueza neuronal.

La conclusión más importante, y el motivo por el que la autora reconoce haber escrito este libro, es concienciar al individuo de a pie de que realice una mejor lectura de su cuerpo para mejorar así su estado de bienestar general, con pequeños actos cotidianos: «Darse cuenta de la propia postura a lo largo del día podría convertirse en un aliado de la salud mental»; y también a la clase médica, para abogar por una vuelta a la medicina integral, como algunas de las antiguas que ya acogían la idea de una mente distribuida en el cuerpo, medicinas a las que rinde tributo. «El ostracismo corporal, que así lo llamé, producía en mí un sentimiento de rechazo al conocimiento occidental».

No hay duda de que los estudios actuales de neurociencia pueden cambiar los sistemas de prevención y tratamientos utilizados haciendo al paciente sujeto activo de su salud mediante el control de sus hábitos de vida. Todos los órganos están interconectados por el lenguaje, mensajes eléctricos, de las neuronas, y el mundo que percibimos, en el que nos desarrollamos: este ordenador, el blog de EC, las letras, la comprensión lectora de esta reseña… es diferente para cada uno porque leemos con las tripas y aprendemos con el corazón, y del estado de ambos va a depender la experiencia vital que se esté desarrollando.

Neurociencia para el cuerpo es un libro sorprendente, rigurosamente documentado, pero sobre todo bello, porque desciende a lo más biológico que somos, nuestra carne y nuestra sangre, para integrarlo en lo que aspiramos a ser: nuestra identidad humana.

Neurociencia para el cuerpo (Ed. Kairós 2022) | Nazareth Castellanos |248 páginas | 18 €

admin

2 comentarios

  1. En mi experiencia y gusto propio, Nazareth Castellanos, comunica mejor escribiendo neurociencia que hablándola…

    Quien ha escrito este «bella descripción del libro Neurociencia del cuerpo», en mi sentir y entendimiento, lo ha expresado de forma tan agradable, majestuosa, poética, elegante, bellísima… que la felicito. Me ha encantado lo que me ha hecho sentir mientras recibía información del libro a través de esta forma tan bella de explicar su experiencia.

    He sentido como cada palabra dedicara un guiño a la anterior y sonriendo transmitiera la información a la siguiente, y al tiempo se creaba la forma de la frase en particular y el sentir de quien escribe en el texto en general.
    Un texto placentero y de calidad. He disfrutado leyéndolo cual saborear una delicatesen al paladar, integrando la información disfrutándola!. Gracias!.

  2. Querida Pilar Lorenzo, me abruman los adjetivos que empleas para calificar esta reseña, muchas gracias por tu amable lectura, y me alegro de que la hayas disfrutado.

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