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Un regreso póstumo sin trascendencia

JOAQUÍN PÉREZ BLANES | Comencemos diciendo que la traición en la literatura es tan loable como el valor proporcional que tenga su herencia económica. Nada que objetar a Manuel Jabois cuando dice que debemos algunas obras maestras a las traiciones familiares. No tendríamos la genialidad de Kafka si no fuese por la traición de su amigo Max Brod. Sin embargo, en ocasiones, el motivo que hay tras una publicación puede ser menos filantrópico que oportunista. No olvidemos que las editoriales no son las Hermanas Carmelitas de la Caridad y tienen tanto derecho como cualquier negocio a hacer caja cuando se les brinda una oportunidad y esta obra se presenta, precisamente, como eso mismo, una jugosísima oportunidad. Desde el instante en que en el prólogo los hijos excusan la traición pidiendo perdón por ese acto y en el epílogo el editor justifica la necesidad de la publicación de la obra póstuma de García Márquez, nos recuerda a esa perspicaz locución latina: excusatio non petita, accusatio manifesta. No obstante, los extremadamente apasionados por cualquier palabra pergeñada por García Márquez igual terminan contentos con una historia simplona que está bien escrita y que no aporta nada más, nada mejor, ni nada excepcional a la obra de García Márquez. Esta nouvelle no va más allá de una lectura agradable sin dejar la huella que han dejado tantas otras de sus obras.

La publicación de la última novela de Gabriel García Márquez, En agosto nos vemos, ha generado un revuelo en el mundo literario. Un revuelo que tiene más de promocional que de acontecimiento literario. Sin embargo, este regreso póstumo del nobel colombiano no cumple con las expectativas. La obra, que el propio Márquez descartó en vida por considerarla incompleta e imperfecta, se presenta como un conjunto de ideas y esbozos sin la magia y la cohesión narrativa que caracterizó sus obras maestras. Hay cierta orfandad en esta novelita de esa plenitud creativa del colombiano.

La historia gira en torno a Ana Magdalena Bach, una mujer que regresa cada agosto a la isla donde está enterrada su madre. Su viaje anual se convierte en una oportunidad para reencontrarse con su pasado y, poco a poco, va recobrando la conexión perdida con su madre. Si bien la premisa pudiera ser intrigante y genera ciertas expectativas en quien comienza a leerla, la novela falla en el desarrollo de sus personajes de manera profunda. Ana Magdalena parece más como un arquetipo que como un ser humano complejo, y sus relaciones con otros personajes resultan un poco superficiales, aunque seguramente esa superficialidad es la clave de la historia. No deja de ser un personaje en el que no identificamos de manera precisa sus deseos y voluntades. No se trata de juzgar lo que hace en la isla sino en la simple cuestión de que sus actos allí no conducen a nada trascendental. ¿De qué se trata entonces la novela? ¿Del descubrimiento de ella misma? ¿Del descubrimiento de una sexualidad reprimida? No tiene sentido, dado que siempre fue placentero y exitoso el sexo con su esposo. ¿A qué viene todo esto? ¿Tal vez a un descubrimiento de la incógnita personalidad de su madre y su conexión umbilical o espiritual? Puede ser, pero es un final tan abrupto, una decisión final tan repentina e incoherente que como lector me falta mucho más fondo para asimilar ese cierre seco, repentino e incomprensible. Seguramente García Márquez tenía esbozada una historia más amplia y una justificación final más detallada pero no queda representada en esta historia.

La prosa de García Márquez, siempre elegante y poética, se ve empañada por la falta de rigor y pulido. La novela se siente inconclusa, con cabos sueltos y tramas sin resolver. Es evidente que el autor la revisó, pero no estaba convencido de su validez. Por supuesto, eso es algo que cada lector o lectora tendrá que determinar. Una vez que la obra está publicada deja de pertenecer al autor y pasa al dominio público, no en cuestión de derechos de autor, sino en calidad y crítica.

La publicación de En agosto nos vemos, creo que deja más dudas que satisfacciones. Eso, o soy verdaderamente torpe para entender correctamente el final de la novelita. Es difícil no preguntarse si era necesario publicar una obra que el propio Márquez no consideraba válida. Es posible que la intención de sus herederos haya sido honrar su memoria, pero el resultado final es un producto que no hace justicia al legado del nobel colombiano.

En definitiva, En agosto nos vemos es un producto más comercial que literario, tiene un tempo agradable, se deja leer con comodidad, porque además es breve, pero deja un regusto extraño cuando se acaba. Una sensación de que ese texto formaba parte de algo mayor, algo más profundo, más perfeccionado, que el pobre Gabo nunca pudo concluir. Los fans de García Márquez encontrarán algunos destellos de su genialidad, pero la novelita en su conjunto no alcanza la altura de sus mejores obras. Es una lectura que puede resultar frustrante por su falta de desarrollo y cohesión, y que no aporta nada nuevo al universo literario del autor. Pero oye, quiénes somos nosotros para contradecir la compulsión y el arrebato por comprarlo, perdón, por leerlo.

Para muchos de los que hemos leído con pasión, fruición y cariño todo lo que fue publicando Gabo, seguimos admirando su capacidad narrativa y su inventiva, pero no esta obra intrascendente que llega para hacer caja.

En agosto nos vemos (Random House, 2024) | Gabriel García Márquez | 144 páginas | 19,90 euros

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