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Venga Venecia

9788416247851ANTONIO RIVERO TARAVILLOAdelantada en tantas cosas, Venecia se ha convertido desde hace décadas en el estandarte victorioso de un fracaso: epítome de las ciudades a las que vence el turismo y mueren de éxito, literalmente bajo el peso –cada vez más gravoso– de los visitantes. Es sabido que en la ciudad italiana no se pueden tener muchos libros en las casas, por los kilos, sin importar que haya huestes de turistas en las calles, sean estos letraheridos o más presumiblemente analfabetos. Sin duda se trata de una de las vistas más bellas de la tierra, y a su atractivo contribuyen los miles de artistas que se han servido de ella para sus obras o que han dejado apuntes sobre esa fascinación.

Juan Lamillar ha tenido, pues, que hacer frente a un reto: escribir de Venecia cuando tantos lo han hecho ya, como acreditan las citas que se aprietan en las páginas de este libro y refrenda, ya al final, el copioso índice onomástico. Pero no ha querido privarse del placer de hacerlo él mismo; lo que sí ha tenido es que encontrar la forma más apropiada: en su caso, una multitud de anotaciones sobre la Serenissima, basadas, in situ o de memoria, en más de un viaje y en interminables lecturas. Hay aquí, con un elenco de colaboradores de lujo que van de Henry James a Ramón Gómez de la Serna, de Ramón Gaya a John Ruskin, muchos datos históricos y artísticos pero, sobre todo, intuiciones, fogonazos, visiones de la ciudad de los canales. Numerosas anotaciones se asientan sobre citas, como la propia Venecia sobre las estacas que la cimientan, pero también el autor se permite brindar algunos pensamientos propios, que pueden ser tan memorables como los de las autoridades de las que se rodea. No hay en ellas un orden preciso, sino el vagabundeo del flaneur (en Venecia se camina mucho). Y no constituyen un diario, sino un mosaico lleno de teselas brillantes aunque Lamillar no quiera hacer aforismos o alardes de ingenio (pero sí disfruta repitiendo anécdotas pintorescas, como la de un Pedro Salinas que escribió a su amante canadiense que en México había conocido a uno que decía que “en Venecia todas las calles están abnegadas” y que “no se puede circular más que en glándulas”).

Hay aquí una prosa elegante y en ocasiones juguetona, como se ve en la primera entrada y su festín aliterativo: ““Vivir es ver volver”, dejó escrito el escueto Azorín. Nosotros añadimos ahora a ese mínimo bosque de uves la mayúscula de Venecia, emprendiendo así un vuelo de variaciones: Vivir es volver a ver Venecia; volver a Venecia, vivir en Venecia; vivir es volverse veneciano; ver Venecia es volver a vivir… Y como capricho, en un allegro contagioso, sumaríamos las uves de Vivaldi, venerado maestro veneciano de vehementes volutas musicales.”

Hay mucha pintura también, y música, dos cosas de las que Lamillar sabe y disfruta, sabiendo transmitir su entusiasmo. Si algo se puede achacar a Notas sobre Venecia es que resulta algo libresco, aunque jamás pesado; se habrían agradecido más impresiones personales e incluso, por qué no, alguna mentirijilla bien urdida y mejor escrita de esas que escandalizan a la ceñuda Policía de los Diarios y hacen las delicias, sin embargo, de los lectores. Pero es un libro que se bebe (y su agua está mucho más limpia que la de los canales). Además, su precio es inferior al de un Dry Martini en el Harry’s Bar y no se le queda a uno cara de panoli cuando paga.

Notas sobre Venecia (Fórcola, 2017) de Juan Lamillar | 160 páginas | 14,50 €

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