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No estaba muerta, estaba de parranda…

EDUARDO CRUZ ACILLONA | Mientras algunos auguraban, a titular en grito, la inminente defunción de la novela y convertían el debate en una simplona riña de gatos (añadiendo el agravante de seguir publicando novelas en los años posteriores), otros y otras se dedicaban a escribir. A escribir novelas, concretamente. En el primer grupo están quienes ustedes no necesitan que pongamos aquí en letra negrita. En el segundo, destacan varios nombres. Y entre ellos, la autora que nos ocupa, Marta Sanz.

Y lo hace con una novela que no sólo (sí, lo sigo poniendo con tilde) no nace muerta sino que apunta y se asoma al futuro. Una novela que hay quien etiqueta de manera apresurada como de ciencia ficción. Una novela para la que ya hay, también, quien utiliza esa palabra tan recurrente y bella como “distopía” para definir un texto que, a poco que nos dejemos llevar por las nuevas tecnologías, inteligencia artificial mediante, será presente continuo antes de que Anagrama anuncie la tercera edición del libro.

En la novela de Marta Sanz los pájaros son drones y todos nuestros movimientos son monitorizados, analizados, archivados y, obviamente, y esto no es spoiler sino sentido común, susceptibles de ser utilizados en nuestra contra. 

Esto no va de Jules Verne (ahora que, por fin, a Julio se le llama por su verdadero y original nombre). Esto no va de Orwell ni de Asimov. Esto va de contar el presente de pasado mañana. Y nadie mejor que Marta Sanz para ponernos negro sobre blanco las diferencias entre monitorizar y conocer, entre el like y el me gusta, entre la sospecha y la libertad.

Nadie mejor que Marta Sanz para reinventar / reivindicar el lenguaje, y escribir / describir a una sociedad orgullosa de pertenecer al club de fans de la orquesta del Titanic. Ella, como nadie, nos pone delante del espejo de la deshumanización, de la derrota de la intuición, del sentido común, de las emociones, de los sentimientos frente a ese oxímoron tan monstruosamente cercano como es la ya citada inteligencia artificial. 

No estamos ante una novela visionaria, como alguno ha publicado. El spoiler se sirve diariamente y de manera gratuita en los informativos de cualquier cadena de televisión, generalista, pública, privada o mediopensionista.

Pero sí que estamos ante una mirada absolutamente lúcida de nuestro futuro más inmediato. La literatura, dicen, tiene la misión de entretener. Hay autores que ni eso consiguen. Pero también tiene el poder de hacernos cuestionar nuestro alrededor y, por extensión y efecto colateral, nuestro interior, esa cosa tan exquisita de “hacernos pensar”.

Si la novela ha muerto, como vienen diciendo desde hace más de veinte años algunos gurús de mercadillo (vulgo, Alliexprés), me apunto en la agenda, además de agradecerle haberla hecho resucitar, pedirle a Marta Sanz que me dé la fórmula para transformar el agua en vino. Es para un amigo…

Persianas metálicas bajan de golpe (Anagrama, 2023) | Marta Sanz | 272 págs. | 19,90€

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