REYES GARCÍA-DONCEL | Un escritor consagrado asiste al funeral de quien fue su maestro en el periodismo, en la literatura y en la vida. A pesar de no verse mucho, pues él abandonó la ciudad hace ya tiempo y solo volvía en escasas ocasiones, ambos mantenían una fuerte amistad. Tras el funeral una desconocida le hace llegar un ejemplar de la supuestamente única novela que el difunto Manolo Castro escribió cuando era joven, Vagalume, donde recoge la historia de su padre, novela que fue censurada por la dictadura, prohibida e incluso eliminada en imprenta.
A partir de ese momento aparece, tanto para su familia como para sus amigos, un Manolo Castro diferente y descubren, entre misterios y secretos, que en contra de lo que todos creían, siguió escribiendo hasta el final de sus días. La imaginaria novela Vagalume sobre su padre, se convierte entonces para César, el escritor más joven, en el hilo del que tirar en su investigación sobre la vida oculta de su amigo. El autor nos lleva por las historias vitales y literarias de dos escritores, padre e hijo —o tres si incluimos al sorprendido César— que escriben de noche en soledad, cuando nadie los ve, como una Vagalume, luciérnaga en gallego: «…no sólo dan luz sino que vagan en la oscuridad como los cometas». Este fue el pseudónimo utilizado por el padre cuando represaliado durante la posguerra escribía novelas policíacas y del oeste para mantener a su familia: «perder su nombre y vivir como un desaparecido»; como tantos otros hicieron en la dictadura.
La nostalgia del rencuentro con su juventud y con la que fue su ciudad, así como la investigación de la vida de Manolo Castro, son los ejes narrativos de esta novela que aborda varios temas, el de mayor peso dar respuesta a la pregunta ¿por qué se escribe? Tema metaliterario del que el autor analiza los motivos, los condicionantes personales y la propia naturaleza de la escritura, y cuya respuesta va cambiando conforme avanza la trama. En la primera parte prevalece la idea romántica del escritor que sigue escribiendo a pesar de no ser reconocido, de no publicar, e incluso de no ser leído: «Que no escribieran no significaba más que no necesitaban escribir. Y no por ello dejaban de ser escritores». «Escritor es aquel (…) que continuaría escribiendo aunque no publicara». Implícito en el título de la obra y explícito en alguna frase: «Un escritor es una luz en la noche». Se utiliza la idea del escritor luz, faro creativo que ilumina al resto de los mortales que duermen / que no crean, idea evidentemente trasladable a todos los tipos de arte, pero que a mí me parece un poco pretenciosa y desde luego me haría sentir impostora ostentar ese título.
Sí me parece muy interesante la idea de que la escritura combate la soledad: «Uno escribe o pinta porque se siente solo, no porque pretenda estarlo»; y aún más, al vacío existencial que a todos nos angustia y cada uno combate como puede:«…escribir era más que una vocación, era una forma de sobrevivir al tiempo, al vacío sucesivo de los días y a su irreparable pérdida». Esto sí es motivo suficiente para justificar el enorme esfuerzo, las horas de trabajo, la pelea con el folio en blanco y con las palabras que lidiamos los escritores, a veces de forma obsesiva, y sin obtener grandes compensaciones materiales a cambio. Y más aún si la literatura sirve para olvidarnos de nuestra vida y vivir otras: «La vida no tiene ningún sentido sin otra vida soñada, otra vida que consuele de la propia». En Vagalume vemos como vida y literatura se confunden, realidad e irrealidad, los personajes salen a la vida y al contrario: las personas se vuelven personajes «…los personajes de Carácter y destino no estaban ya dentro de la obra sino en el jardín de la casa de Manolo», como en un sueño. Como en una novela.
Otro tema muy interesante que plantea Julio Llamazares en Vagalume es el de los secretos que todos tenemos; ya lo dice en los primeros capítulos Carracedo, otro buen amigo común: «todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta», llegando a la conclusión de que no conocemos realmente a quienes nos rodean. ¿Por qué Manolo Castro mantuvo hasta el final el engaño de que ya no escribía? «Sólo alguien con algo que esconder actúa de esa manera», se responde. Es doloroso para su mujer, Elisa, que va descubriendo uno tras otro los secretos de su marido después de su muerte, como si fuera una persona distinta, por lo que al vacío de la pérdida se le une la de su vida en común, que empieza a cuestionar.
Y por supuesto la novela aborda el paso del tiempo, la idea de recuperar la juventud «…caminaba entre los peatones como si regresara de un largo sueño», de recuperar la ciudad en la que vivió de joven, con buenas imágenes de los fantasmas que habitan la ciudad a la que volvemos después de muchos años. «El tiempo todo lo borra, pero también lo iguala y lo desfigura como si fuera un caleidoscopio infinito» Una ciudad fría, probablemente castellana, pues hay nieve en la novela que César lee —lleva varios días, a petición de la familia, leyendo las obras inéditas encontradas en un armario— mientras a su vez está nevando por la ventana del estudio de Manolo Castro.
Es especialmente sugerente la imagen del puente abandonado por el río, «…un gigante de hierro herido en combate pero erguido en su agonía con la valentía del que decide sucumbir de pie», como metáfora de su vida. Una imagen tan fuerte que puede generar toda una novela: «…y se quedó como el puente olvidado por el río mirando pasar la vida lejos de él y viendo cómo la maleza iba borrándolo del paisaje hasta desaparecer del todo».
Como vemos la obra aborda temas muy interesantes, pero literariamente no me ha entusiasmado, no tiene la poética que me maravilló en Lluvia amarilla. Aquí he encontrado frases obvias, de las que yo tacharía al corregir, y diálogos prescindibles. Y en cuanto a la trama, al por qué Manolo Castro escribía por la noche, en soledad y a escondidas, creo que se resuelve de una manera muy simple. Si al principio aparece casi como un combatiente en su nocturnidad frente al destino de represaliado, casi un héroe que utiliza la escritura para seguir sintiéndose vivo o porque no puede dejar de hacerlo, al final nos desvela unos motivos, una solución — que evidentemente no revelaré— que no está a la altura de las importantes preguntas planteadas. Creo que el autor ha perdido una gran oportunidad. Y lo siento porque esperaba mucho de él.
Vagalume (Alfaguara, 2023) | Julio Llamazares | 216 páginas | 18,90 euros |