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Resurrección

9788416358908CORADINO VEGA | Se repite mucho aquello que dijo Adorno sobre que después de Auschwitz no se podía escribir poesía. Tanto como que la única salida que encontró Paul Celan fue la destrucción de la lengua alemana antes de eliminarse a sí mismo. Rose Ausländer (Bucovina, 1901–Düsseldorf, 1988) conoció a Celan en el gueto de Chernivtsi cuando los nazis ocuparon Rumania, y años más tarde se lo encontró también en París, y el contacto con su hermetismo —más la lectura de Trakl— transformó por completo su escritura, que hasta entonces había bebido sobre todo de Rilke y de Hölderlin. Estas cuatro voces son citadas, junto a la de Li-Tai-Po (la poesía de Ausländer tiene también algo de oriental en su minimalismo y desprendimiento), en “Cinco poetas”, que es una declaración de gratitud y, a la vez, una suerte de poética. Pero, a diferencia de Celan y por mucho que se le asemeje formalmente, Ausländer sí creyó que la palabra podría restañar la herida: volviendo a su principio hasta convertirse casi en el balbuceo de un niño.

Como en los cuadros de Paul Klee, el lenguaje de Ausländer busca una especie de originario primitivismo, como si con la depuración y el despojamiento pudiera eliminarse el horror y recuperarse de algún modo la inocencia. Esa mirada que se detiene en una naturaleza muerta de Cézanne o una fuga de Bach es muy consciente, sin embargo, del silencio de los muertos, de su presencia en la sombra, de lo que ocurrió en Transnistria en 1941, de un tiempo que fue como “una noche pantanosa”. Pero aun así confía en dar un orden nuevo a los objetos, decir sí, repartir colores, pronunciar la palabra “hermoso” y renovar los límites del lenguaje para que sirva de conciliación y fraternidad entre los hombres. Se trata de resucitar de las cenizas y empezar de nuevo. De buscar a tientas un sentido. De un intento. De una aceptación de la transitividad física del mundo (“La Tierra nos respira”).

Sin embargo, al optar por una estética tan pegada a la de Celan, el propósito queda a veces diluido por la forma, como sucede por ejemplo cuando la temática se torna demasiado naif debido precisamente a la frialdad con la que se enuncia. Hay en esto una especie de inadecuación, la de la sequedad respecto al optimismo (o como si lo descoyuntado perdiera su razón de ser dependiendo del contenido), que cercena la emoción y hace que, en ocasiones, lo que se presupone hondo se torne vacuo. Pero, en esta recopilación a la que quizás sólo le falte un prólogo que clarifique un poco al lector español en qué consistió la vida y la obra de Ausländer, hay poemas en los que la disociación queda perfectamente integrada mediante su intensidad silábica. Son los que recuerdan a la pertinencia de las piezas breves de Webern que no se dejan aplastar por la radicalidad del maestro al servicio de la nada. 

Aún queda mucho por decir (Sexto Piso, 2016), de Rose Ausländer320 páginas | 23 € | Traducción de Nuria Manzur Bernabéu

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