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Una nueva colección de poesía

Tiempo muerto
Elías Marchite

Fundación Ecoem, 2009
ISBN: 978-84-9241-17-4-0

50 pág.
7’69 euros

Jesús Cotta

La nueva colección de poesía Siltolá, de la fundación Ecoem, empieza fuerte con una edición delicada y cuidada y con los dos poetas galardonados en el primer premio de poesía convocado por la fundación Ecoem, Elías Marchite y Miguel Agudo, primer premio y accésit respectivamente. Es estupendo comprobar que a libros de elegante factura y de buen gusto les corresponden poetas de vigor y prestancia.
En efecto, Tiempo muerto de Elías Marchite fue premiado por un jurado compuesto ni más ni menos que por Luis Alberto de Cuenca, José Mateos, Abel Feu, Enrique García-Máiquez y Javier Sánchez Menéndez.
La convocatoria del premio tiene además el detalle de exigir sólo un mínimo de trescientos versos, y no quinientos o seiscientos como en algunos premios, que parecen creer que los poetas producen versos como churros. Un buen libro de poesía suele contener sólo lo mejor del arduo y bello trabajo de varios años de búsqueda y ésa es la impresión que uno tiene con Elías Marchite.
Se trata de un libro elegante, claro, de emoción profunda, sin alardes de metáforas ni de imágenes, de tema y enfoque variados: confesiones, angustias existenciales, declaraciones brillantes de amor, ramalazos de cariño a los amigos… Pero hay una voz común en todos ellos, una voz elegante, medida, sin estridencias, sin afectación, que llega directamente al corazón y la cabeza.
El primer poema del libro, Meditaciones, ya contiene ese estilo personal y esa voz clara que da unidad a todo el libro. En ese poema el poeta se pregunta de qué le sirve cuanto tiene si por dentro es un ciego en las tinieblas. En Eloy Sánchez Rosillo y en otros poetas encuentro también una confesión similar, la de un mal que anida en lo hondo del poeta, una tristeza honda, una duda insufrible que no se disipa con los bienes del mundo. Quizá ese mal, esa pena, esa saudade, sea lo que lleva a tantos poetas a escribir poesía como si así lograsen matar esos demonios.
Otro poema señero es Difícil, uno de los mejores cantos a la amistad que he leído en mi vida. No se lo pierdan ustedes, en especial, los fumadores que intentan en vano dejar de fumar.
Pero, en mi opinión, el mejor poema del libro es Canción para espantar el mal. Está armado de fuerza y de misterio y echo en falta en el libro poemas tan desmedidos y vigorosos como ése, donde al poeta le sale de pronto una voz más recia y menos medida que conecta con las pasiones más oscuras y los miedos más hondos del ser humano.
Por campos de cemento voy cantando
una canción que duele y es de piedra…
Un poema como ése justifica un premio, un libro y varios años de búsqueda entre las palabras.
Demos, pues, la bienvenida a esta nueva colección de poesía que apuesta fuerte por poetas buenos. Siempre he pensado que los mejores premios no premian al mejor representante de la generación tal o del grupo cual, sino al poeta que más perlas salvajes ha rescatado de los fondos donde los demás no osan aventurarse.
Los buscadores de perlas entienden más de perlas que de generaciones y grupos.

admin

7 comentarios

  1. Emocionantes versos. Los buenos reseñadores de poesía como usted y los señores Sierra y Acedo van a conseguir que los que tenemos olvidado algo el género regresemos a él.

  2. Gracias a esta reseña, tan inteligente, he vuelto a releer el libro por quinta o sexta vez, y gana a cada relectura, que es una prueba del nueve. ¡O sea, que todavía me quedan, qué bien, tres o cuatro deslumbradas relecturas!

  3. Pues me parece que voy a desafiar los rigores veraniegos para acercarme a alguna librería a comprarlo. Gracias por el consejo, Jesús. Ah y espero que haya ejemplares para todos o que el último no me lo quite de las manos Alejandro.
    Abrazos para los estadistas y sus visitantes.

  4. Te doy un poco de ventaja, Juan Carlos, porque me acaba de llegar el de Miguel Agudo, de la misma colección, y voy a ponerme con él… Pero no te duermas, ¿eh? Abrazos.

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