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Viaje a Carcasona

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La Universidad Blanca

Ismael Belda

La Palma, 2014

ISBN: 978-84-9503-788-6

95 páginas

10 €

 

 

 

José Martínez Ros

Como decíamos hace unos días, al referirnos a la estupenda antología de uno de los grandes poetas actuales en español, Eduardo Moga, la poesía tal como la entendemos actualmente es una actividad esencialmente solitaria, practicada por unos pocos para unos escasos lectores. La poesía se escribe en soledad y se envía al enorme silencio del mundo, donde unos pocos lectores -que además también suelen escribir, con mayor o menor fortuna, poesía- pueden o no recibirla.

Es una situación injusta, pero que, al mismo tiempo, debería otorgarle una renovada libertad, puesto que su condición minoritaria debería hacerla ajena a la lógica mercantil que rige el resto del mercado editorial. No obstante, no es así o no es así tanto como debería, ya que si observamos el panorama de la lírica española actual vemos un desalentador predominio del tono confesional, del poema entendido como monótona descripción de interioridades sentimentales, articulado en unas formas métricas igualmente poco variadas y aún menos imaginativas, en las que cualquier innovación que recuerde a las antiguas vanguardias parece desterrada de antemano.

Por esa misma razón, un libro como La Universidad Blanca de Ismael Belda, editado por Ediciones La Palma, tiene un peculiar interés, ya que se aparta radicalmente de todo lo que he descrito. En primer lugar, porque está compuesto de un único y largo poema, que da título al libro, junto a otras composiciones menores. Un poema-libro que cuenta con ilustres precedentes, como La casa encendida de Luis Rosales o, más lejanamente, la célebre Tierra baldía de Eliot, pero que no se practica a menudo en la poesía actual.

El poema La Universidad Blanca de Belda está escrito en parte en prosa («Fragmentos del autómata»), en parte en verso («La narración»), en una forma tan inusual en la poesía española contemporánea como los alejandrinos -con algún endecasílabo- pareados. En él el autor crea un correlato objetivo de sí mismo, un viajero o buscador de sabiduría (que también puede ser un androide philipkdiano en busca de una identidad personal genuina como los de Blade Runner o el niño-robot de Inteligencia Artificial de Spielberg y Kubrick) cuyo trayecto lo conduce a espacios tan terrenales como la costa de California o con tantas resonancias místicas como Carcasona. Y además, por último, hay unos cuantos poemas, de un tono más lírico, «Cantos de Vesperal», en los que el autor de nuevo juega a retomar viejas formas tradicionales o modernistas, pero que no sorprenden tanto como los hallazgos del largo poema inaugural, con esa mezcla de ciencia-ficción o pura fantasía, prosaísmos realistas y muchísimas referencias culturales -musicales, literarias o artísticas-, cuajadas de imágenes tan poderosas como visuales:

en el cielo, a veces, se libran batallas carmesíes de ejércitos secretos

Sopesé la locura

y las cosas que rompen la intricada textura

del mundo, intrusos mudos, remotas avanzadas.

Pensé en Tlön, y en los ínfimos zapatos de las hadas.”

Esta combinación de elementos narrativos y líricos puede resultar relativamente exótica en la literatura española. No obstante, es más habitual en el ámbito anglosajón, donde podemos hallar ejemplos como el propio Nabokov en su magnífico Pálido fuego, El hotel blanco, de D. M. Thomas o la novela en verso de Vikram Seth, The Golden Gate.

En conjunto, las dos partes de La Universidad Blanca forman una creación compleja e intricada que consigue el extraño milagro de parecer al mismo tiempo bella, armónica y sencilla. Es un poema que se lee con facilidad, lleno de sorpresas y, a veces, con toques de un suave humorismo, pero plagado de detalles, de pasajes ocultos y éxtasis secretos. Es un excelente primer libro.

admin

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