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Dioses con pies de barro

ELENA MARQUÉS | A escritores y pseudoescritores nos encantan las anécdotas sobre los juntaletras y la literatura. No tanto para sacar de ellas argumentos con los que alimentar nuestras propias novelas, o ensayos, o para lo que dé de sí el suceso, sino por puro morbo y complacencia. Más si el sucedido va acompañado de puñetazos y enemistades que tiran de cualquier pedestal a nuestros dioses con pies de barro.

Uno de esos chascarrillos célebres es el que terminó con la hermandad de dos de los más famosos productos del boom hispanoamericano, dos premios Nobel para más inri, dos genios capaces de crear macondos y bares catedralicios en los que quienes apenas construimos media casa no dudaríamos en trasladarnos a vivir.

Por eso, cuando me enteré de que Jaime Bayly había trazado una novela titulada Los genios¸ en cuya contracubierta se nos informaba de que daría algunas claves sobre el consabido asunto del puñetazo vargasllosiano, decidí que entraría en el grupo de mis lecturas próximas.

No voy a decir que me ha resultado decepcionante, porque para mí conocer menudencias de Gabo y el Conejo me produce siempre bastante placer, aunque dichas menudencias sean inventadas (es una novela, no un ensayo ni una crónica en la que encontrar la verdad); pero el estilo del peruano no me ha parecido a la altura de las circunstancias, sino algo descuidado y primerizo, con frases eternas alargadas por innecesarias repeticiones de datos una y otra vez. Como si los lectores fuéramos un poco torpes y nos tuvieran que recordar en cada página (240 nada menos, que bien podrían quedar reducidas a la mitad) los nombres de familiares, los parentescos incestuosos del autor de La Fiesta del Chivo, lo bien que cantaba el marido de Mercedes Barcha.

Vale que conocer la vida literaria de Barcelona, liderada por Carmen Balcells, otro personaje más con la función de mover a sus escritores-títeres (bien que manejaba los hilos la puñetera), sus reuniones en la mítica discoteca Boccaccio, la magnanimidad de la agente con sus autores de cabecera, me ha gustado bastante, participar por unas horas de ese ambiente literario por el que desfilan otros autores muy queridos para mí por motivos diversos, desde Carlos Fuentes a Julio Cortázar pasando por Octavio Paz o Pablo Neruda. Recordar sus vidas de diplomáticos, su visión política, sus viajes a París, su cercanía con Fidel Castro, la famosa anécdota del encarcelamiento de Heberto Padilla con la polémica posterior… En ese sentido el libro es una fuente de «historia» digno de mención, un manual ameno de aquellos años tan ricos en letras y aventuras.

También pienso que el colombiano sale en todo mejor parado que don Mario, precisamente el que aún está vivo (igualmente don Gabriel, a través de sus libros: ya sabemos que algunos genios sí logran la inmortalidad). El escritor de Arequipa se retrata como mujeriego, ególatra, veleta, violento, envidioso y un largo etcétera de vicios y pecados. Que no digo yo que no sea todo eso. Como tampoco que la inclinación de ambos por las putas sea motivo de censura literaria. Desde luego, en este mundo de corrección política, y en cualquiera, quedan ambos a la altura del betún, y más de un lector inocente habrá quedado decepcionado con el retrato que Bayly se permite hacer de ellos. Pero no quiero convertir esto en una continuación del catecismo. Sigamos con el tema.

Por ahí, en una crítica de algún medio peruano, he leído que la novela retrata a los genios de modo caricaturesco, que el tono es humorístico. No sé si he perdido mi capacidad de sonreírme con lo jocoso, pero para mí ese hilo que tan bien sirve para hilvanar la crítica ha sido casi indetectable.

El autor, por su parte, dirá que todo lo que cuenta es literatura. Que ha investigado a fondo a los dos protagonistas «para mentir con conocimiento de causa» (cito al periodista José Carlos Yrigoyen), y en eso sí que tengo que darle a Bayly el aplauso que merece: consigue que me crea todo lo que cuenta. Al mezclar hechos reales y constatables, como la participación de Vargas Llosa en el guion del documental sobre el accidente aéreo narrado hace nada por J. A. Bayona o el rodaje de Pantaleón y las visitadoras en República Dominicana, con sus propias elucubraciones termina una por aceptarlo todo como verdad; al convertir a los dos divos en personas de carne y hueso los vemos así y no como lo que aquí son: protagonistas por una vez de una novela, con sus muchos defectos que nos los hacen un poquito odiosos.

Por otra parte, veo una desigualdad, también en páginas dedicadas, entre uno y otro personaje a favor del agresor, quien, a poco que se parezca en algo al Vargas Llosa de Los genios, no va a disfrutar mucho de la lectura de esta obra de su paisano.

En fin, que para los mitómanos este libro puede resultar entretenido si no se le cae antes de las manos. Una vez que te habitúas a las repeticiones, ya quieres saber en qué quedará todo, qué fue lo que le hizo Gabriel García Márquez a Patricia. Aunque tampoco es que la intriga dure hasta el final. Por pocas cosas se pelean más los hombres que por quitarle las bragas a quien se deje. No iban los genios en eso a ser distintos al resto de la humanidad.

Los genios (Galaxia Gutenberg, 2023) | Jaime Bayly | 240 páginas | 19,50 euros

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