HHhH
Laurent Binet
Seix Barral, 2011. Colección “Biblioteca Formentor”
ISBN: 978-84-322-0932-1
400 páginas
20 €
Traducción de Adolfo García Ortega
Premio Goncourt a una Primera Novela 2010, Premio al Autor Revelación RTL-Lire 2010, Premio de los lectores Livre de Poche 2011
José María Moraga
De entre toda la maraña de novela histórica que atesta los anaqueles de nuestras librerías (algunos lo han llamado “lacra”) es muy fácil que las perlas se nos escapen, que no veamos la aguja del pajar, que pasemos por alto o despreciemos lo que a simple vista puede parecer otra novela de nazis más. Pero no lo es. Porque el libro que hoy traemos a colación aquí –HHhH de Laurent Binet– es una aguja con la que espero que os pinchéis, pero de diamante, como la de los tocadiscos.
Para empezar, los límites entre géneros se antojan borrosos para hablar de HHhH. ¿Es una novela? Tendremos que concluir que lo es, porque el autor nos dice que sí y porque se parece más a una que a cualquier otra cosa. Pero en sus páginas encontramos hartas características de otros géneros: el ensayo, las memorias, el artículo periodístico… mas no yuxtapuestos a modo de ‘collage’, como en (por poner un ejemplo) La verdad sobre el caso Savolta (1975) y tantas otras novelas posmodernas, sino elegantemente imbricados con una solvencia narrativa y una pericia que solo les están permitidas a los grandes escritores. No en vano Mario Vargas Llosa le dedicaba a HHhH una elogiosa tribuna en El País el pasado 9 de octubre, donde decía que esta no era tal vez una gran obra de ficción pero sí un magnífico libro.
Me hago eco de la opinión del Nobel no porque necesite del andamio de otros veredictos críticos sino porque me parece que da en el clavo en una feliz dicotomía que resultará muy útil a la hora de acometer el libro. Su extraño título, por cierto, obedece a las siglas de la frase alemana ‘Himmlers Hirn heisst Heydrich’, “el cerebro de Himmler se llama Heydrich”, puesto que la obra trata de este último mandamás nazi y todo lo que envolvió su vida y su muerte. La historia se troca en novela, de un modo no siempre fácil, aunque lo que Binet consigue al diluir las fronteras entre géneros es esa “vestimenta sin costuras” que según C. M. Armitage debe ser la Cultura, en lugar de esos compartimentos estancos.
Lo mejor de HHhH (y lo más interesante, no demoremos más el anunciarlo) es la reconstrucción hiperdocumentada que hace del atentado que el 28 de mayo de 1942 acabó en Praga con la vida de Reinhard Heydrich, a la sazón ‘Reichsprotektor’ (gobernador militar) de Bohemia-Moravia, jefe de la Gestapo, número dos de las SS y arquitecto de la infame “Solución Final”, que contemplaba el exterminio de 11 millones de judíos europeos: la práctica totalidad de la población hebrea del continente.
Pero si Laurent Binet no es Eduardo Mendoza, tampoco es Antony Beevor, es decir: no se limita al papel de hilvanar los documentos investigados con una prosa más o menos apta, no: Binet trama una novela a base del reto de narrar todo lo que sabe del hecho histórico (y sus detalles accesorios) en -precisamente- una novela. Burla burlando, nos da una novela que es menos histórica que metafictiva, en cuanto que no se preocupa de pintar escenas de época o cuadros dramáticos bien ambientados para excitar la imaginación del lector, sino que pone el énfasis en la dificultad de reordenar y dar sentido a todo el material histórico del que dispone y hacer de él una obra de ficción en prosa.
Para ello, el autor se vale de muchos de los recursos de la literatura posmoderna: fragmentación, intrusión autoral (que alcanza el rango de auténtica voz narrativa, por lo continua), desorden cronológico, incumplimiento de las expectativas del lector… poco humor, la verdad, pero poco cabe en la historia de 1) Reinhard Heydrich, “el Verdugo de Praga”, “el Carnicero” o “la Bestia Rubia”, 2) su papel dentro del auge del III Reich, 3) el atentado que acabó con su vida, incluyendo antecedentes, actores y consecuencias. Una historia de crueldad, brutalidad, barbarie, de una raza creída superior que, llevada por la locura, es capaz de dar especímenes tan repugnantes como Heydrich y toda la jerarquía nazi, retratada aquí de pasada pero con precisión.
Tal vez al lector prevenido todo esto le suene a ‘déjà vu’, a “otra novela de nazis más”; yo le invito a dejar atrás sus prejuicios y comprobar cómo HHhH es -amén de un estupendo estudio metaliterario que de seguro será muy útil a quienquiera que se enfrente a la escritura de una obra histórica- una narración emocionante, con personajes memorables sacados de la vida real pero dotados de una entidad propia dentro de las coordenadas del libro. Quien busque carnaza y escenas de tiros, sin duda que en esta premiada novela los hallará. Y masacres de judíos y cámaras de gas. Pero -repito- HHhH no es El violonchelista de Treblinka, es una abrumadora obra que aúna como pocas literatura y vidas, ficción e historia para -en resumidas cuentas- ponernos un espejo delante y cortarnos el aliento.
Los papeles están repartidos (el canalla, el traidor, los héroes, los mártires…) desde mucho antes de 1942, lo estuvieron siempre y así seguirán. No obstante, (Borges me prestará un sintagma sobre Praga y los nazis) “el milagro secreto” que Laurent Binet ha conseguido es encajar todas las piezas sin que apenas se note, pese a estar continuamente ventilando la tramoya.
De esos libros que apetecen…Casi se lo pido a un compañero de autobús el otro día, por el morro, pero me detuve. Les recomiendo las novelas policiacas de Philip Kerr sobre la época nazi y posteriores décadas que comienza con ‘Violetas de marzo’. A veces se reúnen calidad y ventas, me alegro. No siempre pasa…exemplum ad contrariis, Murakami.
Sr anónimo, le aconsejo que lea La caza del carnero salvaje, que desde luego es mejor que cualquier cosa de Philip Kerr. Y firme los comentarios con su nombre: el anonimato es indicio de cobardía, además, de en su caso, de pereza intelectual.
Creo que fue en Twitter donde leí algo así como «otro niñato escribiendo sobre nazis», refiriéndose a esta obra.
Pillo el guiño, buen Moraga, pillo el guiño.
Ay, ‘La caza…’, qué horterada de novela. Las de Kerr están llenas de lecciones de vida, complejas, con contradicciones, duras, entretenidas, una gozada. La de Murakami está completamente vacía, es una tomadura de pelo. Y la de Kerr titulada ‘Una investigación filosófica’ es muy buena novela, también de misterio y de detectives. No sé si me dejarán poner mi opinión, por si acaso clico y vuelvo a poner nombre y apellidos. No tengo web o como se diga eso por aquí, uno tiene ya una edad. Y disculpen las molestias.
Es un libro extraordirnario. Comparto vuestra opinión. Pero me escama esta frase: «Pero -repito- HHhH no es El violonchelista de Treblinka» No conozco ningún libro con este título así que seguramente quereis decir «El violinista de Mauthausen».
La reseña colgada de aquel libro en Estado crítico y comentarios como este en mi humilde opinión os hacen un flaco favor.
Un saludo.
No se escame ud., estimado lector, que todo tiene una explicación muy fácil. La frase en cuestión es una ironía sobre una crítica que dos días antes de ésta le hice al último libro de Jaume Cabré, en la que le reprochaba que pasara por un terreno que al menos ya habían hollado en fechas recientes dos autores: Maria Angels Anglada y Andrés Pérez Domínguez. Una inofensiva broma privada. La reseña de aquel libro al que ud. se refiere se discutió ampliamente (y en algunos casos agriamente) en su día. Andrés es amigo y como profesional de la literatura está dispuesto a encajar críticas duras con el mismo talante que las elogiosas. Y nosotros defendemos la libertad de nuestros críticos: es nuestro único patrimonio. Salud.
No había leído esa otra crítica suya, señor Luque. En mi opinión, novelas como las de P. Kerr, por ejemplo, son una muestra de calidad e interés, aunque sus tramas giren en torno al nazismo. Los prejucios no suelen traer críticas honestas. Tampoco parece una casualidad que cada vez que se cita a Pérez Domínguez en este blog sea para mofarse de su obra. Leí esa crítica de «El violinista de Mauthausen» en su día, y creo que recordar que la persona que la escribió era de Sevilla, como Moraga, igual que muchos de los miembros de Estado Crítico. Pérez Domínguez también es sevillano. ¿Deberíamos achacar también a la casualidad que sus paisanos se empeñen en destrozar su obra? Un espacio serio como este debería estar por encima de tales rencillas. Por lo demás, sin acritud, y mis felicitaciones por vuestro trabajo.
Un saludo.
Estimado tocayo, le agradezco sus felicitaciones y sus observaciones. Puede que tenga ud. razón en que los prejuicios son un lastre, y acaso todos los tengamos. Pero la honestidad no sólo reside en intentar sacudírselos, sino en cumplir con ese deber que tenemos no con los autores, sino con los lectores como usted: decir lo que pensamos sinceramente de los libros que caen en nuestras manos. Créame que mantener un blog con reseña diaria desde hace dos años y pico, y por amor al arte, no es fácil; pero mucho más difícil es convencer al público de que detrás de una crítica dura no hay un ataque personal al autor en cuestión, ni rencillas localistas, ni intereses ocultos, ni campañas de descrédito, como estoy convencido de que lo acabó entendiendo el propio Andrés. Nosotros seguiremos intentándolo. Saludos cordiales.
No quisiera ser pesado, pero por alusiones… Creo que Luque lo ha explicado bastante bien, aún así les aseguro que mi intención al hacer la broma no era la de destruir la obra de nadie. No me refería a ningún libro en concreto, El violinista de Mauthausen, El violín de Auschwitz, El pianista, La armónica, La pianista de Varsovia… como se ve, hay todo un subgénero que en Estado Crítico hemos dado en llamar «Nazis con violín».
No quisiera ser pesado, pero por alusiones… Creo que Luque lo ha explicado bastante bien, aún así les aseguro que mi intención al hacer la broma no era la de destruir la obra de nadie. No me refería a ningún libro en concreto, El violinista de Mauthausen, El violín de Auschwitz, El pianista, La armónica, La pianista de Varsovia… como se ve, hay todo un subgénero que en Estado Crítico hemos dado en llamar «Nazis con violín».